De cómo crear empleo o de una política industrial europea innovadora

Corre Europa el riesgo cierto de generar crecimiento económico sin crear empleo, o lo que es lo mismo, puede que la riqueza produzcamos en la UE sirva para abrir la brecha de las desigualdades sociales. Si no somos capaces de atacar los problemas estructurales que afectan a la producción de puestos de trabajo, nos encontraremos en el tiempo con una creciente fuga de cerebros y un empobrecimiento de las clases medias de nuestros países. De ahí que convenga centrar el análisis en los caladeros de creación de empleo que hemos de fomentar y cuidar adecuadamente. No es poca al respecto la bibliografía que la Comisión Europea viene utilizando para entender el comportamiento de los distintos mercados laborales mirados de arriba a abajo y de norte a sur y de sector en sector. De todo ello podemos extraer conclusiones claras, pero de nada servirán si los gobiernos nacionales, regionales o locales, empresas grandes, medianas y pequeñas y, sobre todo, cada uno de los ciudadanos europeos, no tomamos conciencia de los pasos que cada uno de nosotros debemos dar para cambiar el modelo de producción que tenemos en la actualidad y que nos lleva a producir más de 26 millones de parados en la UE.

Habrá que empezar por decir que lo primero que deberíamos es ponernos de acuerdo en la cifra cierta de desempleados y en la forma en que los contabilizamos. Y puede parecer un tema menor, pero gran parte de la capacidad de competitividad y de la sostenibilidad de nuestro sistema de protección social, dependen de que acabemos con el fraude laboral, que deviene en fraude fiscal y merma nuestras arcas públicas. Creo sinceramente que no es serio computar como parados a aquellos que contestan una encuesta contando en la sociedad de la información en la que vivimos con métodos tecnológicamente fiables para detectar la realidad de aquellas personas que realmente se encuentran en situación de buscar un empleo. Solo quien desea trabajar puede considerarse que vive la tragedia de estar parado y solo en esa circunstancia debemos invertir en resolver su problema de forma inmediata. Pero hecha esta previa que considero imprescindible, de lo que se trata es de definir sectores generadores de empleo y dinámicas que los fomentan.

Si acudimos a la clasificación clásica de los sectores productivos, es evidente que podemos llegar a un consenso claro, el primario tiene muy agotadas sus capacidades de incorporar masa laboral a sus producciones. Agricultura, ganadería y pesca en la Unión Europea son sectores a preservar por su alto valor identitario y de población rural, así como por la transferencia que de conocimiento podamos hacer a países emergentes grandes productores agrícolas pero con tecnología menos avanzada. Sin embargo, no podemos esperar del campo la auténtica revolución en forma de puestos de trabajo que requerimos los europeos. El terciario como su nombre indica está para dotar de servicios y difícilmente podrá hacerlo con una volumen de parados como el que actualmente registramos. Los servicios son directamente proporcionales al resto de los sectores y crecen o decrecen con estos. De ahí que el enfoque principal deba llevarse a cabo en el secundario, en la industria, que realmente ha sido y seguirá siendo el motor de transformación de la sociedad en al que vivimos. Realmente el problema de nuestras sociedades avanzadas que viven sin duda una tercera revolución industrial, la de Internet, es que esta nueva fase de producción globalizada a escala mundial, no ha incorporado la mano de obra que las dos anteriores. Es mucho menos intensiva en empleo, o lo que es lo mismo, la innovación aparenta expulsar trabajadores de sus procesos.

null

Pero si miramos con más detenimiento los datos, la luz que nos aportan habla de que aquellos países que más invierten en innovación son los que más crecen y los que menos desempleo tienen. Una nueva estrategia europea para acelerar el desarrollo de nuevos productos y servicios y preparar el terreno para más crecimiento y empleo es, pues, imprescindible y no podemos decir que la UE no esté haciendo los deberes, más allá de que la difusión de los programas innovadores esté siendo débil. La “Unión por la innovación”, es una iniciativa emblemática de Europa 2020 y tiene por objeto estimular y acelerar la innovación en Europa, eliminando al mismo tiempo los obstáculos que impiden que las buenas ideas lleguen al mercado. Este planteamiento incluye la creación de “asociaciones para la innovación” entre los sectores público y privado que agilicen la llegada de la innovación al mercado. Con ello se pretende aumentar los fondos destinados a la I+D, mejorar la coordinación de las inversiones y mantener una normativa actualizada y acorde con las necesidades actuales de la economía. Entre los ámbitos prioritarios en los que la Comisión quiere forjar más alianzas público-privadas se encuentran el cambio climático, la eficiencia energética, los estilos de vida saludables, las ciudades inteligentes y la movilidad, el consumo eficiente de agua, las materias primas y la agricultura sostenible. El primer partenariado, que se puso en marcha en 2011, se dedicó a impulsar el desarrollo de nuevos productos y servicios que favorezcan el envejecimiento activo y saludable.

Dada la importancia que la investigación y el desarrollo tienen para la innovación, la medida pretende también reducir las diferencias que separan a Europa de Estados Unidos y Japón aumentando la inversión en I+D hasta un 3% del PIB. De acuerdo con un reciente estudio, la consecución de ese objetivo podría crear 3,7 millones de puestos de trabajo e incrementar el PIB anual en hasta 795 000 millones de euros. Para ello, se necesitará un millón de investigadores más. La “Unión por la innovación” también tratará de mejorar el acceso a la financiación y a los trabajadores cualificados, reducir la burocracia y lograr que disminuya el coste de patentar nuevas ideas. Las medidas propuestas incluyen, asimismo, indicadores para medir la cuota de empresas de rápido crecimiento en la economía y un sistema de puntuación de las universidades. También forma parte de este paquete una serie de propuestas para aumentar las inversiones transfronterizas de capital riesgo.

En suma, si Europa no es capaz de innovar más no será capaz de liderar los mercados industriales mundiales y con ello la exportación de bienes de alto valor añadido. Y si no vendemos al mundo nuestro conocimiento en forma de procesos industriales nuestras empresas no podrán competir con los países emergentes cuyo principal valor actual es un menor coste de mano de obra. No hace falta que os diga lo que sucederá si la industria europea pierde esta carrera y menos aún lo que será de sus trabajadores si eso ocurre. Paro y más paro. Por eso resulta clave el cambio de mentalidad de todos y ser conscientes que debemos invertir con mayúsculas en investigación e innovación. O logramos ser excelentes o la vieja Europa se convertirá en un escenario de enormes brechas sociales. Que el paisaje sea uno u otro depende aún de todos nosotros.

null

La Europa que queremos o para qué queremos a Europa

Tal vez el principal problema del que ha adolecido el proyecto de construcción europea no es otro que la distancia en expectativas, objetivos e incluso ilusiones que los europeos tenemos puestas en él. Por decirlo en clave mercadotécnica, la oferta no está ajustada a la demanda. Los políticos que han dirigido los destinos de la nuestra Unión lo han hecho por convicción propia, acertada o no, sin contar con la opinión de los comunes mortales que les votamos. Esa ceguera elitista que en tiempos remotos iniciales del Tratado de Roma podía tener un pase, se muestra hoy, en un mundo en Red en el que todo el ciudadano informado se siente dueño de sus actos, en un defecto inhabilitante. Y lo digo como debate que debemos afrontar todos, no como tarea exclusivamente de la clase política, pues, si ellos han pecado de falta de cercanía a nosotros, nosotros podemos pecar en esta nueva era de falta de compromiso con la política. Es por ello, que en este año de elecciones europeas resulta más necesario que nunca preguntarnos en recíproco, por la Europa que queremos o lo que es lo mismo, para qué queremos Europa, es decir, una Unión Europea.

Yo empezaría por algo básico y tan simple por reconocer nuestro espacio, esto es, por los territorios y extensión en el continente que entendemos como común. Y lo digo en el sentido de completar el diseño comunitario sin dejar fuera del mismo a quien consideramos parte integrante. Nos queda la tarea de los Balcanes, con el referente inicial de la incorporación de Serbia, actualmente en periodo negociador y el resto de Estados como es el caso de MacedoniaBosnia y Herzegovina,MontenegroKosovo y más lejano, pero parte de este territorio escenario de grandes conflictos europeos, Albania. En los límite continentales de dicha región se abre uno de los debates más complejos que debe afrontar Europa, la integración o no de Turquía. La potencia turca nos plantea cuestiones no solo territoriales, sino mucho más profundo de identidad y modelo de sociedad. Pese a ser constitucionalmente un Estado laico, la realidad social creciente es la presencia en la vida política cada vez más influyente de la religión musulmana. Pero si ese es el impedimento para que consideremos europeos a los turcos, ¿es que estamos considerando Europa un territorio solo habilitado para cristianos? Europa puede tener raíces históricas de una u otra índole religiosa, pero hoy por hoy, constituye un espacio aconfesional, que parte del respeto más absoluto de la libertad religiosa y, por tanto, no puede establecer exclusiones de poblaciones por sus creencias. Al Este se plantea un nuevo dilema no menos peliagudo con los Estados limítrofes de la Federación Rusa. Ucrania es el ejemplo más claro, en plena crisis entre europeístas y prorusos. Pero no es menos problemática la relación con Bielorrusia, a la que la UE ha impuesto sanciones por el comportamiento antidemocrático de su gobierno de clara influencia rusa. Por su parte Georgia, que tiene serios litigios fronterizos con Rusia, ha acelerado en los últimos meses su acercamiento a la Unión. Definir, pues, las fronteras de la UE con Rusia, se ha convertido en uno de las grandes cuestiones a futuro teniendo en cuenta nuestra dependencia energética y que estas zonas pueden ser suministradores en competencia de las importaciones de gas que hoy depende de Moscú.

null

Si fuéramos capaces de definir nuestro espacio común, deberíamos plantearnos por el modelo de convivencia que queremos para él. Nadie duda de que la democracia parlamentaria es la fórmula política por la que regirnos, pero los niveles de participación en la política, los sistemas de control de la actividad pública, las fórmulas de elección y representatividad, el distinto peso en las decisiones de los Estados, las Regiones o las instituciones comunitarias, para nada son homogéneos entre nosotros. Por decirlo muy claro, la calidad de la democracia no es igual en todos los miembros de la Unión y eso produce un déficit total para que el proyecto sea realmente de todos. En este sentido, la UE no puede mirar para otro lado cuando en sus Estados miembros se conculcan derechos fundamentales o se trampean las normas básicas de procedimiento de la separación de poderes en alguno de ellos. Si se ha sido capaz de crear un mercado único, una moneda única, un banco único, debemos tener una democracia única, es decir, unas normas de convivencia de derechos de ciudadanos y de actuación política únicas y de obligado cumplimiento para todos los gobiernos tengan el nivel que tengan. No estamos tanto ante el problema de la elegibilidad de los cargos de las instituciones europeas y de creer que hasta que no tengamos un presidente de todos los europeos no nos creeremos Europa, que sería reducir la cuestión mucho, se trata de que todos los europeos sepamos que las reglas del juego son idénticas de verdad para todos nosotros.

De la misma forma en que no se puede tener una fe ciega en nada que venga de la mano del hombre por su falibilidad, no tenemos porqué ser creyentes dogmáticos de la construcción europea. De ahí que convenga preguntarnos para qué queremos una Europa unida. El principal valor que podemos atribuir a nuestra unidad, es su aportación a la paz en el continente. Europa sufrió y contagió al mundo la locura de dos guerras que se llevaron por delante cientos de millones de vidas y poner freno a esa barbarie ha sido el mayor logro de la UE como se le reconoció justamente con la concesión el pasado año del Premio Nobel de la Paz. Estar unidos es una garantía de paz. Económicamente los datos de la trayectoria de estos ya casi 57 años desde la firma del Tratado de Roma avalan que los procesos de mercado interior, de libertad de movimientos y más cercanos de la puesta en marcha de una moneda común y un Banco Central con capacidades de supervisión, han dado réditos muy positivos a los Estados miembros. Unidos somos más fuertes. Ni que decir tiene que para los ciudadanos europeos contar con un espacio común por el que transitar libremente y poder trabajar en él sin trabas supone un cúmulo de oportunidades histórico. Juntos somos más libres y tenemos más oportunidades. Pero no podemos tener la mentalidad de constituir una isla en el mundo, si creemos en las bondades de nuestro modelo de convivencia podríamos también decir que juntos somos un modelo a seguir para el resto del planeta.

Probablemente donde más nos cuesta a fecha de hoy alcanzar un consenso generalizado es sobre la sociedad que queremos construir entre todos. Llama la atención que el esquema de protección social que siempre fue sello de identidad de los Estados del Bienestar puestos en marcha en Europa para reconstruir un desangrado continente, es en la actualidad puesto en cuestión no tanto ideológicamente sino mediante medidas de austeridad que prácticamente están contribuyendo a su desmantelamiento. Es una reforma silenciosa hacia ninguna parte. No hay al otro lado un modelo definido, sino simplemente el desmontaje de un entramado de red social para las clases medias. Concebir Europa sin sus derechos sociales universales para los ciudadanos de los Estados miembros es sinónimo de romper la Unión, pues, sin esa solidaridad y cohesión territorial la UE queda supeditada a la Europa de los mercaderes y poco más. Es, pues, el momento de definir los servicios sociales que dan sentido a los derechos fundamentales, sea sanidad, educación, vivienda, pensiones… y llegar un nuevo contrato social entre todos los europeos. Si todos sabemos lo que Europa nos garantiza tendremos mucho más claro la necesidad de defender esa idea de Europa unida.

Es seguro que este año electoral se harán oír más fuertes las voces de los euroescépticos, de aquellos que culpan de todos los males a Bruselas sin reparar en argumentos apocalípticos. El racismo, la xenofobia, la marginalidad antisistema por ser antisistema, el localismo más tribal, es probable que gane una pequeña batalla en mayo. Pero la gran batalla que tenemos por delante los europeos que queremos un futuro mejor en Europa y a través de ella en el mundo, consiste en provocar el debate del consenso, el de los mínimos homogéneos de espacios, derechos, libertades y de oportunidades. Porque lo más importante que nos aporta la UE es la posibilidad de la puesta en común de conocimiento, de compartir la riqueza de la diversidad sin miedo al de al lado. Debemos aprender a ser competitivos en un entorno de alianzas, acometer proyectos conjuntos entre finlandeses, griegos y franceses, o entre letones, portugueses y alemanes. En suma, ser más eficientes sobre la base de la colaboración. Si pensamos bajo todos los elementos que señalo en este post y somos capaces de buscar puntos de encuentro, ya no nos quedará ninguna duda a futuro de la Europa que queremos.

null

América Latina siembra dudas sobre sus opciones de crecimiento

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo dependiente de Naciones Unidas ha hecho público su “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe”, un en lo que supone un adelanto serio análisis que CEPAL realiza anualmente de la realidad y perspectivas de los países latinoamericanos. Sin venir a suponer un jarro de agua fría a la esperanzadora realidad que hoy supone en el contexto mundial la región, si que siembra dudas, también más que razonables, sobre el desaforado optimismo que respecto al crecimiento y desarrollo de la misma podríamos tener. Esa reedición del mito de “El Dorado” que algunos creyeron posible se está viniendo abajo a medida que tenemos los datos del pasado año y la previsión del presente 2014. Para empezar el informe destaca que en 2013 el PIB de América Latina y el Caribe creció un 2,6%, cifra inferior al 3,1% registrado en 2012. Este resultado ilustra la continua desaceleración económica regional que se manifiesta desde 2011.

No obstante, hubo diferencias importantes en los ritmos de crecimiento de los países, lo cual no hace sino demostrar la enorme heterogeneidad de una región que crece a ritmos muy diferentes. El bajo crecimiento regional en 2013 responde en parte al escaso dinamismo de las dos mayores economías de América Latina y el Caribe: Brasil (2,4%) y México (1,3%). Crecieron más del 5% elParaguayPanamá, Bolivia y Perú, mientras que ArgentinaChile, Colombia,GuyanaNicaragua y Uruguay crecieron entre el 4% y el 5%. Por subregiones, América del Sur registró un crecimiento del 3,3%, una tasa algo menor que el 3,7% registrado por el Istmo Centroamericano más Haití y la República Dominicana, mientras que persistió el bajo crecimiento (1,3%) del Caribe de habla inglesa y holandesa. El crecimiento regional estuvo impulsado principalmente por la continuación del dinamismo de la demanda interna y sobre todo del consumo, que aportó 2,8 puntos porcentuales del crecimiento del PIB, mientras que la inversión lo hizo en 0,9 puntos porcentuales y se redujo levemente el saldo negativo de las exportaciones netas (-0,8 puntos porcentuales). En 2013 la región logró una nueva, si bien muy pequeña, reducción de la tasa de desempleo, que pasó de un 6,4% en 2012 a un 6,3%, pero no fue la generación de empleo la que causó este descenso, sino la desaceleración de la oferta laboral, expresada en una reducción de la tasa global de participación. En la práctica se combinó una menor generación de empleo, como parte de un proceso de menor dinamismo de los sectores como el comercio, la construcción y los servicios comunales, sociales y personales, que más dependen del consumo y que son intensivos en el uso de mano de obra; y una menor búsqueda de trabajo de parte de los miembros de muchos hogares, en vista de oportunidades de empleo restringidas y ante la persistencia de condiciones favorables para aquellos que ya tenían trabajo después de varios años de expansión del empleo. La falta de dinamismo observada en la generación de empleo en 2013 se reflejó en un aumento del desempleo de los más jóvenes de la región, lo cual puede atribuirse a que un enfriamiento de la generación de empleo suele afectar primero a los nuevos entrantes al mercado de trabajo, donde generalmente hay una mayor proporción de jóvenes.

null

A la gravedad del dato del empleo juvenil se une que durante 2013 hubo un claro deterioro del sector exterior, reflejado en un aumento del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que pasó de un 1,8% en 2012 a un 2,5% del PIB en 2013, principalmente como resultado de un aumento superior de las importaciones que de las exportaciones de bienes. Sin embargo, frente al menor dinamismo del crecimiento y al deterioro del sector exterior, las metas de la política fiscal en la región se flexibilizaron, lo cual fue posible en la mayoría de los países gracias a las condiciones muy favorables de acceso a los mercados financieros, con tasas de interés históricamente bajas. En el conjunto de América Latina el déficit alcanzó 2,4 puntos del PIB y el saldo primario, corregido por el pago de intereses, ascendió a -0,6 puntos porcentuales del PIB, el dato menos favorable desde 2009. El Caribe logró en cambio una reducción del déficit, con un resultado global de -3,0 puntos porcentuales del PIB. Por su parte, respecto a la inflación de la zona, en el segundo semestre de 2013 el promedio de las tasas de inflación de los países de América Latina y del Caribe mostró un ligero incremento con relación a los meses previos, con lo que la tasa media de inflación de los países de la región se mantuvo al alza a lo largo del año. Venezuela y la Argentina fueron las dos economías de la región que mostraron las tasas de inflación más altas, seguidas de Jamaica, Bolivia y el Uruguay, pero predominaron tasas inferiores al 5% en la mayoría de los países de la región. Ante un panorama de menor inflación, de cierta desaceleración del crecimiento económico y de inestabilidad financiera, numerosos países orientaron su política monetaria a sostener la demanda interna y a enfrentar la volatilidad financiera internacional mediante la reducción de sus tasas de interés de referencia —con la excepción del Brasil en el caso de los bancos centrales con enfoque de metas de inflación— o favoreciendo un crecimiento estable de los agregados monetarios.

Si 2013 se ha cerrado en América Latina con datos como los señalados y que podemos adjetivar de muy modestos, la previsión para 2014 se ampara en un cierto mayor optimismo en la marcha de la economía mundial para augurar cierta mejoría. La reciente evolución de las economías de Estados UnidosJapón y laUnión Europea, junto con datos de la economía de China levemente mejores que las previsiones, han dado origen a un moderado optimismo sobre las expectativas para 2014. Así, se prevé que la economía mundial crezca un ritmo del 2,9% y que el crecimiento se recuperará tanto en países desarrollados como en desarrollo. En ese contexto se prevé cierta aceleración del crecimiento del PIB de América Latina y el Caribe, que alcanzaría una tasa de alrededor del 3,3%, asociada a un entorno exterior más favorable, que contribuiría a un aumento de las exportaciones. Este mayor crecimiento regional dependerá, en parte, de que continúe la recuperación en México y mejoren las cifras del Brasil, puesto que ambos países crecieron a una tasa menor que el promedio regional en 2013. Al crecimiento de la región en 2014 seguirá contribuyendo la expansión del consumo privado, aunque con aportes menores que los observados en años pasados. Esto se debe a que el ingreso disponible crecerá menos que el PIB, dado que no se producirán mejoras significativas de los términos de intercambio ni fuertes aumentos de las remesas. Asimismo, continuará la desaceleración del crédito ya observada en la región en 2013 y la expansión de la masa salarial será menor, dado que el crecimiento de la región probablemente no retomará la intensidad laboral que lo caracterizó recientemente y, por tanto, los incrementos salariales reales continuarán moderándose.

En 2014 se prevé que la reducción de la liquidez internacional se traduzca en un endurecimiento de las condiciones de financiación, lo que obligará probablemente a limitar el ritmo de crecimiento del gasto público, con lo que se iniciará, dependiendo del dinamismo de las economías, un período un poco más difícil de ajuste de la posición fiscal. Esta situación, junto con un entorno de demandas ciudadanas crecientes y bases tributarias a la baja, inducirá a las autoridades a considerar reformas tributarias para aumentar la recaudación, especialmente en un marco de cambios de gobiernos de varios países. Durante los primeros meses de 2014 también se espera que se mantenga en general la tendencia a relajar la política monetaria en la región, con el fin de estimular el crecimiento económico en un contexto de tasas de inflación bajas en la mayoría de los países. En otras palabras, ante la desaceleración del crecimiento del crédito ya observada en 2013, se espera que en 2014 la mayoría de los países continúe adoptando medidas para expandir el volumen de crédito y reducir su coste, en algunos casos mediante disminuciones de tasas de interés.

Parece evidente que el escenario de la economía mundial en 2014 plantea oportunidades y amenazas para América Latina y el Caribe. Por desgracia la principal amenaza sigue teniendo que ver con la “enfermedad holandesa”, es decir, el precio de las materias primas de las que dispone la región pero a las que no es capaz de añadir suficiente valor. Si la economía mundial no crece, no demanda las exportaciones latinoamericanas al alto precio de los últimos años y ello puede ser mortal para algunos países de la región. La falta de capacidad de las empresas latinoamericanas, especialmente las pymes, de innovar y de entrar en el círculo virtuoso de la I+D+i, sigue lastrando el desarrollo social de unos países donde el principal riesgo seguirá siendo el de las desigualdades sociales entre pobres y ricos. La carencia casi total de políticas fiscales de redistribución de la riqueza sigue impidiendo en gran medida la consolidación de clases medias y, por tanto, el neocriollismo convierte en las élites dirigentes a las familias que controlan todos los sectores económicos de un país. La típica frase que escuchas cada vez que visitas un país latinoamericano: “este país la manejan X familias”puede seguir más presente que nunca y una vez más se habrán derrochado años de bonanza para abrir más la brecha social. América Latina se juega en el 2014 mucho de la credibilidad ganada en el contexto internacional en la última década, ya no tanto por los problemas de deuda de otrora, pero si en su capacidad por desarrollar sociedades libres y estables, con clases medias asentadas donde la educación o la sanidad no se conviertan en barreras de entrada y de salida para el progreso personal. Es su reto y también el nuestro si queremos contar con el Atlántico como espacio de vanguardia mundial.

null