Consejo Europeo de verano: la UE sigue haciendo sus deberes… con 5 raspado

Ya se sabe que desde popularización de la teoría de la relatividad, es decir, que todo es según se mire, podemos ver la realidad como una botella medio llena o medio vacía. Yo cuando observo el proceso de construcción europeo trato de hacerlo con perspectiva, con la que su trayectoria e historia nos ha enseñado y desde esos parámetros, son los pequeños pasos los que más han hecho por este proyecto de unión complejo y dificultoso. Por eso creo que el último Consejo Europeo, el de verano, preludio de las vacaciones de nuestros líderes políticos, nos ha dejado un racimo de decisiones, que sin tirar cohetes, suponen un aprobado raspado, suficiente para seguir caminando juntos. Se han puesto las bases definitivas y los plazos fijos para la entrada en vigor de la Unión Bancaria; se ha dotado en cuantía, aunque raquítica, también con fecha de pago, el fondo para el empleo juvenil y se ha instrumentado a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI) una línea de crédito para las pymes europeas. Y por si fuera poco, el presupuesto enmendado por el Parlamento ya tiene el visto bueno del Consejo y la imprescindible reforma de la Política Agrícola Comunitaria (PAC) parece cercana a llegar a buen puerto. Todo ello a escasas fechas de la incorporación oficial de un nuevo socio, Croacia, que ensancha nuestras fronteras y nuestra riqueza diversa. Seguro que para los euroescépticos y para los euroutópicos, como casi siempre este es un Consejo fallido, pero Europa nunca se ha construido a base de filias y fobias, más bien se diseñó y se ha ido haciendo realidad a base de trancas y barrancas, de parones y arreones, pero en ese bailar la conga a que nos tiene acostumbrados la Unión, lo mejor siempre han sido los pasitos cortos hacia adelante.

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Pero vayamos por partes y analicemos el alcance de zancada que las decisiones tomadas en Bruselas suponen. El Ecofin había allanado con una decisión previa el asunto de la Unidad Bancaria. Los ministros de Economía de los Veintisiete lograron el jueves al segundo intento un acuerdo sobre la nueva directiva para gestionar la reestructuración y liquidación de bancos, que establece qué acreedores deben asumir pérdidas en futuras crisis bancarias. La norma garantiza que en ningún caso se tocarán los depósitos inferiores a 100.000 euros y otorga una protección especial a los de más de 100.000 euros en manos de pymes y particulares, que sólo sufrirán pérdidas como último recurso. Los Veintisiete siguen firmes, a pesar de los continuos retrasos y de las objeciones deAlemania, en el tortuoso viaje hacia la unión bancaria, que debería estar lista a final de año. Para ello deben alcanzarse acuerdos definitivos sobre la directiva de resolución —el cierre— de bancos. Por tanto, estamos a las puertas de contar con un verdadero Banco Central que funcione como Reserva, de ahí a la emisión de bonos quedará un suspiro. Si tenemos en cuenta que en Estados Unidos el dólar empezó a circular en 1785 y la FED, la Reserva Federal empezó a funcionar en 1913, los europeos habremos tardado bastante menos en contar con un sistema financiero propio, dado que el euro lleva en funcionamiento desde 1995 y el BCEfue instituido en 1998. En menos de 20 años habremos completado un proceso monetario y financiero para el que EE.UU. necesitó 120 años y una guerra civil. Un siglo menos si bien los tiempos y las necesidades poco tienen que ver hoy.

Por fin hemos tenido una Cumbre que no ha centrado sus debates en el euro y en los rescates a países. Y ello ha posibilitado que de una vez la mirada abandone la sede de los banco y mire tímidamente a la calle y al drama que viven los ciudadanos en plena crisis económica. Los Jefes de Estado o de Gobierno han decidido un Pacto por el Crecimiento y el Empleo en el que se recoge la actuación que deben emprender los Estados miembros y la Unión Europea con el fin de relanzar el crecimiento, la inversión y el empleo, así como hacer que Europa sea más competitiva. La UE hace los deberes que puede dado que las políticas de empleo son patrimonio y competencia de los Estados miembros. El pacto tácito alcanzado hace más de un año entre François Hollande, Mario Monti y MarianoRajoy logró arrancar en un principio a Angela Merkel un paquete para el crecimiento y el empleo de 120.000 millones de euros que debería gastarse en medidas con un efecto inmediato en el crecimiento. El Consejo ha aprobado la mínima cifra de 8.000 millones, eso sí de los un tercio serán para España, líder europeo en paro juvenil. Supone destinar 2.000 euros a cada parado juvenil español. Sin embargo, resulta más relevante la recomendación que puede tornarse exigencia de la UE a que cada Estado aplique fondos y medidas para reducir esta lacra. Ahora le queda a los jefes de Gobierno la tarea de profundizar la línea trazada por Bruselas. A quiénes no se apliquen, la Comisión y sus ciudadanos se lo reprocharán.

En el caso de las pymes, las expectativas estaban puesta en el plan conjunto Comisión Europea-Banco Europeo de Inversiones (BEI) para reciclar 10.000 millones de fondos estructurales y, mediante ingeniería financiera, convertirlos en hasta 100.000 millones de créditos a pymes. Pero este plan afronta obstáculos técnicos (el BEI quiere mantener su triple A y en la versión más ambiciosa, el programa conlleva un apalancamiento de hasta 10 veces) y políticos (obliga a los socios europeos a utilizar parte de sus fondos estructurales). Además, la última versión del borrador ata más en corto al BEI. El documento mantiene el respaldo a la iniciativa, pero añade que se deben respetar “los principios de solidez financiera y transparencia, así como los límites de crédito acordados por el BEI”. Es decir, el BEI podrá asumir más riesgo, pero sin pasarse. Por eso mismo, los Veintisiete retrasan al mes de julio el debate sobre los detalles técnicos de este instrumento, ya que en función de cómo se articule, el BEI y los socios europeos asumirán más o menos riesgos y se ayudará a más o menos pymes. La decisión sobre el diseño de este instrumento, y su dotación máxima, vuelve aplazarse hasta julio, según figura en el proyecto de conclusiones, que no menciona ninguna cifra. El único compromiso que han asumido los líderes europeos es que el plan esté operativo “en enero de 2014″.

Sin duda la decisión más trascendente e histórica que han tomado los jefes de Gobierno es la del visto bueno a la negociación con Serbia para su adhesión a la Unión Europea. Tras un largo camino, el inicio de esos contactos, fijado para enero del año próximo como fecha límite, representa un paso clave en el futuro comunitario: Europa se dispone a restañar sus últimas heridas de guerra. Cuando el próximo 1 de julio Croacia se convierta oficialmente en el Estado miembro número 28 de la Unión, Serbia estará a las puertas de poder serlo. La mayoría de países defendía abrir en octubre las negociaciones con Serbia, candidato a la adhesión desde marzo de 2012, pero Alemania ha insistido en retrasarlas hasta enero tras rechazar la propuesta de compromiso de abrirlas en diciembre. Los ministros de Asuntos Europeos de la UE recomendaron el martes abrir negociaciones con Serbia “a más tardar en enero de 2014″, pero dejaron en manos de los líderes, como quería Berlín, decidir si ellos también debían dar su visto bueno al mandato o marco de negociación del acuerdo o bastaba con el visto bueno a nivel ministerial como es lo “normal”, así como iniciar negociaciones de un Acuerdo de Asociación con Kosovo.

“E la nave va” podríamos decir fellinianamente. La Unión sigue sorteando problemas y tratando de ensanchar su espacio sin perder sus referentes y valores diferenciales: la democracia, el respeto a los derechos humanos y el Estado del bienestar. Lo hace como lo ha hecho siempre, no nos engañemos, a trompicones, con socios poniendo palos en las ruedas y con poco apasionamiento. Pero lo hace y mal haremos si despreciamos sus avances o si hacemos caso omiso a lo que en Bruselas se decide. Europa es nuestro destino común, el que nos relaciona con el mundo y el lugar donde nos jugamos nuestros sueños. Resulta increíble que siendo la plaza donde se dirimen los asuntos más trascendentales de la cosa pública, los españoles sigan siendo ágrafos de lo que allí sucede. Culpa dolosa tienen los distintos Gobiernos que no han querido o sabido hacer pedagogía de la importancia de conocer los mecanismos decisorios y las noticias que en Bruselas se cuecen. Pero responsables son todos los que han convertido la UE en la diana de las críticas de todos sus males, cuando ni siquiera saben quién es el presidente del Consejo o la Comisión Europea, ni lo que decide su Gobierno o lo que de soberanía ha cedido ya hace lustros a la Unión. Será que están más ocupados en saberse la alineación de “la roja” que de saber que Irlanda pasa a Lituania el testigo de la presidencia de turno el próximo 1 de julio… ¡país!.

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Crónica del IV Reich: Una Unión Bancaria Europea a la germánica

Siguiendo con la monótona serie de post dedicados a narrar las gestas de AngelaMerkel en las instituciones europeas, toca explicar uno de los más flagrantes ejercicios de egoísmo antieuropeísta que hasta la fecha habíamos vivido. En el Consejo Europeo de junio de este año, hace ya seis meses, los líderes europeos presionados por la crisis del euro y de la deuda soberana de algunos de los miembros de la moneda única alcanzaban un acuerdo para la puesta en marcha de la Unión Bancaria Europea, probablemente en la única escena de los últimos años que suponía un revés para los intereses de Alemania en su particular diseño y modo de entender la Unión Europea. A regañadientes pero Merkel aceptaba un acuerdo que no le satisfacía ni en los procedimientos, ni en los tiempos de implementación. Le gustara o no, quedaba obligada a cumplir un acuerdo de Consejo, pero la Canciller se apresuró a las pocas semanas del encuentro en Bruselas a dejar claro que Alemania no aceptaba lo pactado y cambiaría la letra y la música de la Unión Bancaria en posteriores reuniones. Y dicho y hecho que para eso es la más fuerte y la que manda. Ha llegado diciembre y ha impuesto su criterio en casi todos los postulados, pero principalmente en dos cuestiones básicas: el control del BCE sobre las entidades financieras deja fuera a las cajas de los länders alemanes y la aplicación del organismo de supervisión bancaria del Banco Central no será efectivo hasta marzo del 2014, nada más y nada menos que casi dos años después de tomada la decisión. Lo cómico es que luego quieren nuestros gobernantes que les tomen en serio los mercados.

Para llegar a un final feliz para Merkel, como casi siempre se han agotado los plazos hasta la extenuación de los asistentes. Improvisación y una reunión de más de 14 horas han sido necesarias para que los ministros de Finanzas de laUnión Europea hayan logrado por fin cumplir con el mandato que les dieron los líderes europeos en la última cumbre y dejar cerrado el marco legislativo sobre el que se construirá el supervisor bancario único. De esta forma en la reunión del Consejo Europeo de invierno los jefes de Estado y de Gobierno de la UE podrá presumir de haber logrado el primero de los objetivos impuestos para avanzar hacia una verdadera integración europea. El acuerdo sobre el nuevo Supervisor Bancario Europeo sienta las bases legales para poner en marcha esta nueva institución, cuyas tareas de control bancario recaerán sobre el Banco Central Europeo (BCE), y que supone el primer pilar de la Unión Bancaria. Sin embargo, los ciudadanos europeos deberemos esperar a marzo de 2014 para que el supervisor entre en funcionamiento, un condicional que causa grave perjuicio a los países más acosados por la prima de riesgo de los mercados de deuda, sobre todo, a España e Italia, pero que de refilón podría extender su presión también aFrancia.

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El acuerdo supone una clara victoria de Alemania frente a las tesis defendidas por otros países de la eurozona -España y Francia, por ejemplo- desde que se iniciaron las discusiones. Finalmente el BCE sólo tendrá capacidad de actuación directa sobre los bancos cuyo tamaño sea superior a los 30.000 millones de euros en activos. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, había impuesto esta condición para dar su visto bueno definitivo a los documentos legislativos que regulan este nuevo organismo. De este modo las pequeñas entidades financieras germanas, muchas de ellas de carácter público, se escaparán del ámbito de supervisión del BCE y seguirán siendo controladas por las autoridades nacionales. En la práctica supondrá que el Eurobanco tendrá competencia de supervisión directa sobre alrededor de 200 de los 6.000 bancos que hay en la Eurozona. Eso sí, el acuerdo especifica que podrá intervenir directamente cualquier entidad en caso de que se detecten problemas en su funcionamiento y suponga una amenaza para el sistema financiero europeo. El ámbito de actuación del supervisor europeo será todos los países que componen la eurozona más el resto de estados de la UE que libremente quieran adherirse a la Unión Bancaria. El Ejecutivo comunitario espera que todos los países de fuera del euro se sumen al mecanismo de supervisión única, excepto Reino UnidoSuecia yRepública Checa.

Las competencias de control que adquiere el BCE le permitirán conceder y retirar fichas bancarias, investigar instituciones, imponer sanciones a las entidades que no cumplan con los estándares fijados e intervenir directamente su gestión e iniciar el proceso de liquidación si fuera necesario. Los supervisores nacionales continuarán su tarea de control ‘in situ’ de los bancos y tendrán competencias directas sobre las entidades más pequeñas. Otro de los puntos conflictivos de las negociaciones era cómo garantizar que los países que no forman parte del euro tenían una representación equitativa en el órgano de dirección, ya que los Tratados europeos estipulan que en última instancia sólo pueden tomar decisiones los órganos ejecutivos ya establecidos y en los que sólo participan los países de la eurozona. El compromiso alcanzado estipula que tanto en estas decisiones como en las que atañen a la Autoridad Bancaria Europea (EBA) se fijarán sistemas de votación que tengan en cuenta de forma equilibrada a los países del euro y los que no comparten la moneda común. Este acuerdo supone una de las mayores transferencias de competencias nacionales al nivel comunitario de los últimos años y sienta las bases para que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), el fondo de rescate europeo, pueda recapitalizar directamente a las entidades financieras sin necesidad de que el dinero pase primero por el estado miembro, como ha sido el caso de España.

Resumida la crónica de una nueva imposición alemana a la Unión, queda por esclarecer algunas de las consecuencias básicas del acuerdo para los demás. En el caso de España, entre 15 y 16 bancos españoles, que representan más del 90% del sistema financiero nacional, quedarán bajo control directo del Banco Central Europeo (BCE) como supervisor único de la eurozona. El Banco de España ya puede descansar en paz porque sus funciones quedan muertas y enterradas. Lo peor de la historia es que el sistema de cajas de ahorro en España ha sido brutalmente demolido en medio de la crisis financiera, sin que ninguno de los gobierno responsables de la catástrofe, primero el socialista y luego popular hayan sido capaces de salvar entidades de fuerte implantación local y muy necesarias para el desarrollo económico territorial. Los ciudadanos hemos perdido competencia en el sector y las pequeñas y medianas empresas acceso a crédito implicado en la zona y de cercanía. Todo casualmente confluye ahora con la aparición del nuevo organismo que prácticamente controlará la totalidad de la banca española. La segunda nefasta consecuencia, al menos para los que somos firmes creyentes de las herramientas europeas monetarias y fiscales armonizadas, es el abandono que parece definitivo de los eurobonos. A quien sigue imperando la máxima merkeliana de que cada uno se busque la vida mientras a ella le siga beneficiando el diferencial con el bono alemán. Y finalmente, el plazo que Alemania ha impuesto para la entrada en vigor de la Unidad Bancaria le permite sanear su maltrecha banca, endeudada en dudosos riesgos en los países más afectados por rescates, sobre todo, Grecia y dificulta a países como España e Italia la restructuración del sector financiero y la posibilidad de que el crédito vuelva a fluir.

Lo que no podemos es negar que la nave va, como diría Fellini, la Unión sigue dando pasos irreversibles de cesión de soberanía o de instituciones compartidas. Cada vez más y con la crisis a más ritmo, somos más Europa y eso a los ojos del mundo resulta innegable. Pero la cuestión es la forma en que se está produciendo ese proceso y el dibujo que va perfilándose. El famoso dilema entre una Alemania a la europea o una Europa a la alemana cada vez deja menos lugar a dudas. Ese ejercicio de soberbia e imposición está dejando huellas en los países más perjudicados por la crisis y los recortes sociales. Un surco de antigermanismo que rompe en dos la UE haciendo saltar de nuevo las filias y las fobias en torno a Berlín. Hemos pasado del acervo comunitario donde se fraguaban las decisiones de comisión en comisión y en una salsa condimentadas entre todos a la decisión ponderada donde a la larga el más poderoso impone unilateralmente sus criterios. Por otro lado, la Alemania de Merkel está monopolizando las propuestas de salida a la crisis bajo la tesis incontrastable porque no permite margen a otros experimentos de que es la única política posible. Lo grave es que mientras Europa recorriendo esta senda de austeridad camina firme hacia la recesión, al otro lado del Atlántico la administración Obamay la Reserva Federal sigue lanzando programas de reactivación con dinero barato –  para mantener los tipos a cero, la Reserva Federal imprimirá el equivalente a 65.000 millones de euros al mes para comprar bonos del Tesoro e hipotecas – con el objetivo de bajar la tasa de paro de 6,5%. Europa avanza, pues, pero lo que no sabemos si es por el camino equivocado.

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