Fuga de patriotas

El Estado español está en fuga. Una especie de pérdida de identidad y de capacidad para hacerse con el control de lo que sucede dentro de sus fronteras se está apoderando del subconsciente colectivo. Corren malo tiempos para aquellos a los que se les llena la boca hablando de la fuerza nacional española y que glosan las gestas históricas imperiales. El recurso a culpar de todos los males patrios a las opiniones diversas que se emiten desde posiciones nacionalistas de catalanes, vascos o gallegos, ante una crisis galopante como la que vivimos, suena a poco. Por supuesto que todos nuestros males provienen de ese periodo de infausto recuerdo que significó la transición democrática, cuando en una especie de locura general cedimos a la turba roja de socialistas y comunistas y los indignos deseos de los separatistas pariendo un engendro contra natura patria, como es el Estado de las Autonomías. Pero esta españolísima simplona doctrina ya no resulta suficiente cuando vemos día a día como se caen los frágiles cimientos de eso que algunos llaman grandilocuentemente España. Son demasiados los datos que confirman que la recesión económica se está llevando ese concepto ilusorio por el sumidero. Los más cinco millones y medio de parados, las más de 250.000 empresas que han cerrado, los más de 300.000 jóvenes que han emigrado o los más de 160.000 millones de euros que han salido de España, atestiguan dramáticamente que la fuga obliga a una urgente redefinición del Estado.

Fuga de capitales.- La salida neta de capitales del Estado (sin contar con las operaciones del Banco de España) alcanzó los 163.185,9 millones de euros en los cinco primeros meses del año, de los que 41.294,3 millones salieron sólo en mayo, como consecuencia de la huida de inversiones en cartera, préstamos y depósitos. En el mismo periodo de 2011 el saldo era positivo y se acumulaba una entrada neta de capital de 14.598,5 millones, de acuerdo con los datos de la balanza de pagos. La salida de capitales de España ha convertido al Banco Central Europeo en la principal fuente de financiación de las entidades financieras españolas. Los bancos españoles pidieron en mayo 287.813 millones prestados al BCE. La desconfianza y la incertidumbre han podido con la pasión patria y el dinero busca refugios olvidando los colores de su bandera.

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Fuga de cerebros.- La cifra de desempleo en España para la franja de edad 17-35 años supera el 44%. El Censo de Españoles Residentes Ausentes habla de la significativa salida de jóvenes “muy cualificados” que se van a otros países a trabajar. ¿A dónde se fueron? En Europa, los principales destinos son el Reino Unido, con 7,756; Francia, con 5,264 y Alemania, con 4,408. En América lo sonEE.UU., con 5,042; Ecuador, con 4,182; Venezuela, con 3,033, y Argentina, con 2,931. A Marruecos se fueron 1,557, y a China 987. La salida en masa de una generación de jóvenes supone un fenómeno similar al vivido por países comoMéxico o Argentina en tiempo en que la deuda exterior hacía inviable alcanzar niveles de crecimiento y, por tanto, de creación de empleo en estos países. La resultante clara de la pérdida de población formada y en el inicio de su vida laboral, no es otra que la pérdida de riqueza del Estado.

Fuga del Estado.- La pérdida de peso específico de lo público ante la crisis económica es palpable. En vez de reforzar la autoridad del poder público como garante de los ciudadanos ante la grave situación que atravesamos, los gobiernos de PSOE y PP han aceptado sumisamente el guión marcado desde Bruselas al dictado de Berlín, de ajustes y recortes de las capacidades públicas para hacer frente a la caída de actividad. Sin apenas inversión y con el empleo público reduciéndose hasta cotas dramáticas, el Estado se desvanece como agente protagonista en la sociedad. Los gobernantes disminuidos en sus decisiones aparecen ante la gente como meros peleles de los mercados, inmersos sus partidos en inútiles batallitas echándose la culpa unos a otros del caos. Mientras, Gobiernos autonómicos y Central se enfrentan encarnizadamente por la corroña del un 1% del déficit público, sin ofrecer el nuevo modelo de convivencia que precisamos.

Fuga de sueños.- Lo peor del estado de las cosas que vive España es la pérdida de un horizonte de ilusiones. No tiene nada que ofrecer al mañana, no le quedan sueños que vender a su población que se levanta cada día con la tremenda certeza de que el futuro será irremediablemente peor que el triste presente. No hay ni hoja de ruta, ni rumbo que trazar, ni navegantes que den confianza a la tripulación. La nave ha entrado en un mar de sargazos y se deja ir a la deriva de los vientos que imponen las decisiones. A estas alturas de la película todo el mundo sabe en España que lo que nos vaya a pasar, es decir, la siguiente mala noticia, no depende de nosotros, sino de lo que otros decidan que nos suceda.

Fuga de valores.- Nada es casualidad en el curso de la historia, todo se produce por una conjunción de elementos que se cuecen lentamente en la olla de nuestras relaciones sociales. La sociedad española llevaba décadas descuidando el adn básico de la convivencia cívica. Los valores democráticos se han deteriorado – si es que no se fundaron en el 78 con claras deficiencias – hasta niveles de degradación. Ejemplarizamos sobre ladrones de guante blanco, no tuvimos reparos para mirar hacia otro lado cuando se produjeron crímenes de terrorismo de Estado, sacralizamos un bipartidismo empobrecedor, anatemizamos al nacionalismo periférico y, sobre todo, derrochamos fondos en corrupción en vez de en educación. Esos individuos son los que ahora se enfrentan individualmente a la crisis, sin la fuerza de la solidaridad para salir adelante, porque aquí todo el mundo se ha echado al monte, las empresas grandes aplastan a las pequeñas y no queremos ver el rostro de nuestro vecino no vaya a ser que nos pida ayuda. Una sociedad sin valores, es una sociedad muerta y la nuestra está en la UVI con una enfermedad terminal diagnosticada.

El verano es tiempo de fuga, las temperaturas tórridas de la península suelen servir a episodios de evasiones varias. No seré yo quien evite el bálsamo del descanso y el olvido temporal de los problemas a aquellos que estén en disposición de disfrutar de sus vacaciones, pero tal vez es el momento de reconocer que ese juego de patriotas que desde los bandos nacionales se airea ya no tiene sentido. Seguramente porque siempre fue falso, llamar ahora a las filas por una España que no existe, debería llevarnos a clamar por un Estado posible, el de la suma bajo el mínimo común denominador y el respeto mútuo. Solo ese nuevo pacto social puede evitar la fuga definitiva.

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