¿Quién soy?

Es martes y…

«Soy cada uno de los lugares en los que he estado. Soy los caminos que me quedan por recorrer. Soy los puentes que dinamito cuando me marcho, que si tengo que volver, ya volveré por otro lado».

En ésas estoy. En un latido interminable a simple vista que algún día estallará para, después, volverse eterno. No claudico ni me espanto. Soy tela de araña que lo atrapa todo.

Soy una cuerda de humo que rodea tu cintura. Soy una moneda al aire que no sabe de qué lado caer. Soy el gesto avergonzado de esta legislatura. Soy reflejo acobardado de un oscuro amanecer.

Soy la amnesia colectiva de un país con fiebre. Soy la carta escurridiza entre las manos del crupier. Soy los cien mil deseos del hombre que vive libre. Soy el único deseo del preso que sigue en pie.

Soy los sueños que despiertan entre sueños. Soy las lágrimas de un sol que no se ve. Soy la raíz enferma de un planeta sin dueño. Soy el duelo que duele entre gritos de sed.

Soy más que lo que pido, lo que doy. Un tictac que no tirita, una tirita en mi tímpano terroso, un tenebroso templo de ternura y una duda, ¿Quién soy?

Cumbres borrascosas

Es martes y…

Esta semana se celebra en París la Cumbre del Clima en búsqueda de un acuerdo global contra el cambio climático, que, por lo visto, anda perdido. Este cónclave con tintes circenses se marca el objetivo de poner solución a un mundo devorado. El caviar no faltará, el remedio quizá sí.

Desde hace mucho tiempo, somos la única especie que no aporta nada al enriquecimiento integral del planeta. Eso sí, en reuniones para mostrar nuestra preocupación por el devenir del globo somos los campeones absolutos. El resto de seres vivos que colman el planeta andan despistados ante tanto baile de máscaras y ante tanta careta desvergonzada.

Puestos a demostrar bajeza, desde este sangrante primer mundo, hemos aceptado disminuir nuestras emisiones de dióxido de carbono derrochando ingenio. Distribuiremos nuestros malos humos por países en desarrollo, y así podremos cumplir con nuestras míseras autoimposiciones de indigencia sostenible. Total, solo nos queda por saquearles el cielo.

Cumbre de pajarracos, de cenas elegantes, de papeles mojados, de futuro sofocante. Cumbre de majestades, de honorables presidentes, de padres de tempestades, de ruinas de medio ambiente.

La chica de la curva

Es martes y…

Da miedo, mucho miedo. Ya no podemos salir a la calle sin un escudo antipánico ni coger el coche sin un detector de canguelo. Misión cumplida, enhorabuena señores del poder. Ahora, somos los mismos pero no somos los de antes. Ahora, huele, nuestro imaginario, la pólvora en cada turbante.

El eterno dilema de defensa o libertad se ha venido abajo. La línea que equilibraba el fin de la primera y el principio de la segunda se ha quebrado por completo. Todo vale contra el mal, muros más altos, aviones más grandes y balas más pesadas. Contra la barbarie más barbarie. Contra el terror, miedo que lo justifique. Ésto es la guerra, y en la guerra todo vale.

Basta un minuto de telediario para ver fantasmas por las esquinas y hacer un guión de Hitchcock de una simple ducha. Basta un poco de periodista cínico, otro poco de historia adulterada y una migaja de voluntad propia para fijar el punto de mira. Basta con dejarnos arrastrar por fábulas pavorosas para dejar, simplemente, de ser nosotros mismos. Basta, con todo ello, para pasar a formar parte del coro de histeria colectiva.

Démosle la vuelta al calcetín, a todo lo que nos perturba. Que los cuentos de terror pongan su fin, enamorados de la chica de la curva.

Claro

Es martes y…

«Que las persianas corrijan la aurora, que gane el quiero la guerra del puedo. Que los que esperan no cuenten las horas, que los que matan se mueran de miedo».

Supongo que el resto de seres vivos del planeta asistirán perplejos a esta catarata de idioteces extraordinaria. Debatirán entre ellos si somos los mismos que levantamos las pirámides, compusimos la Quinta Sinfonía y esculpimos el David, o, si por el contrario, somos un reflejo borroso de todo ello.

La irracionalidad lo ha empapado todo de ira desbocada. Nuestro raciocinio ha amanecido desnudo y sin qué ponerse. No nos queda voz que silencie esta emboscada, ni lágrimas a ríos que logren detenerse. Los muertos siempre los ha puesto el pueblo. El mismo que resiste, con fulgor, la barricada. El mismo que, en silencio, se congela en frío duelo. El mismo que se ha calentado de esperanza alada. Quizá no quede mucho por decir. Quizá, solamente, algún gesto que educara, no clasificar la sangre por el DNI y no pintarnos más banderas en la cara.

Obviamente ya sabéis de lo que hablo, del presente más abominable, de la imposición a golpe de disparo. Obviamente hablo de Damasco, de Raqqa, de Ramalah, de Chibok y de Beirut. ¡Ah! Y de París también, claro.

Declaración unilateral

Es martes y…

Tras una dura campaña electoral y unas reñidas votaciones, he resultado vencedor en las elecciones entre mi ego y yo. Por minoría absoluta. Así que, fiel a mi programa, haré y desharé a mi antojo sin cumplir nada de lo prometido. Declararé de forma unilateral la independencia de La Tierra en forma de República Universal de Personas Libres.

Prometo hacer una Constitución sin adornos de mercadillo, sin coronas de hojalata ni espejitos de princesa. Prometo empaquetar los medallones de gatillo, los aviones de batalla y los políticos de Endesa.

Prometo construir puentes en acero inoxidable. Abolir cada resquicio con aroma de frontera. Prometo respetar la palabra del que hable y enjuiciar los juicios firmados en la trinchera.

Prometo sonreír cuando berreen los voceros. Replicar su tinta sucia con poemas de Machado. Prometo desenterrar el término extranjero, y renombrarlo, para siempre, como hermano de otro lado.

Ésta es mi propuesta de nuevo Estado. Solo es un boceto, futuro papel mojado.

Soy yo

Es martes y…

Llegué cuando la nada lo era todo, cuando el pasado no fingía y la soledad era rutina. Fui moldeando los alféizares de mi castillo con peones de estraperlo, sin acordes de juglar, a riesgo de caer presa de mi misma. Convertí un pequeño paso en un eterno inabarcable y el destello de mi voz en un eco sin respuesta. Ahora, camino sin una sombra que me alcance, como un alud de luz sin un muro que lo contenga.

Hay quien dirá que se me fue de las manos, yo digo que soy humo que nunca tendrá dueño. Tan segura estoy de la victoria que, en mi propio abismo, solo siento el vértigo de los demás.

Soy yo, la que otorga y reafirma,
la que quita y discrimina,
la que funde tus certezas en un solo de temor.

Soy yo, la que abruma e hipnotiza,
la que alumbra y acaricia,
la que huye del reproche amargo en busca de calor.

Soy yo, la que cura y adormece,
la que rasga y envilece,
la que da forma y color al dolor de cada herida.

Soy yo, la que ruge y entristece,
la que adorna y agradece,
sutil y despiadada, fugaz y mágica, soy yo, la vida.

Regreso al futuro

Es martes y…

Es algo así como escribir el guión de una película dibujando el mundo varias décadas al frente. Tan imposible de predecir pero tan bonito de soñar, de lucharlo simplemente.

Libres, tan libres que no dé miedo respirar ni entornar los ojos. Que sea de misterio el único drama vivido. Que la soledad camine cada vez más lejos. Que el huracán más feroz sea el suspiro de un niño.

Vivos, tan vivos que sintamos la emoción de cada mano hermana. Que emane del manantial del mar una marea vital. Que la brisa nueva quite el polvo a la vieja sotana. Que las mallas antitrepa sean pasarelas de cristal.

Fuertes, tan fuertes que no haga falta más escudo que una voz. Que los campos sean minas antinada de amapolas. Que no corran ríos de lamento por las calles de Tindouf. Que el regreso a casa sea tan solo cuestión de horas.

Locos, tan locos que difumine nuestro grito sus grilletes. Que inundemos de claveles su emboscada de fusiles. Que se hunda para siempre su barcaza de billetes. Que las voces que ayer fueron cientos mañana sean miles.

Solo es un boceto imaginario, un esbozo de sueño profundo. Solo espero, antes de acabar con Marte, que arreglemos este mundo.

En clave de ti

Es martes y…

«Tocar una nota equivocada es insignificante. Tocar sin pasión es inexcusable».

Puedo imaginar un paisaje sin color, un espejo sin reflejo, un infierno sin calor. Puedo concebir una eternidad fugaz, un apellido sin nombre, un susurro atronador. Puedo imaginar un minuto sin reloj, un andén sin despedida, un antídoto feroz. Puedo concebir la nada, pero no una vida sin acordes, ni un acorde sin tu voz.

Sinónimo de solidaridad, de abarcar infinitos momentos al cerrar los ojos. Buzón de sensaciones, de tensiones provocadas para alcanzar la calma. Rayo de complicidad, de luz que roza a hermanos de diferente rostro. Baúl de reflexiones, de compases que acarician cada esquina de tu alma.

Se alzan las miradas al frente en un baile sincronizado. Tú marcas la entrada mientras yo sueño a tu lado. Aceleradas pulsaciones palpitan en una sola dirección, en un mismo universo, con un solo corazón. Pendiente de un hilo tan fino que parece estremecerse, pero tan fuerte que acaba por unirlo todo, nota a nota, respiración a respiración. Solo se sonríe al final, pero dura para siempre.

Somos los únicos seres que reordenan sus sentidos. Somos esclavos de una competencia sin memoria. Eduquemos en valores que despierten conmovidos. Emoción y música, asignaturas obligatorias.

Volveré

Es martes y…

«Volveré, y seré millones».

Volveré con la fuerza de un tifón a derribar tu mito. Volveré, como vuelve quien sabe de los ríos y del mar. Volveré, porque soy el eco agrietado de cada agrietado grito, porque soy el sur que resurge para no olvidar.

Volveré con el llanto amargo convertido en rabia. Volveré, como vuelve quien ha roto el cordel. Volveré, porque soy el hijo del susurro Aymara, porque soy el mismo con la misma piel.

Volveré con el recuerdo de aquel atroz genocidio. Volveré, como vuelve quien quiere tomar de nuevo el control. Volveré, porque el dolor sigue doliendo en el mismo sitio, porque no compro su falso brillo de charol.

Volveré de la mano de padre sol y madre tierra. Volveré, como vuelve la lluvia a caer del cielo. Volveré, porque mi mirada está tallada en piedra, porque es de hiedra mi manto de hielo.

Volveré, os aseguro que volveré. Sin desfiles de disfraces, sin metralla ni homenajes, sin medallas ni blindajes. Libre, como fui. Libre, como seré.

De prácticas

Es martes y…

«Somos el tiempo que nos queda, la vieja búsqueda, la nueva prueba. Yo tampoco sé vivir, estoy improvisando, pues cada uno tiene que ir tirando a su manera».

Todavía estoy aprendiendo a caminar, cultivando mis destellos de imprudencia. Sigo sin saber a que sabe el mar, ni nadar en el vaivén de la inconsciencia. Estoy en un largo periodo de prueba impredecible, soy becario del nido del firmamento. No tengo ningún título que de certeza a mi imposible, ni porto ninguna bandera de tela de juramento.

Acabo de aprender a gatear por los tejados, apunto estoy de pronunciar mi primer silencio. Ya me han susurrado el verdadero valor de los soplos de vida que no tienen precio. Y si me duermo en la cuna de soñar, gastaré el chupete de los sueños, volaré como los presos echan a volar, cuando saben que nunca tendrán dueño.

Y sin embargo, a pesar de respirar a trompicones un aire que no conozco, no permito que el virus del conformismo encharque mis pulmones. Nunca dejaré que me ciegue el envenenado reflejo de su estandarte, porque quien no sabe a donde va, siempre acaba en otra parte.