La chica de la curva

Es martes y…

Da miedo, mucho miedo. Ya no podemos salir a la calle sin un escudo antipánico ni coger el coche sin un detector de canguelo. Misión cumplida, enhorabuena señores del poder. Ahora, somos los mismos pero no somos los de antes. Ahora, huele, nuestro imaginario, la pólvora en cada turbante.

El eterno dilema de defensa o libertad se ha venido abajo. La línea que equilibraba el fin de la primera y el principio de la segunda se ha quebrado por completo. Todo vale contra el mal, muros más altos, aviones más grandes y balas más pesadas. Contra la barbarie más barbarie. Contra el terror, miedo que lo justifique. Ésto es la guerra, y en la guerra todo vale.

Basta un minuto de telediario para ver fantasmas por las esquinas y hacer un guión de Hitchcock de una simple ducha. Basta un poco de periodista cínico, otro poco de historia adulterada y una migaja de voluntad propia para fijar el punto de mira. Basta con dejarnos arrastrar por fábulas pavorosas para dejar, simplemente, de ser nosotros mismos. Basta, con todo ello, para pasar a formar parte del coro de histeria colectiva.

Démosle la vuelta al calcetín, a todo lo que nos perturba. Que los cuentos de terror pongan su fin, enamorados de la chica de la curva.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *