Hasta la victoria siempre

Es martes y…

Al séptimo día despertó.

Acurrucado y acomplejado entre los matorrales, no encontraba el momento de asomar la cabeza. El lobo acechaba desde el otro lado de la calle y al abrigo de la ceguera tampoco se estaba tan mal. Pero, en un ataque de valor y entusiasmo, emergió como emerge quien se encuentra presto, quien se siente libre, quien se sabe vivo.

El momento era ahora, porque es ahora donde estamos viviendo, porque no podíamos esperar más. Según avanzaba la noche los nervios iban cambiando de bando, encontrándose en su camino, y en dirección opuesta, con la más gigante de las esperanzas. Ahora, nos toca a nosotros, a pesar de tanto costalero del triste calvario. Ahora, que suman los votos, pese a tanto devoto de este régimen cavernario.

Cambiar tiene sentido cuando el sinsentido nos gobierna. Cuando la decencia, presa, se desangra en un rincón. Les cerramos el cortijo por falta de luz y de limpieza, y cambiamos de jefa, que la otra se perdió.

Dicen que el poder desgasta, que los años pesan, que perder apoyos es normal. Dicen, mientras sonreímos los que caminamos juntos, juntos hasta el final.

La casta nostra

Es martes y…

«Si no estamos prevenidos ante los medios de comunicación, nos harán odiar al oprimido y amar al opresor».

Se trata de cerrar un segundo los ojos para abrirlos con más fuerza. Se trata de parar nuestra marcha para emprenderla firmemente. Se trata de encontrar la llave para derribar la puerta del paraíso libre que reside en nuestra mente.

Se trata de espantar las moscas del reproche mutuo. Se trata de no ceder a su chantaje electoral. Se trata de no firmar en su discurso fatuo que provoque, de nuevo, un perverso temporal.

Se trata de fumigar el árbol de la indecencia. Se trata de desterrar su aroma en descomposición. Se trata de erradicar su marca de decadencia, esencia de sus pilares tallados de corrupción.

Cara a cara en el espejo, devolviendo lo que somos. Meditando en el consejo de cambiar, o no, de cromos. Cara a cara frente a ellos, en la intimidad efervescente, dejaremos nuestra sello en una urna incandescente.

Tic tac

Es martes y…

Entre lemas de discurso «aburridísimo» y tristes promesas de regeneración. Unos son los que, siempre, han escrito la letra, y los otros los que silban la canción.

La cuenta atrás ya ha comenzado. El caramelo autonómico está tan cerca de sus manos que desordenarán tu paz hasta que pintes la papeleta con su color. Ahora, se trata de buscar acomodo en alguno de los bandos expuestos a concurso, reflexión mediante ante tanto militante.

Los que mandan hacen paseíllo en aperturas. Cortan sonrientes el ribete inaugural. Quieren que olvidemos el precio de la factura, de la pintura gastada en enfangar nuestro mural. Mientras tanto, desde el palco, saludan sus camaradas. Amigos del lado oscuro y de su afán demoledor. Pabellones y circuitos entre dietas y papadas. Disfrazados por los medios de progreso arrollador.

Los buzones reclaman auxilio por ahogo, no soportan tanta tinta tonta en su interior. Se desborda la lengua hendida del demagogo. Ruego, por nosotros, se apiade, el gran prior.

Mi trozo de cielo

Es martes y…

Un parto de luz que no nos deja abrir los ojos. Una caricia que envuelve el desorden sufrido. Un breve instante que cubre su mundo de antojos. Hinojo que cura la herida del viaje vivido.

Una vez amanecido el primer día, una vez sentido su suspiro. Una vez mojada tu mejilla, la astilla de sus entrañas brilla en tu latido. Una vez firmado, para siempre, el contrato que no admite despidos, vuelves para acariciar su vientre entre recuerdos de sueño interrumpido.

Abrazo indeleble en cada pesadilla, pequeña supernova por el cielo. Lucero que da calor en las manillas de arcilla de tu reloj de hielo. Sombra inagotable en sus brazos de encina, portadora del secreto de tu llama. Aliento en los estertores de tu ruina, el primer compás de cada pentagrama.

La veamos al mirar hacia la luna o al girar, nuestro cuello, un segundo. La mano que meció nuestra cuna, es de la mejor madre del mundo.