Preliminares

Es martes y…

«Rendido, empapado en alcohol y en su ausencia, sangrando la herida que ha abierto esta espera, gritando: ¿Dónde estás rubia? Regresa».

No es rubia pero está de vuelta, a muy pocos pasos de la salida, con un mismo recorrido por hacer, pero con zapatillas diferentes. Las elecciones ya están aquí, salvo que a última hora, en un acto suicida, una gaviota cualquiera decida caer en picado a por la última rosa del jardín. Y el naranjo tan contento.

Esta semana toca paseo por Zarzuela para visitar al ciudadano Felipe. Comprobar que sigue con trabajo, la familia bien y las niñas muy felices en el colegio. Los abuelos con achaques pero no nos vamos a quejar. Y una vez pasada revista vuelta a las urnas.

Toca atarse los cordones y preparar la jaculatoria. Es el momento de reflexiones, de sacudir la memoria. Nunca será un fracaso la expresión libre de un pueblo. Toca vaciar el vaso para, después, devolverlo lleno.

Toca mitigar el paso de la leve diferencia. Ahora, es el tiempo de su ocaso y de nuestras confluencias. Ahora, justo en este instante está alumbrando el porvenir, porque nacimos para vencer, no para resistir.

Ambas las traerá la primavera y serán el fin de esta sangría. Solo se intercambian una letra, benditas alergia y alegría.

Hoy no

Es martes y…

Hoy no me apetece escribir. Sinceramente, no tengo ganas.

No sé si es por la tormenta, por las cenizas, o por la calma. No sé si es por Lesbos, por Palmira, o por Turquía. Quizá sea por los gritos que me desgarran el alma. Quizá por los silencios de gargantas en sequía.

Puede ser por el suicidio diario de la decencia. Puede ser por el quebranto brusco de la dignidad. Quizá sea por la agenda llena de incomparecencias. Quizá por tanta tribuna en crisis de genialidad.

Es posible que sea por el murmullo descosido. Puede ser por la mentira cien mil veces repetida. Quizá sea por la pluma que no sale de su nido. Quizá por la pluma que sólo tiene una vida.

Puede ser por las miradas que duermen al raso. Puede ser por los cajeros convertidos en hogar. Puede ser por la alambrada en la ladera del Parnaso. Quizá sea por la mordaza que nos toca derogar.

Sea por cualquier motivo de ellos, o por alguno aún por concebir, o sea por estos, por esos o por aquellos, pero hoy, honestamente, no me apetece escribir.

Donde cagó el Conde

Es martes y…

«He decidido atracar el banco, esconder el botín y cumplir condena, que no me da pena vivir de gratis en la trena».

Fue pisar los pasillos de la cárcel y ver cómo los años pasaban como semanas, los días como segundos y su pena como vapor de agua entre los dedos. Es lo que tiene hacer un seguro de amistad con aforados desvergonzados y justicieros de toga torcida. Las cartas estaban marcadas y no era cuestión de que todo el mundo las viera.

Mario, el banquero modelo, el esbelto cortés, el amigo de todos. Mario, el fiel caballero, usurero del mes, el chico de oro. Mario, el rey liberal, social y demócrata, gomina de plomo. Mario, el preso fugaz, el nuevo pirata, impuestos de gnomo. Mario, después de ganar, volver a ganar, duelo tras duelo. Mario, después de ganar, volver a jugar y ganar de nuevo.

Millones a espuertas en la madriguera suiza. A esta ronda invita el pueblo, señor Conde. El sudor ajeno, por lo visto, no cotiza. Corre Hacienda corre, corre corre que se esconde.

El país de las maravillas

Es martes y…

«Espinas de la guerra para los más chicos, que ancianos organizan para ganarse el cobre. Rutina es la venganza para los más ricos, la cárcel castigando los deseos del pobre».

Los patriotas lo han vuelto a hacer. Lo más triste es que ya nada sorprende y pasará de largo como un desvelo en medio de la noche. Amarrados a las insignias nacionales presumirán de país con muñequeras bicolores de todo a cien. La patria por encima de todo, y los bobos a aplaudir tras el cristal. La patria por encima de todo, la patria, claro está, de su capital.

Constituir una sociedad en Santiago de Veraguas o en las Islas Vírgenes Británicas no supone, en sí mismo, ningún delito. El problema surge cuando se hace con nocturnidad y poco romanticismo, con el único fin de evitar pasar por caja. Y como la caja somos todos, o al menos deberíamos serlo, gracia la justa.

Los papeles de Panamá dejan pocos títeres con cabeza. No se salva de la quema ni la fina realeza. El canal ya no da a basto para tanto gerifalte, habrá que abrir sucursal en el paraíso de Marte. Supongo que Montoro lo estará tomando en cuenta, y les leerá la cartilla, en la campaña de la renta.

Se filtra la noticia y la prensa mundial estalla, las portadas se blanquean con argucias de novel. Los más poderosos han ganado la batalla, duermen entre barras los que roban pan de ayer.