Regreso al futuro

Es martes y…

Es algo así como escribir el guión de una película dibujando el mundo varias décadas al frente. Tan imposible de predecir pero tan bonito de soñar, de lucharlo simplemente.

Libres, tan libres que no dé miedo respirar ni entornar los ojos. Que sea de misterio el único drama vivido. Que la soledad camine cada vez más lejos. Que el huracán más feroz sea el suspiro de un niño.

Vivos, tan vivos que sintamos la emoción de cada mano hermana. Que emane del manantial del mar una marea vital. Que la brisa nueva quite el polvo a la vieja sotana. Que las mallas antitrepa sean pasarelas de cristal.

Fuertes, tan fuertes que no haga falta más escudo que una voz. Que los campos sean minas antinada de amapolas. Que no corran ríos de lamento por las calles de Tindouf. Que el regreso a casa sea tan solo cuestión de horas.

Locos, tan locos que difumine nuestro grito sus grilletes. Que inundemos de claveles su emboscada de fusiles. Que se hunda para siempre su barcaza de billetes. Que las voces que ayer fueron cientos mañana sean miles.

Solo es un boceto imaginario, un esbozo de sueño profundo. Solo espero, antes de acabar con Marte, que arreglemos este mundo.

En clave de ti

Es martes y…

«Tocar una nota equivocada es insignificante. Tocar sin pasión es inexcusable».

Puedo imaginar un paisaje sin color, un espejo sin reflejo, un infierno sin calor. Puedo concebir una eternidad fugaz, un apellido sin nombre, un susurro atronador. Puedo imaginar un minuto sin reloj, un andén sin despedida, un antídoto feroz. Puedo concebir la nada, pero no una vida sin acordes, ni un acorde sin tu voz.

Sinónimo de solidaridad, de abarcar infinitos momentos al cerrar los ojos. Buzón de sensaciones, de tensiones provocadas para alcanzar la calma. Rayo de complicidad, de luz que roza a hermanos de diferente rostro. Baúl de reflexiones, de compases que acarician cada esquina de tu alma.

Se alzan las miradas al frente en un baile sincronizado. Tú marcas la entrada mientras yo sueño a tu lado. Aceleradas pulsaciones palpitan en una sola dirección, en un mismo universo, con un solo corazón. Pendiente de un hilo tan fino que parece estremecerse, pero tan fuerte que acaba por unirlo todo, nota a nota, respiración a respiración. Solo se sonríe al final, pero dura para siempre.

Somos los únicos seres que reordenan sus sentidos. Somos esclavos de una competencia sin memoria. Eduquemos en valores que despierten conmovidos. Emoción y música, asignaturas obligatorias.

Volveré

Es martes y…

«Volveré, y seré millones».

Volveré con la fuerza de un tifón a derribar tu mito. Volveré, como vuelve quien sabe de los ríos y del mar. Volveré, porque soy el eco agrietado de cada agrietado grito, porque soy el sur que resurge para no olvidar.

Volveré con el llanto amargo convertido en rabia. Volveré, como vuelve quien ha roto el cordel. Volveré, porque soy el hijo del susurro Aymara, porque soy el mismo con la misma piel.

Volveré con el recuerdo de aquel atroz genocidio. Volveré, como vuelve quien quiere tomar de nuevo el control. Volveré, porque el dolor sigue doliendo en el mismo sitio, porque no compro su falso brillo de charol.

Volveré de la mano de padre sol y madre tierra. Volveré, como vuelve la lluvia a caer del cielo. Volveré, porque mi mirada está tallada en piedra, porque es de hiedra mi manto de hielo.

Volveré, os aseguro que volveré. Sin desfiles de disfraces, sin metralla ni homenajes, sin medallas ni blindajes. Libre, como fui. Libre, como seré.

De prácticas

Es martes y…

«Somos el tiempo que nos queda, la vieja búsqueda, la nueva prueba. Yo tampoco sé vivir, estoy improvisando, pues cada uno tiene que ir tirando a su manera».

Todavía estoy aprendiendo a caminar, cultivando mis destellos de imprudencia. Sigo sin saber a que sabe el mar, ni nadar en el vaivén de la inconsciencia. Estoy en un largo periodo de prueba impredecible, soy becario del nido del firmamento. No tengo ningún título que de certeza a mi imposible, ni porto ninguna bandera de tela de juramento.

Acabo de aprender a gatear por los tejados, apunto estoy de pronunciar mi primer silencio. Ya me han susurrado el verdadero valor de los soplos de vida que no tienen precio. Y si me duermo en la cuna de soñar, gastaré el chupete de los sueños, volaré como los presos echan a volar, cuando saben que nunca tendrán dueño.

Y sin embargo, a pesar de respirar a trompicones un aire que no conozco, no permito que el virus del conformismo encharque mis pulmones. Nunca dejaré que me ciegue el envenenado reflejo de su estandarte, porque quien no sabe a donde va, siempre acaba en otra parte.