El milagro del sur

Es martes y…

Se abrió paso entre las tinieblas para iluminar esta nueva era.

Después de días, semanas y meses abriendo informativos y copando las portadas de la honorable prensa española, Venezuela parece haber obrado el milagro. Su actualidad tortuosa ha desaparecido de nuestras vidas y, a tenor del intachable rigor de nuestro periodismo, es de imaginar que es fruto de un giro copernicano que todo lo ha arreglado.

Son varios los factores que han debido provocar esta escalada de esperanza. Que duda cabe que la visita, en plena campaña electoral y de forma desinteresada, del insigne Albert Rivera supuso un aliento, casi extrasensorial, para la mermada vida de nuestros hermanos del sur. Tampoco podemos olvidar la infatigable labor del camarada Felipe González, aportando su sabiduría y humildad a la causa desde su incuestionable prisma socialista y corazón revolucionario.

Cínicos impresentables a sueldo del IBEX 35, traficáis con la miseria del rédito electoral. Buscáis una herida abierta para hurgarla con ahínco, habéis traspasado la línea de vuestro propio umbral. El virus del sobresalto ya ha calado en nuestros huesos, somos títeres movidos por los hilos del poder. Respiramos aire libre con pulmones de preso, nuestros ojos comen miedo que no se puede devolver.

En Caracas ya sueñan con las terceras elecciones, así observan sus cabezas bajo el foco de atención. Ahora, sin campaña, ya no suenan sus canciones. Ahora, no existen noticias sobre la revolución.

Adiós España

Es martes y…

«Si los españoles fuesen dinosaurios, votarían al meteorito».

Dimito. Sinceramente, no llego a concebir ese síndrome de Estocolmo que maniata nuestra voluntad cada vez que nos toca abarrotar las urnas. Es un ritual maléfico que elegimos sin espadas ni paredes pero con muy poca ventilación en la mirada. Hace mucho tiempo que la sociedad española dejó de ser víctima para convertirse en verdugo. Y eso es lo más grave que puede suceder.

Ni sobres escondidos ni billetes morados, ni EREs pervertidos ni juicio sin juzgados. Ni cuentas sin embargo, ni sedes registradas, ni leyes por encargo ni escuchas endemoniadas. Ni Suiza ni Panamá, solo Irán y Venezuela. Ni lágrimas de mamá, ni agujeros en escuelas. Ni batas hastiadas, ni aeropuertos sin aviones. Ni coronas anticuadas, ni esperanza entre cartones.

Nada importa, pueden seguir deshaciendo a su antojo que en las próximas elecciones les volveremos a votar. Con más ganas, no vaya a ser que quieran acabar con nuestra condición de esclavos, de siervos y de imbéciles. Que estos nuevos quieren acabar con todo.

Nunca tuve nación ni fronteras en mis manos. Ahora, reafirmo la inmensa patria de aquellos que me sienten como hermanos.

Por el corazón

Es martes y…

De nuevo, frente a frente ante las urnas. Toca llenarla de sonrisas o cavar nuestra propia tumba.

Cada uno, cada una, tiene en su voto una pequeña porción de la responsabilidad conjunta que, como sociedad, marcará, o al menos rozará, nuestro devenir en los próximos años. Sí, votar es decidir por uno mismo y por el resto de la comunidad, y solo por ello, debería llevar aparejado un proceso de reflexión y de análisis mínimo. El «son todos iguales» sirve para que sigan gobernando quienes quieren que esa afirmación sea tu única crítica política.

Salgamos, un momento, de la sala de máquinas para que el ruido no perturbe nuestro juicio. Rescatemos el silencio del después de las ruinas y de la metralla mediática de su artificio. Pongamos a enfriar el raciocinio y, al calor de la hoguera, la emoción. Sonriamos cuando acabe el escrutinio, al no escuchar la melodía de la misma canción.

Que rujan las papeletas de la rabia, que ruja la ira contra la sinrazón. Votar por el brote de la nueva savia, es votar con la cabeza, es votar por el corazón.

Homo Reaccionarius

Es martes y…

«No me gusta la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo. Usted es imbécil».

Y no estoy insultando a nadie, es una simple descripción gráfica de lo que, a diario, pasa por delante de nuestros ojos. Cuando no se tiene ni el valor ni la entereza para buscar la felicidad en el interior de cada uno, se necesita destruir la vida de los demás para ver realizada la propia. Solo así, son capaces de salir a la calle. Lo dicho, imbéciles.

De vez en cuando ocurre un hecho extraordinario que pone de relieve, por unas horas, una problemática que, en porciones más pequeñas pero igual de dolorosas, supura diariamente por cualquier rincón de este degradado mundo. La masacre de Orlando es solo la punta de un iceberg que esconde mucho más de lo que muestra.

Ciertos sectores tienen la curiosa tendencia a dar por sentado que sus opiniones no son tales, sino axiomas fuera de toda discusión, escondiendo tras el negro faldón de su desprecio la mayor de las bajezas morales. Lo grave no es autoconvencerte de cualquier estupidez, sino tratar de imponerlo a los demás bajo el pretexto de una falsa autoridad ética.

Son algunos quienes ejecutan lo que otros muchos van alimentando. Son los tontos útiles que toda tiranía necesita. Son algunos quienes, en campaña, tiñen de duro su pellejo blando, para luego, vilmente, machacar aquello que predican.

Sueña sin testigos, ni disfraces, ni cadenas, ni dueños. Sueña sin impuestos al vuelo despierto de tus sueños.

La escombrera

Es martes y…

«Se puede engañar a todos algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo».

Estamos inmersos en plena precampaña electoral, que es como la campaña pero sin poder decir «vótame», y el hedor ya se ha hecho insostenible. Buscar o inventarse las vergüenzas del contrincante para tapar las tuyas propias, suele ser algo común y sin ideología, pero algunos se han pasado de rosca. Directamente, se les ha ido de las manos.

Cierto es que una sociedad robada, maltratada y saqueada a plena luz del día, y que vuelve a votar a su verdugo una y otra vez, es una sociedad golosa para difamadores y cuñados profesionales. Sin embargo, el despertador de muchos durmientes ya ha sonado, y el maquillaje de los impostores parece derretirse cómicamente.

No por mucho repetir, se hace verdad la mentira, ni nos ciega el artificio que brilla en sus lentejuelas. No por mucho calumniar, compraran nuestra retina, ni impondrán su foco roto en la querida Venezuela.

Guardianes de los derechos de los pobres que dan votos. Sanadores de tullidos por butacas demoníacas. Enviados al infierno para hacerse un par de fotos. Próxima propuesta seria: mudar el Congreso a Caracas.

Esta es la escombrera que derrapa en la pantalla, esta es su cara de verdad, esta es su verdadera talla.

Si yo tuviera una escoba

Es martes y…

«Si yo tuviera una escoba, si yo tuviera una escoba, si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería».

Si yo tuviera una escoba, barrería para siempre todas las puertas que giran y, después de lo barrido, decidido instalaría unas de las que reciban. Y ya puestos, sobre limpio, haría inventario de todos aquellos tipos que se pasaron de listos.

Si yo tuviera una escoba, barrería los fantasmas que cobijan los que mandan y, después de lo barrido, decidido encumbraría los puños de la esperanza. Y ya puestos, sobre limpio, haría repaso de los puestos reservados a los antiguos ministros.

Si yo tuviera una escoba, barrería las fronteras diseñadas por farsantes y, después de lo barrido, decidido esculpiría la patria de los migrantes. Y ya puestos, sobre limpio, haría de mi corteza una bandera sin colores ni aditivos.

Si yo tuviera una escoba, barrería, con premura, el ruido de la propaganda y, después de lo barrido, decidido aplacaría el virus de la oferta y la demanda. Y ya puestos, sobre limpio, haría memoria a los que olvidan quienes se han vaciado de principios.

Cuantas cosas barrería, cómo han dejado la alcoba, llena de porquería. Si yo tuviera una escoba…

Sueños amanecidos

Es martes y…

Muchas mañanas al despertar, amanezco soñando.

Soñando con alas de libertad engalanando mi costado y volar surcando un cielo millonario de deseos. Sueño con burlar sin cortesía su muro desvergonzado y arruinar su burda apuesta de un mundo de fariseos.

Soñando con un lienzo desbordante abarrotado de colores y cubrir el gris de los espasmos que nublan nuestro camino. Sueño con no ver empoderado al trío de las Azores ni el reflejo de sus fauces de ladrones de destinos.

Soñando con otra primavera con los ojos de brillante, llorar solo por la alergia y la alegría de estar vivo. Sueño con rozar el alma de un alma libre de colorantes y con el abrazo hermano de un latido en positivo.

Soñando con la magia de estas notas que me envuelven los sentidos, con la sutileza del acorde que se escapa del silencio. Sueño con los laberintos que maldice el fugitivo, con el ‘Ay Rocío’ de Sabina, con el ‘Ojalá’ de Silvio.

Soñando con huir de paraísos a medida del cliente, con fiscalizar el ánima de corbatas desgastadas. Sueño con pausar por un momento nuestro presente urgente y recolocar las piezas que han quedado arrinconadas.

Con la premura de un ‘sherpa’ alcanzando la cima, con la mirada sinuosa del ‘tuareg’ en el desierto. Así resiste la utopía en su soledad más íntima, porque «la esperanza es el sueño del hombre despierto».

El sexto sentido

Es martes y…

Camino arrastrando mis sentidos por el hueco que deja tu piel. Arranco a empentones el paso que da paso a otro paso más. Y así, consigo aparcar por momentos el amargo grito de hiel. Y así, se que, pasajera, tu boca me espera al final.

Veo tu mirada en cada reflejo de luz milagrosa, la prosa me persigue, la rima no me alcanza por mentirosa. Veo el destello de tu escondite, dimite mi iris por cohecho al juez que no dimite.

Oigo la caracola de tus rizos en un mar inquieto, cometo el crimen de quererte por dejar mi corazón repleto. Oigo, en silencio, el susurro de un bemol, el eco infinito de tu suspiro que, todavía, conservo en formol.

Siento tus huellas de vida que guían mi tinta templada, el hada que fluye en mis venas está preparando su emboscada. Siento tu pulso pausado sobre mi pulso de trueno, al menos en tu coraza dorada mantienen su aliento mis sueños.

Degusto el caviar de tus labios en un paladeo sucinto, distinto es el sabor de tu sed en el vaivén incierto de este laberinto. Degusto el recuerdo fugaz de mi palabra arrugada, manchada por mis deseos de verla algún día ordenada.

Huelo el vuelo natural de tu perfume de primavera, la espera desesperada por redimir mi alma de enredadera. Huelo la verdad avergonzada de este presente urgente, ausente en su propio entierro de voces intrascendentes.

Entre los cinco, arrullan el traqueteo de mi latido. En tu horizonte, inalcanzable, proteges mi sexto sentido.

Nuestro turno

Es martes y…

«Ahora es el momento de hacer ruido, de cantar y cambiar lo que ha ardido, descubrir ese nuevo camino. Ahora es el momento decisivo, de explicar al mundo que estás vivo, porque es tiempo de soñar».

Alberto Garzón y Pablo Iglesias han escenificado con un abrazo el acuerdo entre las fuerzas populares de cara a las próximas elecciones. A falta de que las bases de ambos partidos den el visto bueno, la marea de ilusión amenaza con inundar las urnas.

Porque siguen los desahucios correteando por las calles, porque duerme a nuestro lado el virus de la precariedad. Porque nos han robado hasta el más sutil de los detalles, por eso está llena de sentido la unidad popular.

Porque tienen la tijera desgastada de recortes, porque el futuro que nos dejan es un muladar de sueños. Porque las alambradas son fosas sin pasaportes, por eso solo nos queda gritar: «Juntos venceremos».

Repletos de razones, vacíos de espejismos. Cuando nos pregunten, diremos que fue adrede. Pedagogía y voz, los únicos contra los mismos. Cuando nos pregunten, diremos que unidos, sí se puede.

Día tras día

Es martes y…

La fruta cayó, de madura, al suelo, para reescribir la historia. Sin paraísos artificiales ni reptiles maliciosos. En paralelo, a los ojos, sin fisuras. Es nuestro turno.

La sangrante tinta relatando en masculino singular acaparó una verdad impuesta por derribo. Los raíles marcaban claro el camino y saltar del tren en marcha parecía una temeridad. Fue entonces cuando, en el silencio conmovedor de la noche oscura, tuviste el arrojo de avanzar. Contra todo, contra todos, como siempre. Por ti y por todas tus compañeras. Por todos nosotros.

Son tus brazos, madre, la cuenca enmascarada de los ríos, el refugio en el invierno más austero, la tirita en unos labios malheridos, el latido de este último aguacero.

Son tus manos, madre, la caricia que rescata del naufragio, la esperanza del que llora en la trinchera, la bandera universal de tu sufragio, los enigmas de tu música hechicera.

Son tus notas, madre, las que emergen del océano del tiempo, las que suenan en la fría soledad, las que liman las astillas de mi templo, las que templan el misterio de mi levedad.

Es cada día tu día de renacer, de resistir y de vencer. Es cada día tu día madre, es cada día, mujer.