Una estrella rutilante recorre Europa, Matteo Renzi, el primer ministro italiano, quien coincidiendo con el arranque de la presidente de turno de Italia de la Unión, ha lanzado un reto de fondo a los europeos: “recuperar el alma de Europa”. Lo hizo en Estrasburgo, ante los nuevos eurodiputados electos, ante una eurocámara con muchos más poderes que las constituidas en anteriores legislaturas, ante 751 representantes de más de 500 millones de personas, de todos los colores y condiciones, eurófobos, euroescépticos y europeístas, que de todo hay en la viña de la UE. Por primera vez un primer ministro se dirigía con este lenguaje y con este discurso alejado de la rutina del trámite que obliga a desgranar tristes objetivos y agenda previsible del semestre. El mandatario italiano, junto a Merkel, el mejor parado de las elecciones del 25 de mayo, se ha erigido en el paladín de la socialdemocracia europea ante el derrumbe monumental de los socialistas francesas de la mano del presidente galo, François Hollande. Y gracias a su iniciativa se ha alcanzado el pacto entre populares y socialistas en la eurocámara que ha hecho posible la reelección de Schulz como presidente de la misma y deJunker como presidente de la Comisión como candidato de la lista más votada, la de los populares europeos. Ha demostrado tener capacidad e iniciativa política, pero lo más importante, este ambicioso ex alcalde de Florencia que en la sombra urdió el asalto final al cavaliere Berlusconi y después forzó la caída por sorpresa de su correlegionario Enrico Letta al frente del Gobierno, nos ha hablado del nuevo relato que necesita imperiosamente el proyecto europeo.
Renzi se presentó ante la eurocámara como representante de la generación deTelémaco, el hijo de Ulises que regresó a Ítaca y la referencia a la mitología griega no podía ser más idónea. Telémaco era todavía un niño cuando su padre marchó a la Guerra de Troya y en sus casi veinte años de ausencia creció hasta hacerse adulto. Después de que los dioses en asamblea hubieran decidido que Ulises debía volver a casa desde la isla de Ogigia, Atenea, adoptando la apariencia de Méntor, rey de los tafios, fue a Ítaca y advirtió a Telémaco que expulsase de su casa a los molestos pretendientes de su madre Penélope y se dirigiese a Pilos y Esparta con el fin de recabar información sobre su padre. Telémaco siguió el consejo, pero los pretendientes se negaron a abandonar su hogar, y Atenea, aún con la forma de Méntor, lo acompañó a Pilos. Allí fueron recibidos hospitalariamente por Néstor. Su hijo Pisístrato durmió junto a él, mientras Méntor lo hizo en el barco con la tripulación. Al día siguiente, una hija de Néstor, Policasta, bañó a Telémaco. Luego Pisístrato lo guió a Esparta. También Menelao lo recibió amablemente, y le comunicó la profecía de Proteo sobre Ulises: que estaba siendo retenido contra su voluntad por la ninfa Calipso, que lo amaba. Desde Esparta, Telémaco regresó a casa, y una vez allí encontró a su padre con su fiel porquerizo Eumeo. Sin embargo, Atenea había transformado a Ulises en mendigo, así que Telémaco no reconoció a su padre sino más tarde, al revelarle éste su identidad. Padre e hijo acordaron entonces castigar a los pretendientes; y cuando acabaron con ellos o los dispersaron, Telémaco acompañó a su padre a ver a su anciano abuelo Laertes.
Todos estos trabajos épicos hubo de llevar a cabo Telémaco para recuperar los logros de su padre el héroe Ulises. No cabe duda que las generaciones que hicieron posible la recuperación de Europa tras el desastre de la II Guerra Mundial y que nos legaron el proyecto de paz en común, han sucumbido ante el azote de una crisis que ha empobrecido no solo nuestros Estados del Bienestar, sino los anhelos propios de unidad. De ahí que escuchar en boca de un joven líder italiano – Renzi tiene tan solo 39 años – un nuevo discurso de regeneración es toda una novedad en estos días de zozobra. Sin papeles y con la vehemencia del político que aun no ha sido baqueteado por la realidad, Renzi afirmó, con un lenguaje fresco y espontáneo, que “si Europa asistiera hoy a su propio selfie [el autorretrato fotográfico popularizado por el teléfono móvil], mostraría cara de cansancio, de resignación, un rostro aburrido. Y es curioso porque el futuro necesita mucho de nosotros”. Pero no se quedó en grandes palabras su intervención ante los eurodiputados, Renzi clamó por reconvertir el pacto de estabilidad en un pacto por el crecimiento. Tras el intento fallido del presidente francés, el dirigente italiano ha sido el primer líder socialdemócrata europeo que ha logrado abrir el debate de esa mayor flexibilidad en las reglas para insuflar aire a Europa. Seis años después de que se iniciara la crisis, el paisaje es inquietante: 26 millones de parados y un crecimiento anémico en el continente. Con grandes diferencias entre países, la UE presenta un parte de daños muy superior al de EE.UU., que en 2013 creció ya cerca del 2% anual.
“¿Qué sentido tiene que permanezcamos juntos”», esa fue la gran pregunta lanzada al aire del Edificio Louise Weiss que por su franqueza dejó boquiabiertos a los parlamentarios. Si no podemos encontrar motivos para seguir recorriendo esta Odisea unidos, el sueño de una Europa ejemplo de civilización de respeto de derechos, en paz y democracia, volverá a estar en riesgo. Y esa es la verdadera alma de la Europa que queremos y que debemos ser capaces de transmitir sobre todo a los más jóvenes. Ellos deben ser protagonistas ahora del nuevo relato de la UE, ellos deben convencerse de las bondades del espacio común, ellos tienen la obligación de reconocerse como un todo, plural y diverso, pero homogéneo en objetivos. Toca escuchar a los jóvenes europeos, toca darles la voz y la palabra para no hundirnos en un proyecto reiterativo y falto de respuestas a los grandes retos que el mundo global nos lanza cada día. Solo de su mano podemos dibujar un futuro que hoy ya es la única receta válida para liberarnos de este presente caduco y decrépito, trufado de corrupción y desigualdades crecientes. Necesitamos nuevo discurso, nuevos protagonistas, nueva agenda, nueva Europa en suma. Un tiempo nuevo para una sociedad más formada e informada, que quiere participar y escoger el camino a seguir. No sirven ya los modelos autocráticos, de democracia delegada en representantes que hablan con sus representados cada cuatro años en forma de voto en urna o hablando a través de unos medios de comunicación desacreditados y que han perdido el sentido de la responsabilidad del derecho a la información y solo defienden intereses empresariales.
Si de algo ha adolecido el proyecto europeo ha sido de sentido identitario, con todo lo que ello supone, falta de simbología, de mitos o iconos sobre los que construir el relato pasional, es decir, le ha faltado todo aquello que le sobra a las naciones que lo componen. Ahora estamos a tiempo de corregir este desequilibrio de origen. Sería lógico abrir un debate continuo entre los europeos para saber que piensan y qué quieren de Europa. Las TIC’s, la smartización y la aplicación del Internet a las cosas más cercanas y prácticas, nos ofrece un nuevo terreno de juego de comunicación entre los ciudadanos europeos. Ese diálogo, esa forma de hablar entre todos que hace décadas no existía, debe impregnar todas las decisiones de las instituciones europeas. La Unión tiene una oportunidad de oro para imponerse a los gobiernos nacionales que han perdido su relación con sus gobernados. La teórica crisis de la política, lo es de esos gobernantes nacionales por su incapacidad para escuchar a los ciudadanos. La Unión no tiene porqué seguir cometiendo ese error, pese a que hasta la fecha es percibida como una Administración lejana y ajena a los problemas reales de la sociedad. Se trata de convertir un problema en una oportunidad, se trata de que Europa sea la solución. Si escuchamos adecuadamente los conceptos, las ideas y las opiniones sobre las que se construye el consenso en el ámbito europeo tendremos claros los objetivos que deben ordenar la agenda de actuación de las instituciones europeas y, solo entonces, tendrá sentido el ejercicio de cesión de soberanía que todos hemos realizado.
Renzi ha sacudido las conciencias de los eurodiputados y le corresponde dar la batalla entre sus colegas jefes de Gobierno en el Consejo. Es evidente que se avecinan tiempos de cambios imparables pero lo que está en juego en esta era de revolución tecnológica como en todas las transiciones de la civilización es si nos enfrentamos a un proceso de reformas por profundas que sean o la mutación de la piel social se producirá por ruptura de sus esquemas y sus estructuras, algo que históricamente nunca ha estado exento de violencia. Eso dependerá exclusivamente de que quienes deben tomar las decisiones sepan escuchar. Empezando por los jóvenes, siguiendo por las identidades de comunidades y pueblos que recorren el continente, por poner oído a las quejas de los más desfavorecidos y no solo ser sensibles a las presiones de los más poderosos y por saber distinguir las voces de los ecos, de interpretar los deseos de las mayorías silenciosas sin aplastar a las minorías, pero sin ceder el rumbo a los que más protestan. Escuchar y dialogar, la esencia de la más vieja de las expresiones democráticas, la que se producía en el ágora griega, la que fuimos perdiendo con la magnitud de las cosas a gobernar, alejándonos de la cercanía de las opiniones de los que nos rodean. Esa cercanía que hoy nos brinda la Red y las tecnologías de comunicación en su infinidad de expresiones aplicativas. Recobremos el sentido del poder del pueblo, del demos kratos, dejando atrás fórmulas representativas indirectas, orgánicas y perdamos el miedo a las formas de expresión directas. Saber lo que queremos es la mejor forma de sentirnos unidos.