Es martes y…
Se nos va, para no volver, para siempre, como ya hiciera otras veces. Esperanza dimite como presidenta del PP de Madrid en mitad del aguacero y sin paraguas a mano. Lo que ocurre es que este chaparrón tiene visos de diluvio universal y, posiblemente, no haya otro momento mejor.
Se nos va la salvadora, la redentora de los desamparados. La única que podía protegernos de las aterradoras garras de los malvados. Se nos va la incorruptible, la coleccionista de conquistas. La única que podía liberarnos del infierno que ya imponen los neochavistas. Se nos va la feliciana, la de sonrisa afilada y lengua perversa. Se nos va la musa, el mito, la leyenda. Se nos va la ‘lideresa’.
Las ranas se le van acumulando en la mochila y el ambiente huele a enrarecido. No vaya a ser que sigan buscando y, todavía, queden unas cuantas en el río. Así que se las pira, con los píes a medio hundir en su putrefacto lodo. La esperanza es lo último que se pierde dicen, dicen los que, con ella, lo han ganado todo.
Se nos va, pero se queda. Deja su cargo en el partido y el parné correspondiente sí, pero no abandona la tribuna municipal ni reniega de su sueldo público. Faltaría más.