ETA ha anunciado el cese definitivo de su actividad armada o lo que es lo mismo, pone fin a más de 50 años de violencia terrorista. Cierto es que sería absurdo equiparar la historia de sus acciones durante la dictadura del General Franco, con las desarrolladas por sus comandos a partir de las primeras elecciones democráticas de 1977 y la posterior aprobación en referéndum de la Constitución en 1978. Pese a que las víctimas de los etarras merecen el mismo respeto como seres humanos en una y otra situación, las circunstancias políticas de una dictadura o de una democracia no son equiparables. Prácticamente 35 años de asesinatos sin querer escuchar la voz de los ciudadanos que han clamado una y otra vez por su desaparición que concluye con una auténtica pesadilla sufrida especialmente por la sociedad vasca. Ella es la principal vencedora de esta paz, se la ha ganado a pulso a base de sufrimiento y de coherencia en la defensa de las libertades en sus pueblos, en sus calles. Ha sido el pueblo vasco el que no solo le dio la espalda a ETA sino que se ha enfrentado a su violencia ciega. Primero perdió el apoyo social y después se fue granjeando su rechazo prácticamente absoluto. Sus banderines de enganche fueron desapareciendo y el apoyo de sus bases políticas se fue debilitando hasta volverse finalmente contra ellos mismos.
Es evidente que si el gran vencedor de esta ansiada paz es Euskadi, la única derrotada es ETA. Su actividad salvo dolor no ha producido un sólo rédito a sus objetivos. Deja tras de sí a 829 muertos y cerca de 700 activistas presos. Derrotados operativamente gracias a la colaboración policial de los últimos años entre Francia y España. Y derrotados políticamente porque sus bases negociadoras no han avanzado ni un milímetro en estas décadas, sino todo lo contrario, han supuesto un obstáculo continuo para el avance de las legítimas reivindicaciones del nacionalismo vasco democrático. Tanto es así que su anuncio pese a la alegría que ha producido en la sociedad vasca y en la española, es una noticia descontada, dado que en los últimos años salvo comunicados que demostraban su extrema debilidad apenas ha tenido protagonismo en la vida ciudadana. Un simple dato avala esta afirmación: ETA en todas las encuestas de opinión del CIS de los últimos veinte años era el principal problema para los españoles. Este año 2011 ha pasado a ser el cuarto problema a enorme distancia de los tres primeros que se centran en la grave situación económica que atraviesa España. En una palabra, ETA ha dejado de importarle a la gente.
Poco más análisis a pasado merece la noticia del final de ETA. Pero, sin embargo, hoy se abre un periodo clave a futuro donde la Política – con mayúsculas – debería ocupar el espacio principal. Pensar que aquí se ha acabado todo es simplemente ridículo. Más bien hemos de tener la actitud de que todo empieza ahora porque ante todo es el momento de la reconciliación. Una sociedad que ha sufrido cuatro décadas de esquizofrenia violenta necesita inteligencia política para cerrar heridas. Empezando por las familias víctimas del proceso, por supuesto, primero de aquellos que han perdido a sus seres queridos y después, ineludiblemente las de los presos que aún sufren el castigo de hijos o hermanos. Solicitar el perdón de las víctimas y acercar o reinsertar a los presos, son trabajos básicos e iniciales para consolidar la paz. Si una de las claves que ha hecho posible la victoria sobre ETA ha sido minimizar al máximo que los grupos políticos buscaran rentabilidad de la utilización electoral del terrorismo, es trascendental que ahora evitemos la dialéctica de vencedores y vencidos. Ya no se trata de derrotar a nadie, se trata de favorecer la convivencia y de enterrar en el olvido la dinámica del dolor. Algo que requiere generosidad mutua y discrección en los diálogos y decisiones políticas.
El principal problema que puede encontrar el proceso de reconciliación tiene que ver con el choque de percepciones y opiniones que sobre el final de ETA se tiene en Euskadi y en el Estado español. Mientras que la sociedad vasca en su gran mayoría será partidaria, una vez acabada la actividad terrorista, de resolver el tema de los presos en plazos razonablemente cortos, la sociedad española que se considera vencedora también en una abrumadora mayoría es partidaria de que los terroristas encarcelados cumplan sus penas íntegramente. Este choque de trenes entre dos planteamientos tan opuestos podría politizarse por los extremos, tanto por la izquierda abertzale como por la derecha más extrema del Partido Popular. PP que dadas las encuestas que se manejan ante las elecciones generales del próximo 20 N será el partido sobre el que recaerá la responsabilidad de gestionar políticamente el escenario post-ETA. Su líder Mariano Rajoy tendrá que echar mano de toda su maestría negociadora y de sus capacidades de generar moderación para desviar la atención del debate político del proceso de reconciliación. Puede resultar muy positivo que el PSOE que ha hecho posible desde su acción de gobierno este cese definitivo del terrorismo de ETA, deje paso al PP, cuyas posiciones han sido siempre las más duras en la lucha antiterrorista, para que se implique en la consecución efectiva de la paz social.
Pero la desaparición de ETA también modifica sustancialmente el panorama político vasco y el conjunto de reivindicaciones políticas de sus formaciones. Este reposicionamiento afecta de manera especial a los partidos abertzales – nacionalistas vascos -, en primer lugar al PNV – Partido Nacionalista Vasco – cuya hoja de ruta puede verse afectada por la presión que ejerza la Izquierda Abertzale en sus pretensiones independentistas. Ambas formaciones optan a liderar a la sociedad vasca tras la desaparición de ETA, con un objetivo final idéntico, la soberanía e idenpendencia de los Estados español y francés de Euskal Herría, pero con modelos de sociedad muy dispares. El primer test menor de este pulso tendrá lugar el 20 N, pero el gran enfrentamiento tendrá lugar el año 2013 en las próximas elecciones autonómicas vascas – de no producirse adelanto -. Al otro lado, entre las formaciones españolistas, el PSE que actualmente ocupa la lehendakaritza del gobierno vasco, problamente sea la fuerza política inicialmente más descolocada en el nuevo escenario. Está muy debilitado por el desgaste del Ejecutivo Zapatero y la acción de gobierno del lehendakari López también se halla en horas muy bajas de popularidad. Por contra el Partido Popular vasco se perfila como el principal defensor de las posiciones españolas en Euskadi aspirando a frenar una mayoría absoluta de fuerzas nacionalistas y probablemente a la par obligado a tender puentes de entendimiento con el PNV, tanto en Madrid como en Vitoria.
Queda mucho por hacer para que todos podamos vivir pasando página y olvidando la pesadilla terrorista. Pero lo más importante que tenía que ocurrir, ha ocurrido: ETA ha dejado de matar. Ahora todo es posible en una sociedad libre y en paz, dependemos solo de la buena voluntad y de la inteligencia de todos. El camino a emprender por los vascos ya solo depende de su decisión, tienen derecho a decidir su futuro y deben poder ejercerlo en paz y libertad. Cualquier decisión democrática que tomen a partir de ahora los vascos ya no tiene en el terrorismo un obstáculo que justifique frenazos a la voluntad popular. Euskadi deberá ser a partir de ahora lo vasca, española o francesa que quieran sus ciudadanos. Ha llegado el momento de hacer política y, por tanto, de que todo el mundo pueda ejercer sus derechos políticos sin exclusiones legales. En este nuevo tiempo no tienen sentido las ilegalizaciones, el pueblo vasco debe tener libertad para escoger sus opciones. Pero todo esto será mañana, hoy solo nos queda decir Zorionak Euskadi, felicidades Euskadi.