Una nueva cumbre europea agónica, con soluciones y acuerdos in extremis, caminando a la pata coja en el borde del precipicio. Mismos nervios de siempre y mismas declaraciones altisonantes al finalizar, dando por sentado los principales líderes de los Estados miembros que con sus últimas decisiones el futuro del euro está garantizado. ¿Pero a costa de qué y de quiénes?, ¿con qué rumbo y hacia qué destino? Preguntas siempre sin respuesta porque nuestros dirigentes se enfrentan a la realidad como gallinas descabezadas, corriendo de esquina a esquina cacareando enloquecidamente.
Ahora nos dicen que toca recapitalizar la banca y dicen que lo haremos sin el dinero de todos, el dinero público. Al menos no destinaremos todos nuestros recursos como hicimos hace un par de años en garantizar el futuro de unas entidades financieras acostumbradas a mentir con habilidad contable, que son las mismas que hoy demandan nuevas soluciones. Dado que el milagro de los panes y los peces no está al alcance de los humanos, es dudoso que la banca afectada por el incremento del porcentaje de core capital hasta el 9% sean capaces de encontrar inversores privados dispuesto a resolver sus problemas de solvencia y liquidez. Por tanto, pueden pasar solo dos cosas: o que veamos por fin la quiebra de alguna entidad financiera con la consiguiente responsabilidad para sus administradores o que nos vuelvan a engañar y acabemos pagando entre todos la factura de sus irresponsabilidades.
La segunda gran decisión tiene que ver con la deuda griega. Los más afectados por sus impagos, Alemania y Francia, deciden aceptar una quita del 50% y toman las riendas y el control del país heleno. Convertida Grecia en un protectorado del eje franco-alemán, cabe preguntarse porqué han tardado tanto en tomar una decisión descontada por los mercados y cantada para todos desde hace meses y, sobre todo, que nos ha costado a otros países como España e Italia por el contagio de la exposición de las deudas soberanas. Tarde y mal se decide una condonación que tampoco asegura que el otro 50% sea efectivamente pagado por unas arcas griegas exhaustas en una economía deprimida y una población empobrecida severamente. En esta suerte de III ª Guerra Mundial que vivimos, Grecia es el primer país invadido económicamente, que pierde prácticamente su independencia.
Y siguiendo la interpretación bélica – aunque no sangrienta, sí cruenta – los europeos tratamos de buscarnos un aliado, hasta ahora inconfesable, en la batalla. La apelación a la colaboración con China del presidente Sarkozy, suena a un cambio de partner tradicional por parte de Europa. En las anteriores guerra mundiales, a una Europa enfrascada en sus problemas internos, le sirvió Estados Unidos para salvarse de agresiones exteriores. Ahora nuestro aliado tradicional está tan en crisis de liquidez como nosotros. Por tanto, se busca en China, la gran potencia emergente, cash para financiar nuestros problemas. Y como es natural los mandatarios chinos, reyes de la oficialidad, ante el anuncio callan. Con lo cual se abre la segunda incertidumbre sobre las decisiones de la cumbre.
Los bancos españoles son los grandes perdedores de la cumbre. El sistema financiero español que al inicio de la crisis alardeaba de su estabilidad y solvencia frente al resto de sus colegas europeos, ha sufrido los embates de dos test de estress que han penalizado de forma muy especial as las entidades financieras españolas por no admitir las provisiones de las mismas recomendadas desde hace más de una década por el Banco de España. Y en esa circunstancias entidades como el Santander y el BBVA, que se encuentran entre los 20 bancos más grandes del mundo se ven obligados en circunstancias del mercado muy adversas a tratar de dotarse de capital por valor de más de 20.000 millones de euros. Supongo que sus competidores europeos se están frotando las manos con una decisión política tan arbitraria. Aunque me temo que les está bien empleado a ambos, pues, han sido cómplices de la burbuja inmobiliaria creada en España. La frivolidad crediticia con que las cajas y bancos repartieron hipotecas sobre proyectos con suelos inflacionados, pesan hoy sobre los balances de todas las entidades. Y lo que es peor, tercera incógnita, nadie sabe cuál puede ser la evolución de esos activos tóxicos a futuro. Lo normal es pensar que seguirán devaluándose y descapitalizándose.
Con todo, como es natural y suele ocurrir, las bolsas europeas han reaccionado con euforia a las decisiones de la cumbre. La volatilidad especulativa no debería hacernos creer que con estas medidas hemos dejado de recorrer nuestra particular montaña rusa de la crisis. Sobre todo porque la falta de capacidad crediticia a la que fuerzan a los bancos supondrá que el préstamo se retraerá y unido a los recortes fiscales puede abocarnos a una recesión general en la zona euro a lo largo del primer semestre del 2012. Tras tanto remiendo sobre remiendo, la verdad es que sería de agradecer que los europeos fuéramos capaces de hacernos un traje nuevo, pero me temo que el problema de fondo es que los sastres son un desastre.