Supongo que la tarea que les correspondió a los delegados territoriales del Partido Socialistaen su 38º Congreso no resultó nada fácil. Elegir secretario general como el mal menor cuando todo o prácticamente todo se ha perdido – en los ayuntamientos, en las Comunidades Autónomas y en el Estado – es como optar entre morir por eutanasia o con cuidados paliativos. Y no quiero parecer tremendista, pero es evidente que las dos opciones que se presentaron, por mucho esfuerzo que quisieran hacer formal, eran dos caras de la misma moneda: lo malo o lo peor. Alfredo Pérez Rubalcaba se presentaba acreditado por una amplia experiencia de gestión en los gobiernos de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero, pero con la losa a sus espaldas de la derrota el pasado 20 de noviembre, la más sonada de la historia socialista. Frente a él, Carmen Chacón – otrora Carme cuando era catalana del Partit dels Socialistes de Catalunya – una incógnita a futuro pero heredera también del derrotado zapaterismo, del que es imposible dudar que es hija predilecta.
Con una oferta así, no es de extrañar lo ajustado del resultado, la tensión vivida en los días anteriores y los temblores de piernas que muchos compromisarios socialistas debieron sentir al meter la papeleta en la urna entre fortísimas medidas de seguridad para evitar pucherazos. El miedo se adueñó del sevillano hotel Renacimiento – el nombre del escenario no se escoge con más guasa ni a posta – y entre acusaciones mutuas de coacciones y juego sucio, llegaron los discursos de los candidatos dejando claras las intenciones de ambos. Rubalcaba ofrecía un tránsito lo más seguro posible para travesía del desierto y Chacón pretendía, sin perder un segundo, poner rumbo a la tierra prometida cruzando desiertos y montañas hasta llegar al oasis y degustar el ansiado maná del poder. Uno garantizaba flotar una patera para cruzar el estrecho que separa la muerte segura de un partido bajo mínimos en cuotas de cargos electos y la otra una expedición en galeras por mares desconocidos y horizontes lejanos en pos de tesoros de incalculable valor pero de ubicación incierta. Y como era natural, en un ejército diezmado y derrotado, triunfó la triste realidad de Alfredo Pérez Rubalcaba ante la onírica y volátil figura de Carmen Chacón.
De ideas para qué hablar, cuando lo que toca es poner al mando a las personas que dirijan el naufragio. Entregados a la cita latina – Primum vivere deinde philosophari -, los socialistas han decidido primero vivir y luego filosofar. Tienen primero que reconstruir el partido federación a federación de un partido con un ERE en marcha dado el alto número de cargos que han perdido su cargo y con ello su puesto de trabajo. Tienen que recoser cada girón que en los territorios ha supuesto un enfrentamiento cainita entre dos bandos alineados a muerte cada uno con su candidato a secretario general. O mejor dicho, los vencedores aplicarán su concepto de integración cortando a cuchillo la cabeza de los derrotados que es como se suelen debatir las diferencias personales en el seno de los partidos políticos.
Por delante tres años – hasta las próximas elecciones municipales y autonómicas – para recuperar el crédito perdido en la sociedad española, el apoyo dilapidado por no reconocer primero la gravedad de la crisis y después en un giro copernicano de sus políticas, aplicar las recetas más duras y ortodoxas del centro derecho europeo. En ese difícil navegar de la patera en las turbulentas y frías aguas del estrecho, en algún momento tendrán que reparar en la necesidad de lanzar una propuesta socialdemócrata y europeísta, desde un pensamiento renovado, capaz de afrontar los retos de la globalización y el diálogo con Estados emergentes que claman por su derecho a ser protagonistas en la toma de decisiones del mundo. Algún día, mejor pronto que tarde, deberían pensar en salir de las posiciones meramente defensivas del Estado del bienestar, para hacer una ofensiva de conquista de derechos, recuperando el discurso tradicional de la izquierda europea de trabajar por el progreso sin mirar al retrovisor. Deberían ponerse a la labor de ser alternativa, aunque solo sea porque deberían recordar que no solo de pan vive el hombre, si es que aún quieren ser útiles a la sociedad y no seguir siendo un mero centro de colocaciones plagado de nepotismo.
Además tendrán la responsabilidad de ser el principal partido de la oposición al recién nacido gobierno del Partido Popular. Eso para bien y para mal, es decir, para alcanzar acuerdos en cuestiones de Estado – que suelen interpretar como sinónimo de apaño – y para fiscalizar con contundencia la acción del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Y no sé la verdad si la patera y sus tripulantes darán a basto a tanta tarea como tienen por delante o caerán exhaustos por la borda antes de pisar tierra. De momento hay que reconocer que han optado por la vía más realista que se les ofrecía, lo cual dice mucho de su capacidad de supervivencia que avalan los más de 130 años de existencia del partido contra viento y marea, dentro y fuera del mismo. No tienen un líder indiscutible, ni ilusionante. Rubalcaba es un dirigente para los tiempos que corren, para tratar de evitar un naufragio en medio de una tempestad. Ni nada más, ni nada menos.
Con todo le queda el reto de no ensimismarse en la turbulencia del oleaje, tratando de buscar un horizonte cierto para cuando la tormenta amaine. Porque por mucho que sus problemas internos le ocupen gran parte de su trabajo, fuera seguirá habiendo un Estado plurinacional que demanda nuevas fórmulas de convivencia con legítimas reivindicaciones de pueblos con identidad, realidad económica y culturas propias. Fuera seguirá habiendo una sociedad que anhela soluciones a sus demandas de quienes dicen representarles. Porque como nos cantó Serrat,
Detrás de los héroes y de los titanes,
detrás de las gestas de la humanidad
y de las medallas de los generales.
Detrás de la Estatua de la Libertad.
Detrás de los himnos y de las banderas.
Detrás de la hoguera de la Inquisición.
Detrás de las cifras y de los rascacielos.
Detrás de los anuncios de neón.
Detrás, está la gente
con sus pequeños temas,
sus pequeños problemas
y sus pequeños amores.