El último “Navarrómetro” y los sondeos electorales que poco a poco vamos conociendo sobre el momento electoral de Navarra y el previsible vuelco electoral del próximo mayo, con la presencia de un mínimo de cinco fuerzas políticas ampliable a 7 o incluso 8 en el Parlamento foral, si es que este se produce finalmente puesto que no parece fácil desmontar la red clientelar en que han convertido Navarra los casi 35 años de gobierno UPPSN, han puesto de máxima actualidad la política de pactos que veremos para la formación del próximo gobierno de Navarra y, sobre todo, cuales son las “líneas rojas” de las fuerzas que pueden protagonizarlo.
En el caso de UPN y PP, si los segundos alcanzan representación parlamentaria en caso de concurrir separadamente supuestos sobre los que albergo serias dudas, no están tanto en las que pueden poner ellos, teóricamente EH Bildu y Podemos, y en la práctica solo los primeros, sino en las que puedan poner los demás respecto a ellos, no es fácil alcanzar acuerdos con quienes has estado ninguneando y excluyendo durante tanto tiempo, igual que no lo es mucho más sutraerse a la tentación de mandarlos a la oposición tras la mas caótica legislatura que ha vivido Navarra desde la transición, con un solo presupuesto aprobado de cuatro posibles y el record absoluto que supone que el Ayuntamiento de la capital tenga el dudoso honor de no haber aprobado ni uno solo con el agravante que supone para la inteligencia, encima, repetir candidato. Y todo ello sin olvidar el roto que han protagonizado con las arcas forales y el descosido que supuso el final traumático de la CAN.