La Navarra de cartón piedra.

Txistorra

“Navarra cada día va siendo menos vasca… y cada día menos Navarra también. La Ley de degeneración es doble: la una vacía el contenido vasco. La otra, el contenido navarro. Esta segunda ley opera con mayor lentitud que la otra”.

“A la sombra de tan funesta Ley (se refiere a la “Paccionada” de 1841) se desliza Navarra por la pendiente de la asimilación”

Arturo Campión.

Si un investigador social, ajeno a la realidad política de Navarra, hubiera paseado por las calles de Iruña el pasado sábado a eso de las 6 de la tarde lo más fácil es que hubiera llegado a la conclusión de que la navarra es una sociedad esquizofrénica.

Entre 15 y 25.000 personas, no soy yo quien va a discutir los datos variados que suelen dar sobre este tipo de convocatorias las partes interesadas, se manifestaron entre el  Parlamento de Navarra y la sede del Gobierno en defensa de la bandera de Navarra, bandera que, por supuesto, ondeaba plácidamente en ambas instituciones y en contra de la imposición, curiosa palabra para definir un acuerdo democrático de un Pleno Municipal, de la bandera vasca, bandera que como es lógico no aparecía ni por asomo en las dos sedes del autogobierno navarro.

Son cosas que pasan cuando se convoca una movilización popular y no existe la gallardía suficiente para llamar a las cosas por su nombre y de lo que se trata es tirar de tripas y sentimientos para intentar llenar las calles con gente que probablemente no se hubiera movido de casa si la manifestación se hubiera convocado con los verdaderos motivos y convocantes por delante.

Pero no es ese el motivo de este artículo…

Me parece mucho más interesante analizar cómo se ha llegado a construir esa identidad  navarra excluyente con gran parte de los navarros, esa Navarra de cartón piedra, en un ejercicio de impostura digno de mejor causa.

Bastaría dar una vuelta por esas mismas calles que recorrió la manifestación para fijarse en el monumento más emblemático de Navarra, el de sus Fueros, y leer las inscripciones de su base

«GU GAURKO EUSKALDUNOK GURE AITASOEN ILLEZKORREN OROIPENEAN, BILDU GERA EMEN GURE LEGEA GORDE NAI DEGULA ERAKUSTEKO”

«Nosotros, los vascos de hoy, nos hemos reunido aquí en inmortal recuerdo de nuestros antepasados, para demostrar que queremos seguir manteniendo nuestra ley».

Para darse cuenta de que hay algo que cuadra malamente con la, hasta hace dos escasos años, Navarra Oficial.

Y la pregunta es…

¿Qué ha pasado en Navarra desde la aprobación mayoritaria del Estatuto de Estella en 1931 para que Navarra, parafraseando a Campión, haya dejado de ser vasca y a la vez haya dejado de ser Navarra?

El 10 de agosto de 1931 la Asamblea de Municipios de Navarra aprobaba, con un 89,83 % de la población allí representada por sus Ayuntamientos, el Estatuto Vasco-Navarro con este primer artículo:

“Se declara que el País Vasco, integrado por las actuales provincias de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, constituye una entidad natural y jurídica con personalidad política propia y se le reconoce como tal el derecho a constituirse y regirse por sí mismo, como Estado autónomo dentro de la totalidad del Estado Español”

Se podría pensar que nuestros abuelos en aquella fecha “se habían vuelto locos” como solía decir el ínclito Miguel Sanz, probablemente el mejor ejemplo de esa Navarra de cartón piedra, puesto que no parecía que los sentimientos abertzales en la sociedad navarra del primer tercio del siglo pasado fuesen algo muy extendido…

Pero no hay más que mirar a la mayoría sociológica de aquella Navarra, todavía profundamente carlista, en palabras de la propia Comunión Tradicionalista, para entender la realidad sociopolítica de la misma…

“Razones de hermandad y de conveniencia política exigen que, en esta reconquista de nuestra personalidad, navarros, vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos seamos un solo y único pueblo que reclama su libertad, sin que esta unidad de aspiración y de raza implique uniformidad de legislación y de órganos de gobierno, sino recabando para cada uno de los componentes del País Euzkaro lo que sea peculiar de su organización foral”.

Efectivamente, Navarra era lo que había sido siempre; vasca…

Solo un año más tarde, la Constitución de la República y la cuestión religiosa dieron al traste con el segundo proyecto de Estatuto Vasco Navarro. El sector oligárquico de la sociedad navarra, el principal beneficiario del cambalache que supuso la Ley Paccionada, la libertad de Navarra por el control de su Hacienda, vio en peligro sus privilegios y se lanzó, apoyado en el Diario de Navarra de Garcilaso y en las teorías españolistas de Víctor Pradera, a la desnaturalización de Navarra, la asonada militar del 36, el terror posterior y 40 años de Dictadura nacional-católica hicieron el resto, cumpliendo a pies juntillas las proféticas palabras de Campión que encabezan este artículo… Navarra ha dejado de ser vasca y de ser Navarra también, y esta vez el mecanismo ha funcionado a la misma velocidad.

Quizás, nos olvidamos de leer lo que dejaron escrito nuestros antepasados o no fuimos capaces de oídles…

«GU EUSKALDUNOK BESTE JAUN EZTEGU JAUNGOIKOA BAIZIK, ATZEKOARI OSTATUA EMATEN DEGU ONIRIZKERO BAINO EZTEGU NAI AIEN UZTARRIA JAZAN. ADITU EZAZUE ONDO, GURE SEMEAK».

«Nosotros los vascos, no tenemos más señor que Dios. Al extranjero le damos acogedora hospitalidad, pero no queremos soportar su yugo. Oídlo bien, hijos nuestros».

El resultado da como para mucho más que para flagelarse con una txistorra…

Ander Muruzabal