“Tras la crisis de los partidos estamos en la encrucijada de o bien hacer mejores partidos o bien ingresar en un espacio amorfo cuyo territorio será ocupado por tecnócratas y populistas, definiendo así un nuevo campo de batalla que sería todavía peor que el actual”
Daniel Innerarity
La estrepitosa irrupción de Podemos en la política española, la descomposición galopante que se observa en las filas del PSOE y lo llamativo de casi todas las encuestas que han visto la luz desde las pasadas elecciones europeas han llevado a muchos comentaristas y a gran parte de la calle a hablar del fin del bipartidismo. Escenarios electorales donde antes solo se contemplaban dos fuerzas políticas, y como mucho algún grupo bisagra sin opciones reales mayores que las de apuntalar a uno de los partidos dominantes, han dado paso a auténticos mosaicos de siglas en los que ya no está, ni mucho menos, clara la opción bipartidista.
Solo las Comunidades Autónomas llamadas históricas; la vasca, la catalana y la gallega en menor medida y la Comunidad Foral de Navarra eran las excepciones a este escenario común por la presencia de otro eje de de decisión política; el identitario. Así el tradicional eje izquierda / derecha se solapaba con el eje nacionalismo territorial / nacionalismo español dando lugar a mapas políticos a cuatro en los que unas veces primaba el eje socioeconómico y en las otras el identitario, esas son precisamente donde las encuestas dan menos importancia a la irrupción de Podemos aunque su presencia también está garantizada.