Prisión permanente revisable

rajoy sanchezSi hace treinta y siete años a la mayoría de los españoles que votaron SI a la Constitución les hubieran dicho que con ese texto, que ponía fin formalmente al franquismo, unos años después un gobierno de España iba a poder poner en marcha un código penal medieval inmune a cualquier concepto racional y democrático de justicia cualquiera de ellos nos hubiera mirado con incredulidad, si además les hubiéramos dicho que en tal dislate iba a colaborar el Partido Socialista Obrero Español como recoge la lamentable fotografía que encabeza este artículo la mirada hubiera ya sido de estupefacción.

¿Qué ha pasado pues en estos treinta y siete años para que una medida de estas características haya pasado de ser una broma de mal gusto a algo que puede ser asumido por la sociedad española sin pestañear? ¿Qué para que a una medida involucionista como esta no solo se sumen los que siempre han mirado la libertad con sospecha sino los que proclaman defenderla? ¿Será capaz después de acuerdos como este la socialdemocracia española de sorprenderse por su declive electoral?

Resulta evidente que ni las cifras de porcentaje de población reclusa, uno de los más altos de Europa, ni los índices de criminalidad, contrariamente a lo que pudiera parecer por el primer dato uno de los más bajos de Europa, ni de estancia media en prisión, muy superior a los de los países de nuestro entorno, que ofrece España en comparación con otros países europeos hacen ni necesario, ni recomendable cualquier endurecimiento del sistema penal.

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A la tercera irá la vencida

Navarra mapaComo bien dijo ayer Uxue Barkos en el Congreso de los Diputados tras el portazo a Catalunya que protagonizaron ayer esos dos cánceres para España que han resultado ser los dos ejes del bipartidismo que sustentan el régimen constitucional del 78; a la sazón PP y PSOE, “Se están haciendo trampas al solitario”. De ninguna otra manera se puede entender que se utilice una Constitución que se concibió como un marco de libertades y democracia para ir en contra del más preciado de los derechos democráticos como es el voto.

Pero es que además la Constitución Española del 78 no es una constitución al uso, nacida de la voluntad constituyente de los españoles en 1978, la Constitución Española vigente es la salida menos mala que se pudo lograr para superar cuarenta años de dictadura fascista en medio de un ruidoso estruendo de sables, fruto de una voluntad de consenso sometida a libertad condicional. Pudo ser de otra manera pero resultó así, lo que no obsta para que necesite una urgente revisión, y no de chapa y pintura precisamente, sino en sus principios fundamentales para ajustarse a una España que poco o nada tiene que ver con la que salió amedrentada de cuarenta años de tiranía.

Dejando al margen, pues, la legitimidad, y mucho más la vigencia, de la ley Suprema de la que podríamos hablar largo y tendido, casi resulta más gratificante hablar de la España de hoy, de los españoles de hoy y de quienes no lo son. Con esa Constitución, dos veces, dos Parlamentos democráticos han sido violentados en nombre de la tan traída y llevada Soberanía Nacional.

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Reformar la Constitución

constitucion-española-no-garantizo-ni-comida-ni-trabajo-ni-sanidad-ni-vivienda«Elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal»

Adolfo Suarez

Estos días, y con motivo de su 35 aniversario, hemos asistido al enésimo debate sobre la necesidad de reformar o no la Constitución y de la idoneidad del momento para hacerlo dada la situación de profunda crisis económica, la delicada situación de la institución monárquica, el desmantelamiento de servicios públicos que hasta ahora considerábamos protegidos por esta y el espectacular avance soberanista que se está produciendo en Catalunya.

Bien está el debate pero no podemos hacerlo con un mínimo de criterio si no contemplamos un aspecto previo que puede matizar y condicionar notablemente el discurso, como es la imposibilidad real de poner en marcha los mecanismos de reforma constitucional, y me explico.

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