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Corred a verla, insensatos!

La última película de Javier Fesser es una maldita obra maestra y mucho vais a oír hablar de ella por sesudos estudiosos de esto que es el cine. Bueno, los que venís aquí buscáis sinceridad y no elucubradas disertaciones sobre la insoportable levedad de la realidad cinematográfica del momento, así que ahí vamos.

Partimos de la base de que soy fan de Fesser desde hace años. Incondicional de El milagro de P Tinto, del año 1998, e incluso de la maltratada La gran aventura de Mortadelo y Filemón, de 2003. Hasta pude aguantar la segunda parte de esta última.

Por otro lado, Javier Gutiérrez me cae fenomenal. Igual es porque lo vi un día por Pamplona tomando algo por lo viejo, pero de todos modos es el actor que te saca cualquier papel adelante y te lo crees en todos. Memorable su personaje en Vergüenza, una serie de Movistar con Malena Alterio (qué gran actriz) donde hace de perfecto metepatas, el típico que cuando habla es para cruzarle la cara y que es capaz de meterse en el jardín más negro y absurdo y hacerlo con la mínima dignidad. Me recuerda al añorado Michael Scott de The Office, interpretado por un Steve Carell en plena forma.

La historia es sencilla. Un tipo que acaba de perder su empleo como entrenador de un equipo de baloncesto es pillado conduciendo bajo los efectos del alcohol. Tras un juicio rápido, le condenan precisamente a entrenar a un grupo de discapacitados mentales que pertenecen a una asociación.

El entrenado no es que se lo tome bien al principio, y los improperios que suelta en contra de este colectivo es algo que solamente un director muy hábil es capaz de colar sin indignarte con él. Pero sabemos que va a cambiar su apreciación en cuanto conozca al equipo, y esto no es ningún spoiler, es ley de vida. El grupo de discapacitados es tremendo, seleccionados entre más de 600 personas y, algo que me ha gustado, el director ha afirmado que cogió un poco de todos, de cada una de las aportaciones que se hicieron.

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Seguro que fue un caos el rodaje, aunque un caos bien divertido, pero el resultado es real, nos creemos lo que nos están contando, y por supuesto no cae en el sentimentalismo fácil, sino todo lo contrario, tratando el tema con la mayor de la naturalidad. Incluso tiene su parte de denuncia social, en esa escena en que tienen que compartir espacio los jugadores con viajeros en un autobús. Al final, ese mensaje positivo que transmiten, que te mantiene una sonrisa permanente en la boca, hace que ver esta película sea una delicia en todos los sentidos.

De verdad que merece la pena ir al cine a verla.

 

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