Cuando surgen debates sociales sobre cuestiones que atañen a los sentimientos de las personas, y el debate identitario es uno de los que más lo hacen, tendemos a utilizar conceptos que no todos entendemos por la misma cosa con lo que este se transforma en diálogo de sordos.
Es muy probable que ese sea el problema principal de la aventura catalana que estos días alcanza un nivel de ruido insoportable en algo que en teoría no debiera suscitar más que un sosegado intercambio de opiniones sobre los pros y los contras de la creación de un nuevo estado, algo mucho más parecido a lo que ha pasado en Escocia que a lo que vemos en Catalunya.
Palabras como soberanía, derecho a decidir, Ley, ámbito de decisión, estado o nación están en boca de todos los protagonistas del debate y no parece muy claro que todas tengan el mismo significado para todos los intervinientes.