La ceremonia de la confusión

IbarretxeEn mi anterior artículo “Porque no estuve en el Gure esku dago” intentaba hacer una reflexión sobre los motivos que me llevaron a no acudir a la cadena convocada por el derecho a decidir, algo que me resultó especialmente difícil y más teniendo en cuenta que soy un firme defensor de tal derecho.

Entre las críticas que ha recibido mi planteamiento, algunas tengo que reconocerlo de compañeros de militancia política, ha habido una que ha llamado poderosamente mi atención por venir de quien viene; miembros de la propia Plataforma GED, y por su contenido; acusándome de no haber entendido el sentido de Gure esku dago aludiendo a su carácter apartidista y remarcando la apertura de la iniciativa a cualquier proyecto de país.

Dejando al margen la honestidad de los impulsores de GED, que doy por supuesta, creo que es necesario remarcar un punto clave que la plataforma ha pasado por alto y es que cuando se reivindica un derecho es absolutamente imprescindible determinar quién es el sujeto de tal derecho y cual su objeto, y siento darle la razón en esto a Patxi López pero es que la tiene. Yo puedo reivindicar mi derecho a vivir en mi casa pero tal derecho tiene un sujeto; yo mismo, y un objeto; mi casa, y en absoluto es extensible a mi vecino de abajo por muy buenas relaciones que tenga con él.

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Porque no estuve en el Gure esku dago

GureEskuAyer el nacionalismo vasco escenificó, con bastante éxito por cierto, su apoyo al derecho a decidir, o, al menos, eso es lo que quieren hacernos creer sus organizadores. Yo que me declaro abiertamente nacionalista vasco no estuve en el Gure esku dago, y no estuve porque entiendo que lo que se escenifico ayer no fue un apoyo masivo al “derecho a decidir” sino un apoyo masivo a la idea de una parte de la sociedad vasca de construcción nacional que no es la mía.

Hoy, ya bien entrado el S.XXI la sociedad vasca es principal y mayoritariamente una sociedad mestiza, tanto en lo étnico, como en lo político o lo cultural pero sobre todo en lo identitario y por ello las soluciones al llamado conflicto vasco solo pueden pasar por aceptar ese mestizaje y aplicarlo. La mal llamada unidad abertzale no es más que un eufemismo para camuflar un proyecto nacional desde la confrontación de identidades y la imposición de una soberanía sobre la otra de las dos, como mínimo, que componen la geografía política vasca, y eso solo lleva, una vez más, a la exclusión de la mitad de los vascos y a la prolongación del conflicto.

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