Obra maestra. No se puede calificar de otro modo el proyecto más personal del artista Ricky Gervais, cuya variada trayectoria merece que comience este artículo con ella.
Por un lado estamos hablando del mismo tipo que creó The Office, la versión irlandesa, aquella que los más intensitos de las reuniones seriéfilas en torno a la máquina de café se encargan de defender como «la buena», o mejor, «la verdadera». Sí, fue buena en sus dos temporadas cortas, pero la americana, recogiendo el espíritu de la serie, la llevó a la perfección absoluta en sus 9 temporadas encumbrando a Steve Carell en este falso documental sobre una oficina y las más variadas maneras en las que su jefe se encuentra en situaciones de vergüenza ajena.
Este mismo Ricky Gervais fue el presentador de los Globos de Oro durante varios años, y responsable de los chistes más salvajes que se han contado en la gala, hasta el punto en que más de una ocasión ha tenido que pedir disculpas.
En el mundo de las series, también es original. Su última apuesta fue Derek, en 2013, que contaba la vida de un enfermero de geriátrico, con un carácter un tanto especial y cómo era su trabajo.
Llegados a After Life, nos cuenta la historia de Tony, trabajador de un periódico local, que acaba de perder a su mujer por cáncer y está totalmente amargado. Su carácter es irascible, no quiere simpatía por parte de nadie y tiene el firme propósito de expandir su amargura a todo el mundo, tratando con desprecio a cualquier persona que se preocupe por él. Amenaza constantemente con suicidarse.
La serie es triste, mucho, pero tiene un punto de humor cínico, mezclado con humor negro y un trasfondo positivo, que hace que te quedes embobado viendo la pantalla. Y esto lo consiguen los personajes.
Por un lado, su relación con el nuevo cartero es magnífica. Nace de modo tenso, cuando Tony se enfrenta al cartero porque no le deja el correo del modo que a él le gusta. A partir de ese momento, todas las apariciones del cartero son siempre divertidas. Otro alivio cómico lo supone su trabajo en el periódico, donde trata temas sociales de poca relevancia como el chaval que es capaz de tocar la flauta con la nariz.
Se podría decir que el perro es otro personaje, que siempre le acompaña en los peores momentos de bajón y cada vez que lo mira recuerda los buenos momentos vividos con su mujer. En los momentos más tensos, el perro está ahí para recordarle las cosas buenas de la vida.
Pero el mejor personaje es la mujer con la que comparte banco en el cementerio, pues la tumba de la mujer de Tony está junto a la tumba del marido de ella. Con ella no puede ser borde, ni despreciativo, porque sufre tanto o más que él. Es el primer personaje que le rompe los esquemas y la relación que se crea entre ellos nos da los mejores momentos de la serie, que siempre, siempre, terminan con una sonrisa, pese a las historias tristes que cuentan.
Y es que al final esta serie es positiva. El dolor está ahí. Tony se pasa la vida viendo vídeos de su mujer, de sus momento felices y de cuando ya estaba enferma y se empezaba a despedir de él. Es una serie que te muestra el dolor descarnado de una persona que sufre, pero lo hace desde el humor, y con pequeños retazos de positivismo.
Te enamoras de los personajes, de la serie, te da pena que sea tan corta, con 6 episodios por temporada, pero con muchas ganas de que llegue la tercera temporada, que algún día llegará a Netflix, que es donde se puede ver. La serie termina como empieza, tranquila, sin grandes cliffhangers, no le hace falta, porque ya te ha contado lo que quería contarte, y sobre todo, del modo en que quería contártelo.
Grande Ricky, eres muy grande.
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