Los centralistas ya no son un peligro para Navarra, aunque piensen igual
Quién lo iba a decir. Después de cuatro años metiendo miedo al personal con profecías malditas y pactos ocultos, al jefe de UPN le ha entrado el buen rollo. Deja propina, reparte abrazos por la calle y se fía de la gente. Porque Albert ahora es Alberto Carlos, y le ha firmado un papel en el que jura que se ha vuelto foralista. Y si Rivera dice, aunque sea con la boca pequeña, que ya no quiere acabar con la Navarra foral, pues se le cree. Que “en todos los partidos hay gente que critica el régimen foral” y a ver quién no se ha tirado un pedo en el ascensor alguna vez.
Pero no siempre fue así. Hace cuatro años Esparza era navarrísimo. Más desconfiado y exigente. Y como el amigo Albert decía lo que ahora dice el amigo Garicano -que si pueden quitan el Convenio y mientras tanto a ver si pueden hacernos pagar más-, UPN organizaba actos junto a la estatua de los Fueros para decirnos que ojo cuidao con Ciudadanos que dice que “el Convenio es un privilegio” y “propugna que desaparezca nuestra Hacienda Foral”. Y entonces era grave.
Pero de tanto viajar a Madrid a hablar mal de Navarra, el navarrísimo se nos ha vuelto ciudadanísimo. Y como lo que esta temporada se lleva en la capital del reino es envolverse en la bandera de España, Esparza se ha comprado una bien grande. En plan vintage, como las de hace 40 años, para que entre toda la derecha que hay que hacer bulto en el Parlamento.
La operación, claro, requiere sus esfuerzos para que la gente no piense que aquí todo el mundo se ha vuelto loco. No vaya a ser que parezca que los foralistas se han echado al monte solo para acumular los votos y evitar la competencia electoral, que la derecha está últimamente muy concurrida. Y ya se sabe que la gente es muy mal pensada. Al final, han tenido que sacar a las viejas glorias a preparar el terreno para que los navarros de bien no se asusten. Y a recordarles que los de Ciudadanos querrán llevarse el dinero de la Hacienda Foral, pero al menos no hablan euskera.
Al frente de todos han puesto a Javier Taberna, que como lleva una vida pedorreando a cuenta del cuento de UPN nadie duda de que sigue siendo de los nuestros. Y que nos explica que lo de tener un sistema fiscal propio no es tan importante porque en Navarra “estamos utilizando el régimen foral para empeorar”. Así que tampoco hay que enfadarse mucho porque nos lo quieran quitar, que eso de subir impuestos para mejorar el gasto social “es medieval”. Lo moderno, según Taberna, es bajarlos a saco y que Dios reparta suerte. Y a ver quién le discute a Taberna del medievo.
Total, que entre tanta ikurriña, euskera y caos económico nos han dado el cambiazo y ni nos habíamos enterado. Si es que hasta parecen los mismos. Lo que pasa es que ahora en vez de dar los mítines bajo la estatua de los Fueros para denunciar las amenazas de los centralistas al régimen foral, UPN se los lleva directamente a la sede del partido para que digan allí que el régimen foral no es transparente. Y que casi mejor que sea directamente el Estado el que diga cuánto hay que pagar, que es más de fiar que los técnicos de Hacienda Foral. “Lo que pedimos es un cálculo matemático, no una negociación política”, reclama Ruth Goñi en casa de los ex navarrísimos, donde incluso se permite presumir de que ellos en realidad llevan “cuatro años diciendo lo mismo sobre el autogobierno”.
Que el cálculo matemático esté colgado en la web del Gobierno a la candidata de UPN al Senado pues le da un poco igual. Porque ella es de Ciudadanos y tampoco tiene que ir leyendo lo que el Gobierno de Navarra pone por ahí, que seguro que te adoctrina o algo. Y no es plan de cambiar ahora, que ellos ya venían modernos de casa. No como los regionalistas, que se han tomado tan enserio esto de hacerse ciudadanos del mundo que en la sala de prensa de UPN ya no hay rastro de las siglas de UPN. Con el cariño que les habíamos cogido todos estos años.
A Sergio Sayas tampoco es que le preocupe mucho eso, que a él el escaño ya no se lo quita nadie. Y al fin y al cabo, eso es lo que cuenta. “Es el momento de pensar en lo importante y no en los matices. Hemos sido capaces de anteponer lo que importa y hemos sido generosos en aquello que nos separa”, explica el candidato. Y no le falta razón. El nombre, el logo y hasta los principios foralistas son minucias si se comparan con la grandeza de volver a ver unidos otra vez a los Hijos de Aznar. Solo faltan los chicos de Abascal, pero todo se andará.
Total, que cuatro años después de que los navarrísimo nos prometieran salvar Navarra de la invasión vasca lo que nos queda es una plataforma electoral en la que se entremezclan los foralistas centralizados de UPN con los centralistas foralizados de Ciudadanos. A los que hay que sumar los peperos de toda la vida, que no son muchos pero que siguen por ahí.
Lo que pasa es que como se han llevado a Ana Beltrán a Madrid ya no se les escucha chillar, y se nos ha hecho un vacío tremendo. Una tristeza inmensa, oye. Que a ver quién nos va a llenar ahora esta sección. Es como cuando se acaba la traca final de los fuegos artificiales el 14 de julio, que te quedas mirando al cielo y ya solo ves el humo. Que es más o menos lo que va a pasar aquí si con el trifachito este a UPN no le da para trincar el Gobierno. Cortina de humo y de vuelta a la estatua de los Fueros con el logo de toda la vida. Que vienen los vascos.