Arrancan dos meses de carrera electoral en los que UPN no sabe si montarse un cuatrifachito foral o disimularlo para camelar al PSN
Bueno, pues ya está. Elecciones generales el 28 de abril;y municipales, autonómicas y europeas el 26 de mayo, que Pedro Sánchez ha pensado que es buen momento para medir fuerzas con las derechas ahora que están arrejuntadas en la plaza de Colón y ya ni se les distingue. Y con los catalanes jugando unas bazas que no tienen, el líder del PSOE ha visto el hueco electoral y se ha tirado de cabeza con la esperanza de darle un disgusto a quienes llevan dos años segándole la hierba bajo los pies manchados de cal viva.
Y eso ha pillado a contrapié a casi todo el mundo. Empezando por quienes hace una semana pedían elecciones urgentes al grito de “traidor” y “felón” y ahora se quejan de que sean en abril porque en ese mes hay que salir en procesión y eso es “un desprecio por las tradiciones”. Hasta Rivera desconvocó la manifestación que tenía prevista ayer en Barcelona porque ir de la mano de Vox está bien hasta que te llega la campaña electoral.
En Navarra el jaleo no ha sido menor. La presidenta Barkos ha planteado una coalición al cuatripartito que tiene pinta de no salir, porque después de cuatro años de sufrimiento Podemos ve opciones de resurgir y EH Bildu parece más ocupado por montar una República con ERC y el BNG, que como se ha visto en Catalunya es un negocio de futuro.
Solo el PSN parece contento, que a río revuelto ganancia de pescadores y lo mismo el agua les aguanta hasta mayo. Vox y Ciudadanos ya saben que lo suyo está en Madrid, así que con hacer un poco de ruido que les dé votos del Ebro para abajo les vale. Mientras que el PP aprovecha para recordarnos que como no gobiernen ellos lo que va a desaparecer no es solo Navarra, sino la indisoluble nación española y eso ya es cosa seria.
Los de UPN en cambio están como que no saben muy bien qué hacer. Porque lo de ir con el PP a Madrid siempre les ha venido bien, que los populares les pagaban el viaje, el hotel y hasta el cepillo de dientes. Pero hacerlo a un mes de las forales con la perspectiva de tener que apoyar un gobierno trifachito lo mismo le acaba complicando el apoyo del PSN en mayo. Así que de momento Esparza se hace el remolón, a ver si se va a dar el guantazo en las generales para nada, que la derecha está muy concurrida, mientras Carlos Salvador saliva con otros cuatro años en Madrid ahora que van a llegar sus amigos de Vox. Con la de cosas que podrían hacer juntos después de que Íñigo Alli haya saltado del barco con semejante viraje a estribor.
El problema es que el líder de UPN no las tienen todas consigo. Porque un día ve a Guzmán Garmendia en el Parlamento haciendo de mamporrero de Ayerdi y masajista de Barcina y se viene arriba. Pero al otro sale Chivite diciendo que lo de Colón no se olvida tan fácil, y ya no le salen las cuentas. Total, que el regionalismo navarro anda más perdido que un militante de Vox el 8 de marzo.
Por un lado está la gente como Pedro Muneta, que nos recuerda que “UPN, PSN y PP votaron juntos el 90% de las enmiendas de los últimos presupuestos” y que eso querrá decir algo. Dispuestos incluso a llevarse a Ciudadanos de luna de miel si hace falta, que se querrán cargar el Fuero pero son gente de bien. Y por otro, cascarrabias como José Javier Viñes, que siente “especial pena” por los socialistas navarros tras su “viraje a posiciones marxistas, al relativismo y al laicismo militante, apoyándose con los antisistema y los destructores de la nación española y de Navarra”.
Y claro, con este panorama es normal que esta gente acabe cargando contra un “nefasto sistema electoral” que hace que “los votantes de la derecha, siendo la mayoría social y electoral, acaben marginados porque el negocio de los partidos menores les burla la representatividad real en las instituciones”. Porque en esa cuarta dimensión en la que viven algunos de UPN, las derechas son mayoría en Navarra incluso cuando no ganan las elecciones, que para eso nos regalaron la democracia.
Luego, claro, se ponen como se ponen cuando pierden el poder. Y más ahora que ha surgido Vox a decir alto y claro lo que hasta ahora no se atrevían. El cinismo habitual de la derecha en cuestiones como la igualdad o el navarrismo ha dado paso así a una especie de liberación ideológica en la que ya no se pueden reprimir. Hasta el punto de que tras pasar sin mucho éxito por UPN y PP, Javier Horno y su violín se han puesto al frente de Vox en Navarra dispuestos a “suprimir el Convenio Económico”, “subrogar la Policía Foral a la Guardia Civil” y acabar con la “ideologización de la educación” purgando a los funcionarios “de corte nacionalista”. Y eso solo de primeras sin pensar mucho.
Pero si alguien pensaba que eso es algo que podía preocupar a los foralistas de toda la vida, puede estar tranquilo. Que lo importante es lo importante. Lo explicaba bien estos días Julio Pomés, el del think tank que lleva cuatro años anunciado un cataclismo económico que no llega, y que ahora concluye que en el fondo UPN, PP, Cs y Vox son “cuña de la misma madera. ¿Hasta dónde les importa más a esos partidos la continuidad de Navarra, que unas insignificantes diferencias, que en realidad esconden la ambicioncilla de ostentar unos puestecillos políticos temporales?”, se pregunta mostrándonos ya el camino de lo que viene. Que aquí hasta Vox va a acabar siendo foralista de toda la vida. Es solo una cuestión de prioridades, y aquí lo que cuenta es sumar 26. Lo veremos bien a partir del 28 de abril.