Salvemos el pañuelico rojo

LA PRENSA MADRILEÑA SE ALARMA POR LA PRESENCIA DE LA IKURRIÑA EN EL CHUPINAZO CUANDO LO REALMENTE GRAVE ES LA «IMPOSICIÓN» DEL PAÑUELO A CUADROS

Anda el patio revuelto con la ikurriña que el pasado 6 de julio presidió el Chupinazo. Que ni era la primera vez ni el primer ayuntamiento, pero sí la más esperada. Porque una cosa es que la tricolor ondee en Aoiz o en Lumbier con alcaldes que hoy presiden la ejecutiva de UPN, y otra “imponerla” unos minutos cuando ellos ya no mandan. “Los abertzales y podemitas humillan a los navarros y su rica historia. Navarra no es el anexo de nada ni de nadie”, concluía Pablo Casado, diputado por Ávila y portavoz del PP, abriendo camino a la tropa política y mediática que al grito de “imposición” viene agitando las antorchas.

El problema es que se han dicho tantas cosas que ahora casi todo suena a poco. “La degradación de Navarra se ha vuelto insoportable. Invasión separatista, presos de ETA jaleados en la calle y proetarras en instituciones”, denunciaba Vox para poner el listón en lo más alto. Hasta los recursos anunciados por la Delegación del Gobierno y UPN al Contencioso-Administrativo parecen ya tibios, y ha tenido que venir Ana Beltrán para poner un poco de orden y anunciar una querella por prevaricación contra el alcalde.

“Lo sabía, se le advirtió de lo que podía pasar y aun así siguió adelante”, denunciaba en un artículo en El Mundo la portavoz del PP, sorprendida porque Joseba Asiron, “un alcalde indigno para Pamplona”, no había obedecido la voluntad política de su partido. Y de paso, Beltrán aprovechaba para volver a proponer una Gran Coalición de derechas en Navarra contra el eje del mal. “La unión hace la fuerza y en momentos excepcionales se nos exigen medidas excepcionales a los partidos que defendemos Navarra como comunidad foral dentro de España”. A ver si esta vez hay más suerte y le hacen algo de caso.

A su favor juega que la expectación generada por los Sanfermines ha amplificado el efecto visual de la ikurriña, con gran reflejo en la prensa madrileña, sumada a la causa del Apocalipsis foral. “Bildu impone la ikurriña”, sentenciaba El Mundo, que aunque en su apunte editorial defendía que la colocación “no es legal”, lamentaba que el Gobierno central “no dispone de los mecanismos suficientes para hacer frente a la política de hechos consumados”. Más rotundos eran La Razón, donde llevaban a titular secundario en portada el “nuevo desafío de Bildu”, y que en las páginas de opinión confiaban en que “esta ofensa a la mayoría de los navarros tenga consecuencias”.

ASUNTO DE ESTADO Ya se sabe que esto de las mayorías y minorías es bastante relativo, y que es más democrático prohibir una bandera que permitirla. Lo cree hasta El País, que también editorializó sobre el asunto para defender que “dividir a los navarros con el izado de la bandera vasca es un error”. “La Ley Foral de Símbolos de Navarra de 2003 intentó poner coto a la llamada guerra de las banderas prohibiendo, indirectamente, el izado de ikurriñas en los edificios públicos de la comunidad”, apuntaba el editorialista, que advertía también a UPN, que ya ha pedido un debate sobre este tema en el Congreso a ver si pueden enredar un poco más, que “sería absurdo elevar el error del Ayuntamiento navarro a categoría de asunto de Estado”.

Solo La Vanguardia se desmarcaba de la línea editorial general. Será que los catalanes están en otra cosa y no a lo importante, que ponía el foco en la campaña contra las agresiones sexistas promovida desde las instituciones. “Chupinazo en femenino”, titulaba una larga crónica de dos páginas en la que la ikurriña no aparecía ni de refilón. “Han hecho bien las autoridades en comprometerse firmemente en el desarrollo de unas fiestas libres de violencia sexual, en un intento de implicar a los ciudadanos y visitantes en el rechazo a las agresiones contra las mujeres”, recogía en su editorial.

Suerte que quedan periodistas como Carlos Herrera para poner la prioridad donde merece. “Bildu, o sea Herri Batasuna, o sea el entorno político de ETA politizó el Chupinazo. Poner la ikurriña es decirle a los navarros que Navarra no es Navarra, que es un apósito del imperialismo vasco”, explicaba a los oyentes de la Cope.

Porque claro, esto es solo el principio. Se empieza sacando la ikurriña y se acaba prohibiendo el pañuelo rojo. O algo así. “Promocionado por el nacionalismo, nos quieren imponer el ‘pañuelo a cuadros’. Defendamos el nuestro”, alertaba en víspera festiva Pachi Mendiburu. El promotor de la reciente manifestación contra la ikurriña decía estar “convencido” de que la presencia del pañuelo azul y blanco en fiestas pueblos y barrios “no obedece a la casualidad, sino a consignas perfectamente planificadas y obedientemente orquestadas, de cara a la creación de un pañuelo para su Euskal Herria”. La cosa puede parecer un tanto paranoica, es cierto, pero viene bien para apropiarse de un símbolo más y recordar quienes son los buenos y los malos navarros. “Como con la bandera de Navarra, nos dirán que el pañuelo rojo no corre peligro, que nadie te lo va a quitar… Ya, ya…”. Así que por si acaso es mejor “tomar conciencia” y “poner medios”, que Navarra no desaparece en un día. Habrá que ir llamando a la de la txistorra.

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