Como bien dijo ayer Uxue Barkos en el Congreso de los Diputados tras el portazo a Catalunya que protagonizaron ayer esos dos cánceres para España que han resultado ser los dos ejes del bipartidismo que sustentan el régimen constitucional del 78; a la sazón PP y PSOE, “Se están haciendo trampas al solitario”. De ninguna otra manera se puede entender que se utilice una Constitución que se concibió como un marco de libertades y democracia para ir en contra del más preciado de los derechos democráticos como es el voto.
Pero es que además la Constitución Española del 78 no es una constitución al uso, nacida de la voluntad constituyente de los españoles en 1978, la Constitución Española vigente es la salida menos mala que se pudo lograr para superar cuarenta años de dictadura fascista en medio de un ruidoso estruendo de sables, fruto de una voluntad de consenso sometida a libertad condicional. Pudo ser de otra manera pero resultó así, lo que no obsta para que necesite una urgente revisión, y no de chapa y pintura precisamente, sino en sus principios fundamentales para ajustarse a una España que poco o nada tiene que ver con la que salió amedrentada de cuarenta años de tiranía.
Dejando al margen, pues, la legitimidad, y mucho más la vigencia, de la ley Suprema de la que podríamos hablar largo y tendido, casi resulta más gratificante hablar de la España de hoy, de los españoles de hoy y de quienes no lo son. Con esa Constitución, dos veces, dos Parlamentos democráticos han sido violentados en nombre de la tan traída y llevada Soberanía Nacional.