Cuando ya hace casi nueve años que se creo Nafarroa Bai el tercio sociológico navarro que había estado sistemáticamente excluido de la vida política en nuestra Comunidad vio la luz al final de un túnel que comenzó con la truncada transición navarra, y empezó a agitar las, hasta entonces, calmadas aguas de la realidad política navarra.
El pacto tácito que había creado la famosa cuestión de Estado entre el PSOE y la derecha española en Navarra, en su versión local y su versión nacional, y que había gobernado esta tierra empezó a resquebrajarse y los navarros vimos, por primera vez en treinta años, la posibilidad de desalojar a quienes habían hecho de la falta de transparencia, el amiguismo y el silenciamiento social los ejes de su política para Navarra.


No el sonoro batacazo del PSN, cuarenta mil votos en Navarra valen un escaño, al que veinte años de seguidismo y anulación de su propia identidad, en aras a no se que intereses de Ferraz o que oscura razón de estado, le han llevado a un diagnóstico de encefalograma político plano de más que difícil solución sin pasar por el amargo trago de la “refundación”. Eso no es un cambio sino la constatación de que el proceso de grangrena que asola al PSN va cogiendo cada vez más velocidad.