Confieso que la primera vez que leí el “Manifiesto Foral”, no olvidemos que lleva recogidas cientos de firmas y que en la actualidad son varios los Ayuntamientos navarros que se ha adherido a él, pensé que se quedaba corto, muy corto…
Para un fuerista convencido como yo el Amejoramiento y el reconocimiento parcial del Fuero, Adicional Primera, y de la soberanía de Navarra, Transitoria Cuarta, no son más que la herencia directa de la mal llamada Paccionada de 1841, mal llamada puesto que para que exista un pacto debe haber al menos dos pactantes algo que desde luego no ocurrió en aquel año, y cualquier actualización del Fuero debe de partir del reconocimiento del status anterior a 1839, es decir del reconocimiento de la capacidad incondicionada de los navarros de legislar sobre si mismos.
Pero he de reconocer que con los días le he empezado a ver mucha más enjundia en el texto finalmente difundido porque ha conseguido poner a UPN frente a su propio espejo y, sobre todo, ha visualizado perfectamente la doble estafa que supone la defensa de un Fuero manipulado no por a quienes pretende proteger; los navarros, sino a quien lo utiliza para sojuzgar Navarra, y la creación de una identidad ficticia en que basar el desatino; la Navarra floral y española del partido regionalista.
Leyendo atentamente el texto reivindicativo del Manifiesto, y así lo reconocía implícitamente el propio Jaime Ignacio Del Burgo en Diario de Navarra en la más que curiosa descalificación “ad hominem” del texto, este no se separa ni una coma del propio Amejoramiento y la Constitución española. No es el Manifiesto Foral una reivindicación de ampliación de las competencias forales sino, más bien, una exigencia de respeto a lo ya firmado, quizás por eso obtuvo la heterogeneidad que obtuvo entre sus primeros firmantes y el nerviosismo extremo de quienes se vieron retratados.
Pero lo más curioso del periplo del manifiesto ha sido la cerrada oposición que ha encontrado entre los grupos municipales de UPN en los Ayuntamientos navarros, con alguna honrosísima excepción de concejales regionalistas más atentos a la literalidad del documento que a quién lo firmaba. Y digo curioso porque no de otra manera se puede calificar la postura de no adherirse a un documento que en realidad no defiende más que lo que la propia UPN dice defender basándose en que lo ha firmado Bildu, y ser este grupo el único que vota con ellos en contra del Manifiesto, con algunas también honrosas excepciones que todo hay que decirlo.
Pero en toda esta foral historia hay más incongruencias chirriantes, una de las más ruidosas es la acusación al manifiesto de ser nacionalista, quizás confunde UPN el hecho vasco con el hecho nacionalista fruto evidente de la segunda impostura, haber creado una identidad navarrosolista que parafraseándolos a ellos mismos ni ha existido, ni existe ni existirá, puesto que el hecho vasco es cosustancial a la identidad Navarra, como bien puede corroborar cualquiera que se de una vuelta por el Archivo General de Navarra, lea a alguno de los autores más notables de la literatura Navarra o simplemente se de una vuelta por el Paseo Sarasate y se entretenga un rato leyendo las inscripciones que hay en la estatua que queda justo debajo de la ventana de la, todavía, presidenta Barcina, aquellas que nos dejaron nuestros abuelos en circunstancias similares a las de hoy y que, al parecer, tuvieron más eco en una Navarra mucho más consciente de si misma…
“Gu gaurko euskaldunok…”
es probablemente por eso que también, como Esteban Pérez de Tafalla en su “Libro de Honor de los Navarros”, quisieron recordárselo a generaciones venideras…
“oídlo bien hijos nuestros…”
No parece que haya sido el caso…
Ander Muruzabal