Ted Lasso es amor
Cuando se presentó esta serie, recuerdo que no le di mayor importancia debido básicamente a su argumento: un entrenador de fútbol americano es contratado para entrenar un equipo de fútbol inglés. Absurdo, verdad?
A medida que avanzaba la serie te dabas cuenta que esa línea argumental tan sencilla escondía muchas y variadas situaciones, como las capas de una cebolla y, dependiendo de hasta dónde querías pelar, podías disfrutar en mayor o menor medida.
Y es que sí, la serie es una astracanada. Los chistes en principio son fáciles, teniendo que ver con las diferencias básicas entre ambos deportes, y con las diferencias en el lenguaje y sobre todo las expresiones entre americanos y británicos, que tanta gracia les hace a unos y a otros. Aunque en realidad no son tan fáciles porque están plagados de giros lingüísticos, referencias culturales de ambos sitios, hasta tal punto que en ocasiones es necesario parar la reproducción para buscar en internet un chiste en particular.
Ya solo eso te divierte, pero pasemos a la siguiente capa. En esta vemos la valentía de un personaje carente de maldad, que es capaz de cambiar de país para entrenar un equipo en un deporte que no conoce. Tienes confianza en ti mismo, y sobre todo tienes tu autoestima a tope, pues los hooligans van a ir a por ti, lo sabes, lo asumes, y haces que te resbale. Muchas situaciones cómicas se producen con los enfrentamientos del entrenador con los forofos, con la prensa, que no ven más que una marioneta con la que meterse.
En esta capa nos encontramos a los secundarios. Estos personajes están para hacer reír, reforzando el sentido de comedia de la serie. El ayudante del entrenador es otro americano de rostro impertérrito y frases contundentes y enigmáticas. El utillero es un personaje de especial carisma que va cobrando importancia basado en el excelente trabajo que hace Nick Mohammed (gran actor, guionista, el cerebro detrás de la genial Intelligence). Tenemos a la presidenta del club, que también participa en la tercera capa de la que hablaré en seguida. Una espectacular Hannah Waddingham a la que le dan uno de los mejores personajes de la serie. Tenemos a Roy Kent, un veterano jugador de mala leche permanente y peor lenguaje.
Hasta aquí la serie merece la pena, te lo pasas muy bien con ella independientemente de hasta qué capa quieras llegar. Pero queda lo mejor.
Vamos con la tercera capa. Aquí ya nos ponemos serios. En ella nos encontramos al propio Ted, que emprende la aventura de su vida viajando a otro país, con un matrimonio cogido con hilos y con una vida nada fácil por detrás. Este personaje tiene una cara pública, la graciosa, la que le resbala todo, pero nos deja trazas de un hombre atormentado que coloca el humor como parapeto de protección ante un mundo exterior que le ataca. Aquí también nos encontramos a la presidenta del club, que contrata a un entrenador yanqui con la intención de hundir el equipo del marido del que se acaba de separar. Poco humor, mucho rencor, ira, despecho, sufrimiento. Son los personajes más profundos de la serie y los que más mimo reciben por parte de los guionistas.
Ahora vamos, por fin, a la capa que llega a todas las demás, y es ni más ni menos que el amor, considerado como personaje. Porque todos y cada uno de los personajes aman, en diferente medida: los jugadores, el cuerpo técnico, la administración del club, la presidencia del club y por, supuesto, el entrador, nuestro Ted, que a estas alturas ya lo queremos como propio. Queremos compartir su alegría, sus chistes, su talante ante la vida, y queremos estar con él cuando sufre, ser su hombro en el que apoyarse.
Esto es lo que hace grande la serie. No es una serie de un entrenador de fútbol, es una serie sobre positivismo en la vida, sobre la lucha para la superación de problemas personales, de cómo poner una sonrisa en cada momento, aunque sea lo que menos te apetece.
Es una serie sobre el amor, porque Ted Lasso es amor.