Ahora mismo soy fan absoluto de Taika Waititi, este director neozelandés de 44 años que también es actor, escritor y pintor. Lo conocí en la magnífica What we do in the shadows (Lo que hacemos en las sombra), este falso documental de 2014 que ha recaudado 26 premios en festivales alrededor del mundo. Nos contaba la historia de unos vampiros de un modo muy natural, y ellos mismos explicaban cómo era el día a día de una comunidad de estos seres nocturnos. Un humor muy especial, que te gustaba o no, pero que sentaba las bases de lo que iba a ser la constante en este director.
A alguien de Marvel le debió de gustar, porque lo ficharon para llevar a la pantalla a uno de sus personajes principales. Así nació Thor: Ragnarok en 2017, posiblemente la más divertida película del género de superhéroes donde Waititi vuelve a desplegar todo su universo de diálogos rápidos, situaciones absurdas, etc… Aún recuerdo con alegría esa escena en la que Thor está colgado de unas cadenas que lo tienen atrapado, y va dando vueltas. Está hablando con su captor, pero sólo lo hace en el momento adecuado de la vuelta. El resto del tiempo tiene que estar esperando. Es tan absurdo, tan divertido, que a mí me fascinó por su sencillez. Lo podéis ver aquí
Poco después llevó a la televisión What we do in the Shadows, donde él dirigió 3 de los 10 episodios. Una serie que recibió muchas alabanzas y críticas en directa proporción con las personas que habían visto la película anterior o no. La vi, cuesta despegar, pero a final le coges cariño a los personajes.
Ya en 2019 produce, interpreta y dirige esta Jojo Rabbit. También escribe el guion, adaptado del libro Caging Skies de Christine Leunens. Nos cuenta la historia de Jojo Betzler un crío de 10 años miembro de las juventudes hitlerianas cuya máxima ambición es ir al frente y matar judíos. La película ha recibido 6 nominaciones a los Oscar incluido mejor película y mejor guion adaptado, además de una sorprendente nominación a Scarlett Johanson, el personaje más flojo sin duda alguna de la película.
Afortunadamente, Golem sigue con su política de dedicar unos días a poner sesiones en versión original de los estrenos más importantes. Así pude ver 1917 y he podido ver ésta. Podría ser mejor, podría ser en la Morea, con mejores pantallas y butacas, pero podría ser mucho peor, podrían no hacer nada y perder la oportunidad de escuchar las voces originales, así que lo mejor es seguir alentando estas iniciativas y que dure, que lo agradecemos.
Todo comienza en un campo de entrenamiento nazi, donde suceden los mejores momentos de la película y donde Jojo y su amigo Yorki (un robaescenas en toda regla, un niño adorable) quieren aprender a ser asesinos sin alma. Jojo tiene la ayuda de su amigo imaginario, ni más ni menos que Hitler, interpretado magistralmente por Waititi. Su instructor es Sam Rockwell, muy divertido y muy digno en su papel, al que le acompaña una menos histriónica de los habitual Rebel Wilson, que lo borda.
La estética es muy Wes Anderson, colores muy vivos, todo es bonito mientras se adoctrina en el odio a los judíos y se enseña a ser un asesino. Precisamente ahí la película destaca, en esa crítica feroz al nazismo desde el humor, la sátira, el diálogo muy inteligente. Es una apología antinazi tan grande como lo fue en su día American History X utilizando otro punto de vista y otro acercamiento, por supuesto. Pero ambas películas las pondría como obligatorias en los colegios, para que los alumnos comprendan lo absurdo del odio racial, de las ideas eugenésicas que lo único que han traído es dolor a la humanidad.
Esta película me ha encantado, me ha gustado más que la grandilocuencia de 1917, pero está condenada a no ganar en los Oscar, salvo sorpresa. Además, se disfruta con los días y te vas acordando de cosas, de escenas, de momentos. Tiene mucho sentido todo lo que rodea a Jojo Rabbit.
En Grupo Salvaje dedicaremos un día a hacer la porra de los Oscar, y tendremos invitadas, que ya os anunciaremos