Hacía tiempo que una serie no me sorprendía como ha hecho el piloto de esta “comedia”? que sigue a tres generaciones de una familia evangelista que dan sermones cristianos en televisión y se forran vilmente con ello. Además, podemos asistir al triste espectáculo de ver sus desastrosas vidas privadas plagadas de excesos mientras intentan mantener una fachada basada en la mentira.
Lo primero que me atrajo de la serie es que está protagonizada por John Goodman, actor que siempre me ha encantado y que está teniendo una madurez muy interesante. Recientemente lo pude disfrutar en la serie Black Earth Rising, una difícil historia legal sobre el genocidio de Ruanda, sus supervivientes, y los juicios posteriores que hubieron.
Goodman hace de padre de dos descerebrados y una chica. Uno de ellos es Adam Levine, inclasificable actor que comencé a conocer en Workaholics, una serie que me hizo disfrutar muchísimo con las barbaridades de estos tres colegas de trabajo que prefieren pasar el día fumados a hacer lo que tienen que hacer. La serie tuvo 7 temporadas pero yo me bajé un poco antes, cansado de tanta exageración. Pues Levine es además un excelente cantante que ha aparecido en películas como Pitch Perfect junto a la adorable Anna Kendrick. Trabaja bien este chico ahora que es más adulto y se deja de histrionismos y exageraciones.
Levine, aunque parezca mentira, aún tiene un poco más de cerebro que su hermano, interpretado por Danny McBride, un actor que nunca me ha acabado de gustar pero he de reconocer que aquí está bien. En los primeros minutos de la serie asistimos al intento de chantaje de unos paletos que tienen un vídeo del hijo mayor Gemstone en una orgía con drogas. McBride está perfecto en el papel de chulo prepotente que lo es por dinero, no por otra cosa, con unos secuaces irrisorios con los que anda en plan mafioso, recordándome en momentos al grandísimo Esteve Carell en The Office (sí, la americana y sí, que la británica es mejor, blah blah, pero yo me quedo con esta versión) y sus momentos de vergüenza ajena extremos que tanto me hicieron reír en su día.
La serie está bien llevada, no es una astracanada y resulta muy divertida porque podemos ver la parte de atrás del escenario de este tipo de actuaciones tan mediáticas, los acuerdos entre predicadores de diferentes zonas para repartirse el “botín”, la falsedad de unas vidas sujetas al constante foco de atención de los medios de comunicación.
Tras dos episodios, de tan solo media hora, soy fan absoluto del hermano mayor y sus aires de capo mafioso hortera.
Aún me queda hablar de la hermana, casada con un tontín que quiere entrar en la familia pero sus cuñados se lo ponen bien difícil. Es un personaje que dota de cierta estabilidad al conjunto, no pueden estar todos mal de la cabeza.
Total, que es una serie totalmente recomendable y espero que no decaiga porque ahora es una de mis favoritas que estoy viendo ahora, junto a otras muchas, pero que merecen destacar, como Peaky Blinders, Mindhunter, Glow, Snowfall, Preacher, Jett y por supuesto, la maravillosa Orange is the New Black con uno de los finales más memorables de la historia de las series. Esta serie se merece post, y lo tengo que hacer, en breve.
Saludos, gracias por leerme