Aprovechando otra matinal de los Golem (qué pena que no se animen a poner alguna película en v.o.s.e. en este horario) me fui a ver esta película interpretada por Silvia Abril y Jordi Sánchez que podía haber sido mucho más, pero se quedó en un buen intento.
Y digo buen intento porque sí es verdad que los actores ponen toda la carne en el asador, y no me refiero a esperpénticas actuaciones sino todo lo contario. Odio el maldito pescatero de Aquí no hay quien viva, pero en esta película no lo ves, así como ninguno de sus gestos o chascarrillos, y esto es mérito de Jordi. Ella tampoco se deja llevar por extremismos y asistimos a un duelo actoral que se agradece.
Pero claro, ¿es suficiente? No, la verdad es que no lo es, porque la película flojea cuando empiezas a pensar en la Guerra de los Rose. Aquello sí eran batallas, y esto parecen rabietas constantes de unos niños mal criados.
La película se basa en un drama que seguro le habrá pasado a muchas parejas. Compraron su piso en el momento más caro, y cuando se divorcian y toca vender se dan cuenta que ya no vale lo que pagaron. Así que toca esperar a que el mercado inmobiliario se recupere aunque sea lo suficiente como para recuperar casi todo lo invertido. Este planteamiento quizás es lo mejor de la película de Juana Macías, el tercer largometraje para esta directora que ya tiene dos Goyas: por dirección novel con Planes para mañana, de 2010, y mejor cortometraje por Siete cafés por semana (1999). Un gran bagaje para una cinta que podría ser mejor, pero que promete, y ojalá tengamos directora para largo.
Respecto si merece ir al cine a verla, pues posiblemente sea incluso mejor que Perdiendo el este, que iré a ver en breve. Pero vamos, pasar un buen rato, se pasa, si te dejas llevar y prefieres divertirte, porque si te pones a buscar pegas, le encuentras muchas, pero, ¿a qué hemos venido? Pues eso, a disfrutar.
Saludos y gracias por leerme