En la retina tengo este curioso y genial filme que guardo con muchísimo cariño, la realidad supera la ficción, y más allá de guardar un enorme mensaje sobre felicidad, convivencia, capitalismo y tercer mundo está la impresionante vida de nuestro protagonista, y es que sin duda que Los dioses deben estar locos
Nixau nació en un olvidado rincón de la polvorienta Namibia, en Tsumkwe, donde las partidas de nacimiento son ciencia ficción y la edad de un ser humano se mide a ojo, el registro civil de cualquier elefante es más fácil encontrarlo. Gcao Coma era el nombre «oficial» y familiar de Nixau, que así lo llamaban cariñosamente en su tribu. Aproximadamente su nacimiento se produjo hacia el 16 de Diciembre de 1944 pero no hay constancia documental de ello. En el desierto del Kalahari la vida es muy dura, pero eso no es problema para un curtido bosquimano, ni tampoco el Ungwatsi (Lengua local) un buen amigo que estuvo por allí me relatava: «En mi vida he escuchado semejante dialecto en el que se intercalan onomatopeyas, es como hablar descorchando botellas» 😆 , otro dato anecdótico es que a los bosquimanos les hacía muchísima gracia la palabra «Hola». «Decía hola y se descojonaban, luego creí entender que algo significaba en su idioma aunque no lo llegué a saber, el traductor simplemente me decía que les hacía gracia cómo sonaba» 😀
Volviendo a la película el director de cine sudafricano Jamie Uys buscaba a un auténtico bosquimano para que protagonizara la comedia «Los dioses deben estar locos» que él mismo había escrito. Se integró en esta comunidad y encontró a un despistado bosquimano que le llamó la atención entre los demás cuando a lo lejos apareció corriendo un tipo solitario a una velocidad endiablada.
Tras lograr convencerlo de algo que probablemente ni él se enteraba el realizador le pagó un sueldo de 300 dólares, pero como Nixau desconocía el valor del dinero, lo tiró a la basura. Atónito dejó al director.
El film se estrenó en 1980 y en él interpretó a Xi, un bosquimano que encontraba una botella de Coca-Cola que caía de un avión y que él llevaba a su tribu pensando que era un regalo de los dioses. Este simple vidrio, para los bosquimanos era un objeto extraño y valioso que provocaba controversia en el lugar. Creando un lío tremendo y un revuelo que hace finalmente que Xi opte por deshacerse de la maldita botella, creándose así diversas situaciones cómicas causadas por el contraste entre culturas.
Sin que nadie lo esperase, esta premisa argumental conectó con el público, Como resultado de tal boom! 90 millones de dólares en todo el mundo 😮 , siendo el mayor éxito internacional del cine sudafricano hasta la fecha (incluso nominación a los premios Cesar del cine francés como Mejor película extranjera y obtuvo el Premio a Película más popular en el Festival de Cine de Montreal). Por otra parte, en tiempos del segregacionismo sudafricano, en algunos sectores se criticó que la película daba una imagen burlesca y racista de los bosquimanos, afirmando que Nixau no era más que un títere manejado por la productora y el entonces frío Uys (Más tarde compensaría a Nixau, la conciencia…), De la noche a la mañana se convertía en estrella de cine de su país.
Al margen de ésta polémica, durante el resto de la década de los 80, Jamie Uys siguió en contacto con él y le pagó en especies. Algo que siempre exigio Nix, puesto que no quería dinero.
Cuando el director le propuso protagonizar la secuela, «Los dioses deben estar locos 2» (1989), Nixau exigió un sueldo de cientos de miles de dólares. Parece que había espabilado en esa intoxicación del llamado primer mundo. Esta segunda parte obtuvo una repercusión mucho menor que la primera entrega y su argumento giraba en torno al regreso de Xixo a la civilización para buscar a su hijo, que había desaparecido accidentalmente.
Con las ganancias de esta segunda parte, Nixau se compró un coche de segunda mano y adquirió un terreno donde construyó una granja para cultivar maíz y calabazas junto a su esposa Kora y sus 6 hijos.
En la década de los 90, regresó a la gran pantalla para protagonizar tres secuelas de «Los dioses deben estar locos» que fueron producidas por la industria de Hong Kong (Hambrienta y necesitada de pasta, puesto que su época dorada había pasado) «Crazy Safari» (1991), «Crazy Hong Kong» (1993) y «Los dioses deben estar locos en China» (1994), en ellas se interpretó a sí mismo y en la última volvió a ser dirigido por Jamie Uys (que falleció dos años después a consecuencia de un ataque al corazón). En 1993 apareció en el documental «In Darkest Hollywood: Cinema and Apartheid» (1993), sobre el apartheid en el cine.
Estas experiencias cinematográficas le permitieron viajar y conocer otras culturas, (Hay una foto suya muy graciosa en la torre Eiffel) sin embargo, concluida la filmación de «Los dioses deben estar locos en China» (1994), decidió regresar a su tierra natal para continuar con su vida sencilla al cuidado de su granja y de su familia, nunca le gustó ni se adaptó a un mundo de locos como era y es el nuestro. Nixau falleció el 5 de julio de 2004 en Tsumkwe (Namibia), a la edad aproximada de 59 años y a consecuencia de la resistencia a múltiples fármacos para combatir la tuberculosis. Ún día antes del Txupinazo, sin duda nuesto entrañable «Xixi» sufrió esa idéntica «explosión», de éxito en su caso, pero como un amante de su tierra su familia y sus costumbres, decidió volver a su verdadero hogar y morir con dignidad entre los suyos como un gran bosquimano de corazón limpio. Hoy es leyenda, por lo menos para mí, aquí en «el cine de marco».
Un abrazo a todos.–