LA DERECHA POLÍTICA NAVARRA AZUZA EL MIEDO A LA DECLARACIÓN DE LA RENTA AL TIEMPO QUE LA CORRUPCIÓN SACUDE LOS CIMIENTOS DEL PP EN MADRID
Anda la derecha política Navarra agitada a cuenta de la declaración de la renta. Vale que el trago no es agradable, pero vistos algunos comentarios parece que es la primera vez que la Hacienda Foral recauda impuestos a los navarros. “El Gobierno de Navarra se va a quedar con más dinero de los contribuyentes”, alertaba UPN el día que comenzaba la campaña del IRPF. Ya lo había avisado en enero Juan Luis Sánchez de Muniáin, el rey de las cesantías y experto en Economía. “Es un inexplicable castigo fiscal” para implantar “una sociedad de subsidio y subvenciones”. ¿Y para qué? “Para financiar colectivos a favor del euskera y desmotivar la búsqueda de trabajos”. El acabose.
Bien es sabido que la gestión económica en los tiempos de UPN fue impecable, “salvo alguna que otra cosa”, como diría Rajoy y que últimamente los regionalistas prefieren no recordar. Para qué. Hay cosas más importantes con las que meter miedo a la población en busca de la “rebelión serena de la clase media navarra que logre enderezar el rumbo caótico por el que navega la Comunidad”. Y para eso, qué mejor que criminalizar los impuestos.
A la derecha últimamente le ha dado además por el lenguaje bélico, por aquello de buscar la épica y despertar la ilusión de la alicaída tropa. “El cuatripartito ha tomado el poder”, proclamaba esta semana Enrique Maya cual golpe de Estado en un emotivo artículo en el que apela a “la familia” como receta para solucionar todos los problemas. “Si no se hubieran perdido esos principios familiares en el día a día como ciudadanos otro gallo nos cantaría. No habría corrupción, nadie se daría a la fuga tras un atropello, los debates políticos tendrían otro sosiego, los medios de comunicación no funcionarían por audiencias sino por la defensa de esos valores”. El bien absoluto nos anuncia Maya, que en un empacho de las proclamas clásicas de la derecha apeló, como no, “al valor del esfuerzo frente al imposible regalo, por inviable, de una renta básica universal y para siempre”. Hay que casarse más y morirse de hambre menos, vaya.
Si la derecha autóctona fuera una familia, una familia de verdad, de las que van juntas a misa los domingos y luego come en casa de la abuela, Julio Pomés sería el abuelo gruñón. Tenéis que llevaos bien, michicos, venia a decir, preocupado como siempre porque el cuatripartito de derechas que viene pidiendo desde el inicio de la legislatura no cuaja. “Si los líderes de los partidos de la oposición no ilusionan a sus electores, volverán a perder en las urnas, porque éstos no acudirán a votar. Solo Ana Beltrán destaca defendiendo lo que cree, pero ella sola no basta”. Resulta hasta entrañable.
Suerte que queda la señorita Rottenmeyer a modo de madre de familia para alertar de que la reforma fiscal “frenará más el consumo, disminuirá el desarrollo económico y Navarra seguirá creciendo a una media inferior a la nacional”. Y aunque eso no sea verdad (los últimos datos de empleo y crecimiento han sido mejores que la media estatal), lo que importa es que los navarros sepan que “tienen menos ingresos”. Y no es ni por la corrupción, ni por la reforma laboral. Sino porque “les están crujiendo a impuestos sin recibir contraprestación”, avalan los primos de UPN.
Lo importante, ya se sabe, es defender a la familia. Sobre todo a los mayores. Y si son del 36, mejor. “Ha llegado la hora de que de una vez por todas miremos al futuro con esperanza y no al pasado con rencor porque, mal que les pese a algunos, ¡la historia es como es y no se puede manejar así como así !”, reclamaba otro de los abuelos de la derecha derecha Navarra, José Ignacio Palacios. Y no por ETA, sino por el franquismo, indignado con “el ensañamiento que algunos siguen teniendo para con los muertos”, a cuenta de la exhumación de un demócrata como José Sanjurjo.
Si es que ya no se puede ni enterrar en paz a nadie por el bien de España. “No consideramos que fuera un homenaje”, alegó Javier Esparza para justificar que UPN no apoyara la declaración de condena aprobada por el Parlamento. Una corona de flores, cuatro militares, una bandera y un viaje en helicóptero no son para tanto. Desde luego, nada que ver con el homenaje a ETA que los regionalistas creyeron ver en el acto de reconocimiento a las víctimas de la Policía y la extrema de derecha. Ya lo dijo Juan José Imbroda, presidente de Melilla y demócrata de toda la vida. “Algunos quieren ganar la guerra ahora”. Y la ganamos nosotros, le faltó decir.