LA SEMANA SANTA Y LA KORRIKA SE CRUZAN EN EL DEBATE POLÍTICO FORAL, DONDE SE ANUNCIA EN FINAL DE LOS
ENCIERROS POR UN DECRETO QUE TODAVÍA NO EXISTE
Lo bueno del fin del mundo es que nunca faltan predicadores, lo que supone una bendición en esta Navarra en la que la paranoia se ha vuelto contagiosa. “Es un golpe letal a los espectáculos taurinos”, proclamaba estos días la concejal de UPN en Pamplona, Ana Elizalde, a cuenta del decreto que pretende prohibir los encierros en Navarra. En verdad ni hay decreto ni pretende prohibir los toros, pero tampoco es cuestión de entrar en matices si es para salvar Navarra del Apocalipsis.
Porque, como ya predijo Enrique Maya en la última campaña electoral, los rojos y separatistas van a arrasar con todo, incluidos los encierros y las procesiones. “Según dicen los entendidos” –Elizalde, por supuesto, no dice cuales – “va a ser imposible” que en el futuro se celebren encierros Navarra. Mucho menos en Pamplona. ¿Y por qué cree eso Elizalde? Bien sencillo, porque en el supuesto decreto, que no está ni en fase de borrador, no se cita expresamente la carrera de la capital como festejo de interés. “Al Gobierno de la señora Barkos no le gustan los toros, y como no se atreven a prohibirlos se dedican a legislar para cargárselos”. Un drama, desde luego.
Así se entiende que el grupo municipal de UPN se haya convertido en un pilar fundamental de la defensa de Navarra (la de los buenos) y de sus tradiciones. Un ariete frente a esta cuadrilla cuatripartita de herejes que solo buscan su desaparición, y que en una misma semana se ha atrevido a traer la Korrika a Pamplona y no ha acudido al tradicional acto de las Cinco Llagas. “Es un acto muy querido”, denunció Maya, molesto todavía porque el 7 de julio a Joseba Asiron le dio por irse a almorzar en vez de entrar en la capilla a comulgar como Dios manda.
Si quieres ser alcalde, te jodes y vas a misa, le vino a decir. La Korrika, ya se sabe, ni estradición ni es nada. Que una cosa es dejarla pasar cada dos años para que no te acusen de antieuskaldun y otra muy distinta hacerlo con “exagerada y teatralizada alegría” en pleno Domingo de Ramos. “Sin estilo”, “insultante”, “indigno” y hasta “infantil” le ha llamado Maya a Asiron de una tacada. Todo corrección política por parte del señor exalcalde, que está preocupado, dice, porque “se asocie el euskera a la ikurriña”. Una imposición inaceptable, desde luego, que llega incluso a la selección de idioma de cualquier cajero automático. Ver para creer.
LA RESISTENCIA La cosa es que en Navarra últimamente casi todo gira en torno a la conspiración. Y eso es muy normal porque corrupciones y homenajes golpistas al margen, los indicios de que nos vamos “al pozo”, como vaticina la portavoz del PP, son cada día más claros. Lo dice desde hace tiempo el historiador Luis Landa, uno de esos cabecillas de la resistencia del viejo régimen que, con el rigor que caracteriza a cualquier buen académico, está aterrado porque ve al “tetrapartito” “ilusionado” en gastarse el dinero para “conseguir un proyecto de Euskal Herria independiente”. “¿Quién puede votar en las próximas elecciones a estos cuatro partidos que su único objetivo es empobrecer Navarra?”, se pregunta.
No obstante, el landismo haría bien en no confiarse mucho, no vaya a ser que tenga razón Miguel Sanz y los navarros acaben volviéndose “locos” y voten mal. La democracia, ya se sabe, la carga el diablo, y la gente es capaz de pensar lo que no debe. “Acabados los tiros y demás violaciones quedan las ideas en las mentes”, nos alertaba estos días el profesor de la UPNA, Jesús Mari Osés, para quien “lo que ocurre desde hace dos años en nuestra Comunidad con el tema de la lengua y los símbolos” da fe de sus palabras.
No tienen pistolas pero les queda el euskera. Y eso, claro, es muy peligroso. El resultado es “un desgobierno en todos los sentidos, tanto económicos como religiosos”, con “las banderas de por medio queriendo romper la Navarra española”, como apunta Ángel Ciprés, el exalcalde de Javier e ideólogo de la derecha más derecha, más foral y más española.
El pobre Ciprés, angustiado como pocos por esa Navarra que se diluye sin que nadie ponga freno al Apocalipsis, no ocultaba su angustia en una carta al director en la que hacía un llamamiento a los navarros de bien para dar la vuelta a todo esto antes de que sea tarde: “Animo a los navarros de verdad, ayuntamientos y a los que defendemos y queremos la Navarra de siempre a organizarse, salir a la calles y pedir la dimisión de este Gobierno anticatólico y antinavarrista”. ¡Navarros de bien, a las procesiones!