LAS METÁFORAS INVADEN EL DISCURSO POLÍTICO EN BUSCA DE UNA ÉPICA QUE MARQUE EL RUMBO DE UNA TRAVESÍA POR LA OPOSICIÓN QUE SE HACE LARGA
Anda el mundo todo loco y preocupado por la guerra en Siria, las cosas de Trump y la inestable Venezuela cuando lo grave, el Apocalipsis de verdad, se está incubando en Navarra. “Veo que existen los suficientes anticuerpos como para luchar contra esa infección”, anunciaba el pasado lunes ese gran emprendedor mediático en el que se ha convertido Pedro J. Ramírez, que se pasó por Pamplona para soltar lindezas como que Navarra es “las Termópilas de España”, recordando la batalla en la que los espartanos vencieron al malvado imperio persa. “Navarra es el baluarte de la libertad que hay que defender”, soltó. Así, en bruto.
A Ramírez se le olvidó recordar que por aquel entonces los espartanos estaban en minoría, y que afortunadamente ahora las cosas se arreglan de otra forma. Pero estaba “inquieto”, dijo, porque al parecer se había enterado de que en Navarra “se obliga a enseñar euskera en las escuelas públicas”. Como si lo de las ikastolas fuera algo nuevo. Pero tampoco era cuestión de matices, que el público estaba con él. “Cuando alguien habla en nombre del pueblo echad a temblar”, proclamó entre aplausos de los de Unión del Pueblo Navarro.
Quede claro que lo de los virus y las Termópilas es solo una metáfora, nadie se vaya a enfadar. Que ahí están los concejales euskaldunes de UPN, tan euskaltzales ellos, que han tenido que escribir una carta para dejar claro que no están contra el euskera: “Acusar a nuestro partido de buscar la desaparición de la lengua vasca supone mucho más que una completa falsedad: constituye una verdadera infamia”. Por lo visto, les ha ofendido que Barkos les dijera que, si fuera por ellos, el euskera lo tendría jodidillo en Navarra.
Cómo se le habrá podido ocurrir semejante barbaridad. Encima a ella, cuyo único objetivo es la desaparición de la Comunidad. Se lo dice prácticamente cada semana Javier Esparza, y se lo volvió a recordar en los micrófonos de la Cope, donde dijo que “lo más grave en Navarra es tener un Gobierno nacionalista que proclama que Navarra es Euskadi”. Para que se entere bien toda España que aquí “están intentando cambiar la historia”. Algo que, como bien se sabe, es un monopolio de la derecha.
Con tanto lío, es normal que a la gente le sepan a poco las inversiones del Estado en Navarra. “¿Qué interés tienen Esparza y Rajoy en que lo acordado no sea bueno para Navarra?”, se justificaba el diputado Carlos Salvador ante las críticas. Y tiene razón. Cómo desconfiar de la palabra del PP, que nunca miente. ¿Sólo porque las promesas no tenga presupuesto? Tampoco hace falta. El Estado paga cuando quiere y se le paga lo que pide, que para eso somos navarrísimos.
Suerte que en medio de todo este ruido quedan faros intelectuales capaces de marcar el rumbo. Solo una mente clara como la de Julio Pomés es capaz de aportar luz sobre lo que importa. “Esto es un infierno”, avisaba el gurú liberal en un impagable artículo de opinión, en el que solo se echó en falta aquel no siento las piernas que popularizó un imitador de Rambo.
Porque si el Apocalipsis tiene un mesías, ese es sin duda Pomés, que viene profetizando del desastre desde el primer día. “Nunca hubo tanta bronca, enfrentamiento y crispación en nuestra sociedad. Están infundiendo el miedo en quienes no piensan como ellos”, alertaba esta vez. Que esto se nos hunde y no os dais cuenta, inútiles,venía a decir esta vez. “El panorama no cambiará si el esfuerzo que realiza el partido que lidera la oposición no está al nivel de la tragedia económica que vive Navarra”, lamentaba Julio. Ni en Venezuela, ni Grecia ni Mozambique, la tragedia económica está aquí.
Pomés incluso proponía una Iniciativa Legislativa Popular para disolver el Parlamento y convocar elecciones. Como en los dados, que si no te gusta el resultado puedes volver a tirar. Incluso pedía una “coalición” con un candidato de “prestigio profesional” y “que no pertenezca a ningún partido”. Ninguno mejor que él, eso seguro.