Una de las interpretaciones interesadas del 11E, visión compartida por cierto entre la extrema derecha española y la extrema izquierda vasca, ha sido vincular la manifestación de Bilbao con un cierto renacimiento del “frentismo abertzale”, una especie de reedición del Pacto de Lizarra. Y digo interesada porque tanto unos como otros saben perfectamente que eso no es lo que ocurrió en las calles de la capital de Bizkaia, como bien dijo previamente Andoni Ortuzar; “Reacciones excepcionales en situaciones excepcionales”. Otra cosa distinta es el rendimiento político que unos y otros pretendan sacar de la venta de esa distorsión.
En Euzkadi, y probablemente en cualquier otro sitio, la política de frentes solo tiene un posible ganador, el extremismo, y un perdedor, la sociedad vasca, que como es natural esta compuesta de gentes de muy diversa orientación política e identitaria y que no por ello dejan de ser vascos y sujetos de derechos y libertades. De la política de frentes jamás salieron soluciones democráticas y de integración social sino totalitarismo y exclusión.