Leía esta mañana un artículo del exalcalde de Sartaguda titulado “Yo desobedecí” en el que relata su experiencia de 2007 en que contra las directrices de su partido; el PSN aceptó los votos de ANV para acceder a la alcaldía y evitar un gobierno de UPN en su localidad y no he podido evitar rememorar una experiencia similar veintitrés años antes que demostró que se puede ser político y andar con la cabeza alta y la dignidad intacta.
Efectivamente en 1984 ocurrió un suceso que ya parece olvidado pero tuvo una gran trascendencia para el posterior transcurrir del nacionalismo vasco en Navarra y que además supuso el primer gobierno progresista en Navarra en muchas décadas.
Mucho se ha hablado de la dependencia de las formaciones políticas de Navarra de Madrid o de Bilbao y que anteponen los intereses generales del partido a los de la propia sociedad navarra y lo que ocurrió aquel año 84 demostró que eso no tiene porque ser necesariamente así y que la disciplina y la obediencia nunca pueden estar por encima del interés de la sociedad que te ha votado.
En aquella fecha el PSN de Gabriel Urralburu había ganado las elecciones forales y estaba en disposición de gobernar en solitario mediante el automatismo que contemplaba el Amejoramiento del Fuero en caso de que ningún candidato superase la investidura y que otorgaba la presidencia del Gobierno al candidato de la lista más votada, automatismo afortunadamente desaparecido años después.
Estaba todavía reciente el escándalo FASA que había costado la presidencia a Jaime Ignacio Del Burgo y, como ahora, el clamor que se respiraba en la sociedad navarra era un clamor por el cambio y por un gobierno de progreso. Y en esas estábamos cuando a algún dirigente del PNV se le ocurrió llegar a un pacto con los partidos de derechas, entonces muy fraccionados pero que se unieron de inmediato para evitar el acceso al poder de los socialistas, por el que a cambio de alguna alcaldía en la CAV los parlamentarios forales del PNV facilitarían un gobierno de derechas en Navarra.
La respuesta de los nacionalistas navarros fue casi unánime; el plante. Los parlamentarios se negaron a votar al candidato de la derecha, los miembros navarros del Euskadi Buru Batzar (Ejecutiva nacional), los de Napar Buru Batzar (Ejecutiva territorial), la Asamblea territorial de Nafarroa y, una a una todas la Asambleas municipales y sus respectivas Juntas no solo apoyaron la decisión de los parlamentarios sino que les dieron mandato de no hacerlo.
La respuesta de la Asamblea nacional del PNV fue igualmente dolorosa; la expulsión de los parlamentarios y burukides y la disolución del partido en Navarra y así, un partido con más de 1.000 afiliados y con representación parlamentaria desapareció del mapa político navarro donde apenas quedaron una docena de afiliados y, por supuesto sin posibilidad alguna de tener representación parlamentaria. Treinta años después seguimos empeñados en reconstruir lo que se fue por el sumidero en unas escasas semanas.
El PSN obtuvo el Gobierno de Navarra a costa de los nacionalistas navarros, esos mismos nacionalistas que ahora desprecia como apestados y que antepusieron la dignidad a la poltrona.
Hoy, aquellos que protagonizaron el plante se encuentran dispersos tanto en Bildu como en Geroa Bai, algunos fuera de la política pero todos, incluso los que más de veinte años después volvimos a militar en el Partido Nacionalista Vasco una vez que hubieron desaparecido los protagonistas de la maniobra, se me ocurren otros calificativos pero me los voy a ahorrar, estamos orgullosos de lo que hicimos, no tanto de a quien le hicimos el favor, pero pusimos por delante de nuestras propias fidelidades partidistas lo que entendimos era lo que quería la sociedad navarra y lo que habíamos prometido en campaña.
Quizás sea un buen día para recordárselo a quienes el jueves decepcionaron a la sociedad Navarra.
Ander Muruzabal