“Cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo. La descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fué fundado.”
Charles Louis de Secondat, Baron de Montesquieu.
No voy a ocultar en este artículo que yo también soy de la opinión de que la gestión de lo diario en una sociedad democrática corresponde al poder ejecutivo y que la Ley aprobada ayer por el Parlamento Navarro entra de lleno en competencias que debieran estar reservadas a ese poder… A pesar de ello creo que lo aprobado ayer en el Paseo Sarasate resultaba absolutamente necesario y legítimo, al margen que luego el Tribunal Constitucional, si es que llega a plantearse recurso alguno, diga lo que le parezca sobre el tema si es que la presencia a su frente de Pérez de los Cobos no es suficiente para desacreditar cualquier cosa que salga de tan alta magistratura.
Así pues ¿Qué es lo que me lleva a defender la actuación de ayer de nuestro Parlamento?
Una sociedad democrática, tal y como la entendemos hoy en día, se basa en la separación de poderes de forma que cada uno de ellos actúe de contrapeso del otro y ese equilibrio suponga la garantía de los derechos de los ciudadanos. Pues bien, en Navarra eso está absolutamente fracturado desde hace ya más de un año puesto que el poder ejecutivo, el que se obtiene por delegación de la soberanía popular representada en el Parlamento, no cuenta con el beneplácito para esa delegación, como se empeñan en demostrar tercamente todas las votaciones que recurrentemente ha perdido el partido en el poder y su Presidenta en particular.
Es evidente que a la Presidenta de Navarra no le queda resto de legitimidad alguna para ejercer la función ejecutiva, más allá de una matemática parlamentaria de hace dos años que ella misma se encargó de finiquitar, es pues función del Parlamento impedir que ese ejecutivo ilegítimo pueda gestionar Navarra en contra de la voluntad popular representada en el Parlamento. Eso es parte fundamental del equilibrio de poder que quiere garantizar la separación de poderes, y eso es, aunque Barcina no quiera ni sepa entenderlo, la esencia de la democracia.
En un país medianamente democrático una situación así hubiera supuesto de manera inmediata la devolución de su voz a los ciudadanos por la manifiesta incapacidad de los representantes populares de articular una nueva mayoría que ocupase el poder ejecutivo y la no menos manifiesta de gobernar de la minoría que ostenta actualmente ese poder.
Los intereses electorales, los económicos, el vértigo al cambio y alguna otra “cuestión” que nada tiene que ver con la voluntad de los navarros nos están llevando a una situación esperpéntica donde Barcina se agarra al madero de la incapacidad de la oposición de articular una alternativa para no ahogarse en el mar de su propia incompetencia en vez de llevar el timón de la nave Navarra a mejores aguas.
Ya el colmo sería que el Gobierno de Navarra recurriese una Ley del Parlamento Navarro, representante de la soberanía popular de Navarra no lo olvidemos, al Tribunal Constitucional español en base a tecnicismos legales que jamás pueden sustituir la capacidad de autogobierno de Navarra reflejada en su Fuero. Si durante siglos nos sentimos orgullosos los navarros de ejercer el “pase foral” ante leyes españolas que considerábamos injustas y emanadas de poderes ajenos, puede ser barcina la que inaugure una nueva fórmula de desgobierno que bien podría denominarse “pase constitucional” en flagrante contrafuero.
Y estos son los defensores de la Navarra diferencia y los garantes del Fuero… Vivir para ver…
En todo caso, no le vendría mal a Barcina releer esta otra frase de su añorado Montesquieu…
«Si una causa en particular, tal como el resultado accidental de una batalla, ha arruinado a un estado, entonces existió una causa general que fue la que determinó la caída de dicho estado como consecuencia de una sola batalla»
A lo mejor encontraba en ella unas cuantas claves de lo que está pasando…
Ander Muruzabal