Nacionalismo navarro

Recién acabado el año del V Centenario, ocasión inmejorable para que unos y otros hayan hecho correr ríos de tinta para explicar el fin del viejo reino pirenaico, arrimando el ascua convenientemente a la sardina particular de cada uno, esa ebullición del tema ha puesto sobre la mesa la eterna discusión del por qué no existe un nacionalismo navarro, siendo, como es evidente, el que más justificación histórica tendría entre los que hay en la península.

Y la verdad es que el nacionalismo navarro como tal si existe, y existe por la sencilla razón de que es exactamente lo mismo que el nacionalismo vasco. Lo que algunos pretenden hacer colar como “nacionalismo navarro” es un mito historicista inventado por el nacionalismo español para combatir el nacionalismo vasco mediante la vieja máxima «divide y vencerás».

El nacionalismo navarro originario, como el bizkaitarra, nacen en el último tercio del S. XIX, como todos los nacionalismos por otra parte pero algo más tardío, como reacción a la abolición foral. Hasta entonces a nadie se le había ocurrido, o eran situaciones pasajeras, recuperar el concepto nacional por la sencilla razón de que el Fuero nos garantizaba un status similar a la independencia sin alguno de los inconvenientes, que los hay, de esta.

Y esos protonacionalistas, en Navarrala Sociedad Euskaray en Bizkaia el bizkaitarrismo de los hermanos Arana, buscan sus señas de identidad nacional en lo que es su propia cultura distintiva que no es otra que la vasca.

A partir de ahí el proceso no tiene vuelta atrás y se produce, en la Gamazada cuando los bizkaitarras acuden a Iruña en apoyo de Navarra, lo que era inevitable; la percepción de que dos realidades institucionales que llevaban más de quinientos años separadas comparten esas señas de identidad nacional. Y la conclusión lógica de esa percepción; que son una única nación, y la otra derivada de la misma, que hace falta una herramienta de construcción nacional, y nace el PNV.

Cuando decimos que Navarra no es una nación lo decimos en ese sentido. Las naciones, y digo naciones y no estados, que estos son algo más complejo, nacen cuando una sociedad toma consciencia de su propia identidad nacional y eso es algo que se basa en dos conceptos; la cultura y la organización sociopolítica y el derecho propio, que de ahí se derive la creación de un estado propio es otro cantar.

Es evidente que los vascos tienen todos los ingredientes para formar un cuerpo nacional; cultura, lengua, organización social y derecho propio y distinto, lo que no es tan evidente es que los navarros tengamos nada de eso que nos distinga del resto de los vascos. Lo que nos distingue de ellos es la institucionalización histórica que podría servir para construir un estado propio pero eso dejaría a la mitad de la nación fuera, es lo que percibieron tanto Arana como Kanpion, y, no solo eso, sino que esa institucionalización ha fracasado históricamente.

El fracaso del estado navarro empieza a producirse con la incorporación de sus territorios marítimos a la Corona de Castilla, sobre el año 1200, lo que produce un estado interior, rodeado de grandes potencias; Francia y Castilla-Aragón que solo es cuestión de tiempo que se lo repartan dada su imposibilidad de expansión, también ligada a la propia cultura vasca (el árbol malato y esas cosas que aunque parecen leyendas viejas aún hoy tienen reflejo en actuaciones del nacionalismo vasco), y el aislamiento internacional que supone su perdida de salida al mar con las consecuencias que eso tiene para la economía y el comercio del pequeño Reino Pirenaico y su consiguiente dependencia de los estados limítrofes. Y se consuma con la anexión a Castilla en 1512.

Nada que les debiese preocupar entonces porque su legislación propia; el Fuero, les garantizaba una cuasi independencia, al igual que a las otras institucionalizaciones vascas, y con el descubrimiento americano una importante salida demográfica y económica para lo restringido de su territorio. De hecho, es la pérdida del Fuero y la desmembración del Imperio español lo que produce el nacimiento del nacionalismo vasco-navarro.

Así pues, la visión de Arana (y con él los protonacionalistas navarros; Kanpion, Aranzadi…) es que el pueblo vasco ha fracasado porque su institucionalización diversa ha facilitado su disolución en un ente estatal mayor que empieza a definir sus señas de identidad nacional al margen del hecho vasco que así corre serio peligro de desaparición, e inventan EUZKADI, el estado de los vascos, pero, como es lógico, respetando esas institucionalizaciones diversas que ya han creado señas de identidad propias en cada una de ellas, por lo que la solución es la Confederación desde la reintegración foral plena para cada uno de los territorios históricos, y así, todos juntos poder tener esa plena capacidad de decisión que cada uno por su lado había perdido. Y para ello crean una herramienta, el partido herramienta que decía el otro día Andoni Ortúzar en su toma de posesión como Presidente del EBB, que como tal no es ni de derechas ni de izquierdas, es reflejo de la centralidad de la sociedad vasca y se inclina a un lado u otro según se incline esa centralidad porque su fin es construir ese proyecto de Estado que responda a la nación vasca y que se llama, o mejor llamará, EUZKADI.

A ese estado, si hubiéramos tenido una visión historicista y lo hubiéramos enfocado desde ese punto de vista le podríamos haber llamado Navarra y en todo caso estaríamos hablando exactamente de lo mismo.

Todo el proceso, como casi todo en la historia de España, se ve truncado por el “cuartelazo” del 36 y la subsiguiente guerra civil que lleva al nacionalismo vasco al exilio. Desde ese exilio hay quienes propugnan por una resistencia armada, contraria al humanismo que impregna desde sus orígenes al nacionalismo vasco, que se ve desautorizada por el Lehendakari Agirre, probablemente el político más importante y brillante que ha dado ese estado que llaman España en el S. XX junto con Manuel de Irujo, y se refugian en las tendencias ideológicas de los grupos políticos marginales y violentos de la época, el marxismo revolucionario, lo que de paso les proporcionaba financiación y soporte logístico. Y de esta evolución ideológica nace el MNLV que se olvida de los orígenes de su patria, de su propia idiosincrasia y asume como propio el concepto de estado socialista, la lucha de clases y la dinámica acción reacción de los movimientos revolucionarios de la época, con un importante apoyo popular, incluidos algunos sectores del nacionalismo tradicional, dada la situación de represión y negación en la que vive la nación vasca.

Muerto el Dictador, España tiene tres caminos a tomar:

El reconocimiento de la nación vasca, algo intrínsecamente incompatible con el nacionalismo español que ha ido cogiendo fuerza con las aportaciones de movimientos socialfascistas como Falange, ideología a día de hoy magníficamente representada por UPyD y su concepto de nación unitaria, por la vía dela Reintegración  Foral Plena y reconocimiento del derecho a decidir.

La  creación de un estado federal, la gran ocasión perdida del PSOE y el PCE en el caso de los primero por la infiltración en sus filas de elementos procedentes de ese socialfascismo (Bono y algún otro son ejemplos palmarios de lo que digo) y en el del segundo por la pérdida de sus referentes políticos y el fracaso electoral del 76.

Y la “chapuza” orteguiana del “café para todos” autonómico que es la solución que se elige, diluir los nacionalismos reales en  un maremagno de Comunidades directamente inventadas, es en este contexto donde nace el navarrismo excluyente y antivasco ajeno hasta entonces a la sociedad navarra, como demuestran de forma palmaria las inscripciones del Monumento a los fueros, y se impulsan historicismos al uso que lo único que hacen es colaborar al españolísimo “divide y vencerás”.

Por su parte el País Vasco tiene tres caminos:

El camino revolucionario que lleva a la independencia del Estado socialista en el mejor de los casos y al conflicto permanente en el peor, al aislamiento y a la albanización, ahora bolivarización, de Euskal Herria.

El camino del regionalismo disfrazado de navarrismo,  alavesismo y otras martingalas (UPN y la fracasada UA son los mejores ejemplos) basadas en historicismos trasnochados que jamás pueden ser un peligro real para la sacrosanta unidad de la patria por su falta de conexión con el hecho real nacional, el vasco, y que cambian el enemigo real, España, por uno imaginario, Euzkadi ola Euskal Herria Socialista para mayor goce y disfrute de la gente de a pie para la que tal ideología es completamente ajena, y que acaba, por supuesto en la disolución del alma vasca en España.

Y el camino dela Reintegración Foral Plena, la construcción paso a paso, la confederación, la extensión del sentimiento nacional, la cosoberanía, la integración de todos los vascos en un proyecto nacional común y la extensión de la cultura vasca.

Nosotros elegimos…

Ander Muruzabal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *