“No hay nada que sea un signo más claro de demencia que hacer algo una y otra vez y esperar que los resultados sean diferentes”
Albert Einstein
El 15 de septiembre de 2008 Lehman Brothers, con un pasivo de 613 mil millones de dólares, hacía que se tambaleasen los cimientos del sistema financiero mundial al declararse en quiebra y protagonizar, de paso, la mayor bancarrota de la historia.
Poco antes de que se produjera este acontecimiento que para muchos simboliza el comienzo de la actual crisis económica mundial, a finales de ese convulso verano desde el punto de vista bursátil, en Navarra había 24.458 personas en paro… sin trabajo y sin expectativas de futuro. Según los últimos datos de febrero de este mismo año, 2012, son ya 51.944 las navarras y navarros que actualmente se encuentran en la misma situación. Más del doble que en agosto de 2008.
La obsesión por el control de la deuda pública y el déficit que ha caracterizado las políticas económicas llevadas a cabo en Europa durante este período, no solo no ha resuelto el principal drama del Estado español, el enorme número de ciudadanos cuyas vidas se ven sacudidas por la falta de trabajo, sino que lo han agravado. Tanto es así que actualmente en Navarra se producen 2 desahucios al día, afectando ya a más de 2.500 familias.
¿Estaremos equivocando el camino? Keynes en una situación parecida aseguró que «la expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal». Receta que, llevada a la práctica, ayudó a los Estados Unidos a salir de la Gran Depresión tras el crack del 29. Unas cuantas décadas después, ya en nuestros días, Krugman, Nobel de economía, nos avisa de que “recortar el gasto público cuando la economía está deprimida la deprime aún más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación”, recomienda. En síntesis, derrochar puede ser tan pernicioso como recortar en exceso.
Son numerosas y diversas las voces que nos advierten de los peligros de un excesivo celo por la austeridad, por mucho que aquí intenten vendérnosla como “buena, justa y necesaria”. Hace escasos días el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, advertía a los países en crisis de la Unión Europea, entre ellos España, sobre los recortes excesivos y las subidas de impuestos. En su opinión, pueden alimentar una espiral negativa.
El mismo mantra “buena, justa y necesaria”, lo emplean quienes justifican la última reforma laboral, la segunda en menos de 2 años, que como el propio Rajoy reconoce no va a generar empleo. Según las previsiones del Gobierno, a finales de 2012 habrá 630.000 parados más, lo que situará la tasa de desempleo en el 24,3 %. Es decir, en muy pocos meses en el Estado español uno de cada cuatro trabajadores va a estar en paro. La reforma va a desequilibrar además el marco de relaciones laborales facilitando el despido y la rebaja de los sueldos de los trabajadores. Con estas perspectivas, una de las primeras consecuencias que ya se está constatando es un descenso del consumo, lo que va a suponer una bajada de la recaudación que a su vez es la excusa perfecta para futuros recortes. En definitiva, están utilizando la crisis como coartada para imponernos unas políticas económicas, que no solo no sirven para solucionar nuestros problemas, sino que los agravan.
Admitámoslo, dentro de esta profunda y oscura zanja que amenaza con venírsenos encima, convirtiéndose en la tumba de nuestros derechos y dignidad, y cubiertos por el lodo y fango de recortes y reformas debemos decidir si muy obedientemente seguimos recortando y cavando hacia abajo, como pretenden algunos y como parece ser se nos exigen desde Europa y desde Madrid, o si buscamos alternativas que nos ayuden a salir de esta penosa y difícil situación. La actual clase dirigente (en Navarra constituida por el ejecutivo UPN-PSN, y en el Estado da igual que gobierne PP o PSOE), ofuscada por las grandes cifras macroeconómicas, se muestra insensible e incapaz de atender y comprender la complicada situación personal, doméstica… la desesperación y el miedo en la que viven sumidos millones de parados y de ciudadanos que subsisten en una situación realmente precaria en nuestro país, así como todos aquellos que temen perder su puesto de trabajo. Circunstancia que aumenta y se agrava día a día alcanzando a cada vez más y más personas. Exigir “sacrificios” que conducen a más paro, pobreza y exclusión social no puede ser la solución. No desde un punto de vista humano y ético basado en la dignidad de las personas y no en la depredación salvaje de sus derechos y del propio hombre o mujer. Si renunciamos ahora a ciertos valores, terminaremos convertidos en meros autómatas, en trozos de carne con ojos… si la difícil situación que atravesamos no sirve para volvernos más humanos, entonces, el futuro que nos espera a todos es muy negro. La demencia de la que hablaba Einstein, al principio de este artículo, se queda corta.
Mikel Landiribarre