El bambú y la crisis con carácter hispano

“Nadie sabe en este momento por qué se hacen las cosas… ¿quién ha decidido y basado en qué, que eso es bueno?… Existe una falta de transparencia en las decisiones de arriba y vamos a pagar las consecuencias, porque estamos haciendo cosas importantísimas sin saber por qué las hacemos”.

Álvaro Miranda

Algo muy curioso sucede con el bambú japonés que lo hace diferente del resto de plantas. Cuando en el país del sol naciente los agricultores siembran lo siembran, abonan la tierra y comienzan a regarla, aparentemente no ocurre nada durante las primeras semanas, meses y años. Nada brota, ni la más mínima brizna que nos haga creer que allí se ha plantado esta especie botánica. Sin embargo, no por ello los japoneses dejan de regar el terreno durante todo ese tiempo. Pasados 7 años, el bambú comienza a crecer y en tan solo seis semanas alcanza una altura de 30 metros. Durante todo ese período, en el que aparentemente no pasaba nada, el bambú estaba generando un complejo y profundo sistema de raíces que le permitirán sostener el rápido y vertiginoso crecimiento posterior. Los japoneses aseguran que, si te sientas, puedes ver crecer el bambú. ¿Os imagináis eso con cualquier otro tipo de planta?

Las raíces

Algo parecido sucede con la actual crisis económica. Durante décadas hemos asistido a la progresiva desregulación del sector financiero y a la permisividad con la que han actuado responsables políticos de todo el planeta cuando no han impulsado este tipo de prácticas, desde la época de Reagan, que promueven la ingeniería y la economía especulativa por encima de la productiva. Gracias a la globalización y a las nuevas tecnologías sus raíces se expandieron por todo el mundo, y la ausencia de reglas contribuyó a que éstas se hicieran más fuertes y profundas, ya saben la codicia no conoce de límites ni fronteras.

En el caso del  estado español, las raíces del bosque de bambú tienen sus propias peculiaridades que las hacen especialmente frondosas.  Durante años hubo quienes se encargaron de regarlas y abonarlas con especial mimo, razón por la cual esta planta crece con especial virulencia en territorio hispano. La apuesta por el ladrillo frente a la creación de empleo estable y de calidad acabó generando una auténtica burbuja inmobiliaria, entre 1998 y 2007 el parque de viviendas creció en 5,7 millones, un 30%. La obra pública se disparó de manera parecida, se construyeron aeropuertos, líneas de Alta Velocidad apenas utilizadas o circuitos como el de los Arcos. Durante una visita a España, el secretario de Transportes de Estados Unidos, Ray Lahood espetó al ministro de Fomento, José Blanco: “Ustedes deben de ser muy ricos, nosotros no podemos permitirnos esta inversión”. Lo que nos vendieron como un milagro económico se ha quedado en un puro espejismo.

La Comunidad Foral “pionera en Europa y a nivel mundial”, según la propaganda oficial del régimen, no podía permanecer ajena a este fenómeno y al circuito de los Arcos hay que sumarle el Plan Navarra 2012, la ampliación de la terminal del Aeropuerto de Noáin, que por el módico precio de 42 millones de euros ha visto como el número de pasajeros ha bajado a la mitad en tan solo 3 años, o el “fabuloso” estadio que nos están construyendo junto al Sadar que cuando tenga dinero el gobierno ya lo terminarán, etc. etc. etc. A esto hay que añadir el peaje en la sombra y las triquiñuelas de Álvaro Miranda a la hora de redactar unas cuentas que ¡qué lastima! no se habían realizado conforme a los criterios de las personas y entidades encargadas de evaluarlas. Eso sí bajo el punto de vista propagandístico todo era ¡tan bonito!

Pasa el tiempo

Como consecuencia de estas políticas llegó lo inevitable, un día el bambú empezó a crecer, se disparó el paro, descendió la recaudación y los políticos comenzaron a preocuparse por el déficit generado por sus propios excesos. En un primer momento algún irresponsable negó incluso que hubiera crisis. Más tarde intentaron convencernos de que “la única salida” son los recortes y que debemos renunciar a derechos que ha costado décadas y descomunal esfuerzo conseguir, que así se creará empleo. En Navarra, sirva como ejemplo, el gobierno de UPN-PSN no tiene ningún empacho a la hora de compatibilizar recortes con dietas y sobresueldos.

Recortes que no se aplican a la banca, a la que se sigue inyectando ingentes cantidades de dinero público, 1 billón de euros durante los últimos 3 meses en la UE, so pretexto de que así, el crédito que nos ayudará a solucionar este grave problema comenzará a fluir. Lo cierto es que llevamos años viendo cómo se aplican idénticas medidas con idénticos resultados. Mientras sigamos regando y abonando la planta de bambú, ésta no va a parar de crecer.

Acaso no sería mejor, y mucho más efectivo, ir a las raíces del problema y ya de paso hacer pagar a los responsables de tanto desaguisado. ¿Ahora bien, quién le pone el cascabel al gato? No parece que haya nadie con los suficientes arrestos.

Tampoco los sindicatos españoles, UGT y CC.OO., están para dar ejemplo a nadie. Durante años han apostado, y siguen haciéndolo, por la concertación, que en el fondo se traduce en un mayor reconocimiento institucional, en Navarra con medalla de oro incluida, y unas jugosas subvenciones a cambio de apoyar las políticas del gobierno (y en muchas ocasiones también de la patronal) renunciando así a defender los derechos de los trabajadores. Los sueldos mileuristas, la precariedad laboral, etc. nunca ha sido para ellos una prioridad, sin embargo, ahora que parece que ven peligrar gran parte de las subvenciones que reciben por impartir cursos de formación y ya no van a poder cobrar por negociar los ERE’s nos llaman a todos a movilizarnos el próximo 29 de marzo. No parecen los más indicados para sujetar la pancarta al frente de ninguna manifestación.

Qué decir del PSN socio presupuestario de UPN, siempre que éste le ha necesitado, y ahora también socio de gobierno; cómplice antes y ahora de las políticas más neoliberales que se aplican en Europa, por mucho que alguno se empeñe en colocar al “espíritu” de su secretario general en cabeza de no sé qué movilización. Esta “crisis” comienza a parecerse cada vez más a una estafa. El propio consejero de Economía y Hacienda, Álvaro Miranda, asegura en unas declaraciones realizadas recientemente: “Nadie sabe en este momento por qué se hacen las cosas… ¿quién ha decidido y basado en qué, que eso es bueno?… Existe una falta de transparencia en las decisiones de arriba y vamos a pagar las consecuencias, porque estamos haciendo cosas importantísimas sin saber por qué las hacemos”. Estoy seguro, Sr. Miranda, que algunos (los que realmente mandan) sí que saben lo que están haciendo, lo preocupante es que haya “responsables” políticos como usted que no lo tengan tan claro.

 ¿Qué hacemos con tanto bambú?

A nivel internacional el Estado español se ha convertido en sinónimo de desempleo. Seguir vinculado al mismo y a sus formas de hacer política no nos augura sino un futuro de paro y empobrecimiento colectivo. En los próximos años no solo no se va a crear empleo sino que el ya existe se va a volver más precario, peor pagado y más inestable (temporal, flexible, etc.). ¿Existe alguna alternativa? Sí, la respuesta es más autogobierno, bien empleado puede y debe servirnos para lograr el bienestar que se merecen las personas “con cara y ojos”, en vez de condenarles a tanta miseria. “Small is beautiful”, escribió el intelectual y economista Schumacher, lo hemos visto estos días en Finlandia, uno de los países más pequeños en cuanto a población de la Unión Europea, con tan solo 5 millones de habitantes. Mientras España aprobaba una reforma laboral que supone uno de los mayores retrocesos que nadie sea capaz de imaginar en cuanto a derechos reconocidos se refiere, Finlandia, gobernada por un partido conservador, aprobaba otra reforma que garantiza mayor protección social a sus trabajadores y a los desempleados. ¿Pasará la solución por separarse de España o por encontrar un marco jurídico más similar al modelo federal? Considero que al menos tenemos derecho a hacernos esta pregunta, especialmente viendo la que está cayendo y lo que queda.

Mikel Landiribarre

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