(Reflexiones de un nacionalista navarro veinticinco años después de la disolución de la organización del PNV en Navarra, y ante la perspectiva de que otros puedan hacer algo similar en un lugar distinto…)
Veinticinco años ya…
El 19 de Mayo se cumplieron 25 años de la “disolución” de la organización de EAJ-PNV en Navarra, gestándose el embrión de lo que dos años más tarde emergería como Eusko Alkartasuna.
Pero… ¿Hemos aprendido algo?
Hace 25 años los nacionalistas navarros nos encontramos metidos de lleno en una encrucijada que no queríamos ni habíamos buscado. Las dos “almas” del nacionalismo se enzarzaron en una pelea absurda y encontraron el escenario para dirimir sus diferencias en una Navarra, que, por haber quedado fuera del marco estatutario, era posiblemente el eslabón más débil:
El alma unitarista, que pretendía imponer un concepto uniforme de nación y el alma federal más partidaria de respetar las peculiaridades de cada territorio histórico. El alma que, en base al cortoplacismo y al tacticismo, no supo ver que el marco dibujado por Madrid requería estrategias distintas en realidades institucionales y sociales distintas, y que la “palabra dada” en negociaciones y pactos con terceros en una de ellas no podía condicionar la actuación de los compañeros en la otra, y el alma que decidió que la confianza y los anhelos de sus votantes estaban por encima de la “disciplina” del partido. El alma que sublimó la disciplina, y el alma que sublimaba la libertad de opinión en un partido de hombres y mujeres libres.
Todos cometimos un error entonces. Todos teníamos una parte de razón, pero ninguno la tenía toda. Unos antepusieron la herramienta al país y otros olvidamos que para hacer país era necesaria la herramienta.
Así, un pacto menor con la derecha española realizado por burukides nacionales que obligaba a los nacionalistas navarros a facilitar un gobierno de UPN, nos colocó en el disparadero de elegir entre la disciplina con una orden de la autoridad nacional y la fidelidad a nuestros electores, que no habrían entendido que los herederos del franquismo gobernaran con el permiso del nacionalismo. Elegimos el camino de la lealtad a los principios y a la limpia trayectoria del nacionalismo histórico; nos segregaron del partido, y el PNV quedó en franquicia para que “estrategas de medio pelo” acabaran con la unidad del nacionalismo democrático. Un episodio que, mirado con perspectiva, pertenece al campo de la autocrítica del nacionalismo. Aquella infortunada decisión armó a los contendientes para la batalla que poco más tarde daría con la escisión y la aparición de EA.
Fuimos muchos los que nos sumamos a aquel proyecto nuevo, vital, progresista, radicalmente democrático y nacionalista. Fuimos muchos los que creímos en el necesario contrapeso, y en que aquella experiencia nos llevaría a extender el campo social del nacionalismo. Pero todos, o casi todos, entendimos que seguíamos jugando en casa. Que cambiábamos de “marca”, pero no de ideología. Un necesario contrapeso frente al soberanismo español, el totalitarismo del MLNV y la deriva de aquel PNV diseñado a la imagen y semejanza de Arzalluz.
Un proyecto ilusionante, marcadamente institucional, al que se unieron además nuevos militantes y una generación que no había llegado a militar en el PNV que dotaban de frescura a la nueva organización. Pero nos olvidamos de que llevabamos dentro la misma semilla “personalista” que había contribuido a la ruptura.
Los nacionalistas navarros, tras dos años de travesía del desierto, obtuvimos el reconocimiento de nuestro electorado y el premio del mejor resultado electoral de nuestra historia ya como EA. La apuesta de aquella dirección nacional jelkide se saldó con la marca PNV “tocada” para muchos años en la Comunidad Foral, y reducida su hegemonía a Bizkaia. Fue un primer episodio de Suicidio Asimétrico del nacionalismo vasco; suicidio alimentado por la intransigencia en la dirección (mantenella y no enmendalla), los pactos cortoplacistas con terceros y exigencia de rígida disciplina a sus afiliados.
Conocemos el Precio, pero… ¿Cuál fue el Premio para unos y otros desde la perspectiva que dan los años?
Aquella EA vital obtuvo en las primeras elecciones vascas más de 180.000 votos. Dejo para otra ocasión el análisis más pormenorizado de un proceso en el que EA ha llegado a los 37.000 votos de 2009. Pero sí he de constatar que, a medida que desde la dirección nacional de EA se iba moviendo al partido hacia espacios políticos diferentes a su proyecto fundacional, el PNV ha ido ocupando claramente esos espacios, siendo EA-Gipuzkoa y, en parte, EA-Nafarroa los que mejor supieron interpretar su éxito fundacional y la consiguiente adaptación a las demandas de su electorado.
Después de 25 años EA está a punto de consumar el segundo episodio de Suicidio Asimétrico y con parecidos ingredientes: La intransigencia de unos dirigentes nacionales que han preferido pensar que “el electorado no ha entendido el mensaje”, o que “los eakides guipuzcoanos tienen la culpa de que los vizcainos y alaveses no voten a EA” (mantenella y no enmendalla). Movimientos cortoplacistas para conformar un “polo soberanista” con aliados antinaturales. Y exigencia de una rígida disciplina de silencio en los nuevos estatutos a los que se opongan reivindicando el proyecto fundacional. Se intuye el precio a pagar… la desaparición, pero… ¿Cuál será el Premio esta vez?
A tenor de lo publicado, en una operación a la irlandesa no diseñada por EA, se propone una acumulación de fuerzas soberanistas -el denominado “polo”– con dos virtualidades: De una parte, enfrentarse a la ofensiva españolista del nuevo Gobierno Vasco. De otra, crear las condiciones necesarias para propiciar un alto el fuego de ETA (crear un muro contra la represión según su último comunicado). Conocemos de boca de Otegi quién lideraría esta operación y en qué lugar debería quedar el PNV, pero… ¿Son conscientes los estategas nacionales de EA en qué lugar va a quedar la propia EA? ¿Por la Paz tres avemarías? ¿Está la sociedad vasca, incluido el electorado de EA, en condiciones de creerse y secundar esta operación?
El primer acto de este segundo Suicidio Asimétrico ha sido la Huelga General, en la que algunas tragaderas de EA han pasado por comparecer en la rueda de prensa de convocatoria y hacer de portavoz para leer el comunicado. El parlamentario Larrazabal “autocriticando” a su exconsejero Azkarraga y a sus propios diputados forales…..
¿Va a tener la futura dirección de EA la soberbia de imponer la disciplina y el silencio a EA-Gipuzkoa, la organización que en este tema está levantando la bandera de los principios fundacionales del partido y la oposición a acuerdos indeseados por sus bases y sus votantes? ¿Se va a volver a sacrificar a la militancia y sus electores por un “premio-señuelo” que no hay quien se lo crea? ¿En qué beneficia al nacionalismo o a la construcción de ese país, que sentimos todos, la actual situación? ¿Qué futuro tiene EA diluida en una alternativa construida por y para la IA?
Los que hemos estado a ambos lados de la orilla – pero del mismo río, no lo olvidemos-, los navarros que sufrimos aquello hace 25 años y que a pesar de ello hemos seguido intentando reconstruir el puente, vemos con preocupación la similar encrucijada que hoy se vive en EA-Gipuzkoa. Impelidos a apoyar huelgas que no comparten, a actuar contra instituciones de las que forman parte y, además, obligados a acumular fuerzas con el mismo MLNV al que tienen que padecer en cada Ayuntamiento guipuzcoano.
¿Tan poco han aprendido los que dirigen hoy EA? ¿No les corresponde a los militantes de EA Gipuzkoa valorar y decidir sobre su propio territorio, en el que viven y trabajan todos los días?
A Koldo Amezketa le ha correspondido la difícil tarea de gestionar este momento político en EA. Es un hombre de diálogo y vivió en primera fila la experiencia navarra. La propia exclusión de los nacionalistas navarros hace 25 años, y las circunstancias que la rodearon, deberían hacer recapacitar a los dirigentes de EA sobre las consecuencias que puede traer esta imposición. Los que no se vieron votando a UPN, la fuerza que los excluía y marginaba, en el Parlamento de Navarra deberían ser los más cualificados para entender que otros no se vean votando o acumulando fuerzas con la IA, la fuerza que los acosa, hostiga y amenaza.
Hace 25 años los nacionalistas navarros iniciamos una larga travesía por el Desierto. Nunca estuvimos solos. Sin menospreciar a otros -sería injusto-, el aliento de los que hoy militan en EA-Gipuzkoa nunca nos faltó. Creo que la mejor ayuda que les puedo prestar es aconsejarles que hagan lo que hicimos los navarros: ser fieles a sus principios fundacionales, actuar de acuerdo a lo que les reclaman sus electores y mantenerse unidos.
EA podrá tener, y además las tiene, diferencias políticas con el PNV pero forma con él el cauce central de la política vasca. Los navarros también nos movemos en nuestro cauce central: Nafarroa Bai. Así, veinticinco años después, militantes de EA, de Aralar, del PNV, de Batzarre y muchos independientes, hemos conseguido construir una alternativa política en Navarra, desde el entendimiento y la transversalidad, desde la diferencia y el consenso; una alternativa que piensa por y para Navarra, desde el vasquismo y con libertad de acción; frente al españolismo excluyente y frente al totalitarismo del MLNV.
El día en que los compañeros de viaje del “polo soberanista” le exijan a EA obstaculizar o romper Nafarroa Bai, algo que tarde o temprano harán, tendrán que recordar que los guipuzcoanos eakides de 2009 se plantaron para defender su proyecto fundacional, el nacionalismo democrático y la confianza de sus electores.
Aún está a tiempo EA de corregir lo que puede ser un error histórico para sí misma y para el nacionalismo, pero sobre todo de evitar lo que puede suponer el “Acta de Defunción” de un proyecto en el que hace 25 años nos embarcamos con toneladas de ilusión y todo un “cauce central” que ocupar. Un proyecto que puede seguir teniendo sitio en la sociedad vasca, un sitio que ha tenido y que no debe perder de vista.
Desde la otra orilla pero con un proyecto común de país…
Ander Muruzabal