Desde que comenzó el largo y azaroso proceso en que se ha convertido el fin definitivo de ETA, en el imaginario colectivo de la Izquierda Abertzale sus propios dirigentes trataron de impulsar dos premisas que, de alguna manera, pudieran servir para ocultar el rotundo fracaso de la estrategia armada y de más de cuarenta años de sufrimiento inútil; la paz llegaría sin vencedores ni vencidos y los presos volverían a casa. No es fácil mantener la cohesión política de un movimiento como el MLNV desde la autocrítica y mucho menos desde el reconocimiento de la inutilidad de su propio sacrificio, que también lo ha habido.