El pasado viernes se publicaba en las páginas de opinión de Diario de Noticias de Navarra y en [Enlace roto.] un artículo de varios autores en que se hacía una reflexión sobre la situación en la que ha quedado Euskadi tras las elecciones del 1-M, y donde de manera bastante clara se apostaba por una reedición de Lizarra-Garazi, repitiendo todos los tópicos que llevaron al fracaso de aquel intento de pacificación; el escenario “democrático”, “colaboración” entre las fuerzas abertzales, soberanismo, nueva izquierda abertzale exclusivamente política y, por supuesto, la “exigencia” al PNV de apostar en exclusiva por la vía soberanista.
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El doble fraude
Contrariamente a lo que se ha dicho estos días por ahí, y a lo que se dijo en Navarra en Agosto de 2007 antes de que se consumase la “pepiñada”, nombre mucho más apropiado que el de “agostazo”, entre otras cosas porque el mes no tiene la culpa y porque visto lo que se va a ver en Euskadi se trata de la misma jugada, yo creo que la legitimidad para gobernar no la tiene quien saca un mayor número de votos o escaños en las elecciones, sino quien es capaz de articular mayorías de gobierno capaces de ofrecer un programa coherente y un proyecto de gobierno para el país.