“El que cometió crimen no es digno de llevar el nombre de vasco”
Mensaje de Gabon del 24 de diciembre de 1939, Jose Antonio AgirreTengo que reconocer que mi primera reacción ante la “payasada” perpetrada por EHBildu hace unos días en el Hotel Carlton de Bilbao fue de indignación absoluta, no tanto ya por la utilización partidista de la figura política del Lehendakari Agirre, que también, sino por el profundo desprecio que supone para su vertiente humana y humanista, para su ejemplo personal de vida que quienes durante cincuenta años han pisoteado la dignidad humana apartándola como un obstáculo a su interés político pretendan ahora, en un ejercicio de amnesia colectiva digno de mejor causa, referenciarse en quien puso esa misma dignidad humana por encima de cualquier planteamiento político.
Este artículo que problablemente, y atendiendo a lo que a uno le pide el cuerpo, hubiera sido una sarta de despropósitos no lo va a ser. Y no lo va a ser porque su autor aprendió el significado del nacionalismo vasco en aquellos primeros años 70 entre lecturas semiclandestinas de los dos personajes históricos que han marcado el rumbo y el carácter del mismo; el propio Lehendakari Agirre y D. Manuel de Irujo, la antítesis absoluta de lo que Laura Mintegi y sus corifeos representan.
Y rebuscando entre aquellas viejas lecturas que marcaron mi militancia política encontré estas citas de aquel trágico GABON de la nochebuena de 1939 recién acabadala Guerra Civily con el Lehendakari ya en el exilio…
“A pesar de lo sufrido, a pesar de las injusticias con nosotros cometidas; a pesar de la destrucción que han traído los enemigos de la Patria a nuestro suelo; a pesar de la ceguera de algunos de nuestros hermanos, que jamás quisieron comprender que en la unión nacional vasca, dentro de nuestro pueblo, están las virtudes curativas de tantos males que quieren buscar fuera de nuestras fronteras; a pesar de la situación desastrosa a la que todo ello ha conducido a nuestro pueblo, yo os ruego, con todo el fervor de que pueda ser capaz, que no exista ni un rescoldo de rencor en vuestro corazón, porque jamás podremos construir nuestro pueblo sobre la base de la violencia y el odio”.
Donde Agirre deja meridianamente claros los tres ejes en que basó su trayectoria política y humana; el perdón y la generosidad, la búsqueda de las soluciones políticas para este país en su propia trayectoria histórica y no en soluciones de “fuera de nuestras fronteras” y que nos son ajenas, y en la paz, el diálogo y el trabajo diario como las herramientas de construcción nacional.
Que más quisiéramos los vascos de hoy que aquellos que desde el rencor y la venganza, con soluciones políticas periclitadas que nos son ajenas y extrañas y que han usado la violencia hasta la nausea como herramienta de destrucción nacional y han proporcionado la coartada perfecta para que aquellos que no creen en Euzkadi hayan manchado nuestra propia causa, hubieran tenido una sola vez, en su ya larga trayectoria política, la tentación de mirarse en el espejo de Agirre.
Pero en su afán de actuar desde la más absoluta impunidad e hipocresía olvidan la segunda parte de aquel mensaje del Lehendakari:
“Ah!, pero tampoco la injusticia habrá de ser nuestro patrimonio Ni inmunidad para aquellos, sean quienes sean, que tengan sus manos manchadas con el dolor y la sangre de tantas víctimas, ni venganzas que con su estela de rencores no puedan sino aumentar el dolor ya causado. Podemos decir esto los hombres que representando al país auténticamente, tenemos limpias nuestras manos, como las tiene todo nuestro pueblo sano y generoso. El que cometió crimen no es digno de llevar el nombre de vasco.”
Hora es ya de que la paz llegue a este país y retomemos el camino que nos marcaron pero, tanto en aquella infausta noche del 39 como hoy, nuestras soluciones como nación siguen sin estar lejos de nuestras fronteras y solo lo podremos conseguir desde el respeto a quien no piensa como nosotros, desde el diálogo y desde el trabajo diario, y sobre todo, poniendo la dignidad humana por delante de cualquier proyecto político. Esa es la lección que Laura Mintegi deberá aprender antes de que su próxima foto en el balcón de la lehendakaritza nos haga sonrojar a todos.
Ander Muruzabal