El sábado por la noche se conocieron los resultados de la votación del Consejo Político de UPN en la elección del candidato designado para tapar el hueco dejado por la repentina espantada de Yolanda Barcina y estos se apartaron poco del guión previsto por la todavía, y cada día menos todavía, presidenta del Gobierno de Navarra y dueña y señora de las estructuras del partido desde el fiasco del sector quesero en el último Congreso de UPN; un nuevo sopapo al ex presidente Sanz y a su candidato de circunstancias, los vaivenes de Alberto Catalán y su medrosidad han sido las que han clavado el último clavo de su ataúd político.
Pero el resultado, aunque más claro que en el último Cónclave regionalista, sigue sin garantizar la cohesión de UPN; un 60 a 40, en un órgano hecho a imagen y semejanza de la lideresa, no es precisamente el adecuado para frotarse las manos ni brindar por la victoria y, menos todavía, cuando al día siguiente se celebra la fiesta del partido, preparada a mayor gloria del triunfador, y la noticia fueron más las ausencias que el habitual coro de aplaudidores de la cosa.
Así las cosas, la pregunta es ¿Existe un riesgo real de escisión en UPN?
Y la respuesta no es fácil… Para dar respuesta a la misma sería necesario conocer de primera mano los grupos de poder y las corrientes que existen en UPN y la verdad es que los tres años de Barcina al frente del partido también han cambiado profundamente eso y han roto el equilibrio de fuerzas tradicional de los regionalistas.
Los tres sectores que convivían armónicamente cuando Sanz era dueño absoluto de UPN y que asistieron impávidos al dedazo de este que elevó a los altares regionalistas a Yolanda Barcina, a saber; el sector ultra, el de los de derechas y españoles como Dios manda, el pseudoforalista heredero directo de las tesis del fundador Aizpún y el sector más pragmático y desideologizado encabezado por el propio Sanz y más atento al reparto del pastel institucional y parainstitucional que a otra cosa se mantenían cohesionados por un reparto más o menos equitativo de prebendas orquestado por el propio Sanz y por el pragmatismo más que demostrado del corellano.
Hoy eso ha saltado por los aires por mor del ego absoluto de la portugaluja incapaz de mirar más allá de su propio ombligo y que ha creado un sector clientelar propio dentro del sector clientelar en el que se alinean los que única y exclusivamente se dedican a cantar las loas de la lideresa y que han sido los principales beneficiarios del Barcinato, destruyendo la capacidad de cohesión que siempre había pivotado sobre el sanzismo.
Así a día de hoy UPN está dividido en dos grupos, ambos dirigidos por antiguos sanzistas, si no por el mismo Sanz uno de ellos, donde se han alineado, parcialmente, los personajes más relevantes de los otros dos sectores. Y digo parcialmente porque muchas veces la coherencia ideológica está reñida con las lealtades personales y no todos se han guiado por la primera.
Es en este contexto donde a la vista de la debilidad de una Barcina en retirada y el perfil bajo no, bajísimo, del nuevo líder, el sector Sanz podría tener la tentación de protagonizar una escisión que les salvase de la quema del más que presumible batacazo electoral y les permitiese una especie de refundación tras la pérdida de poder de la que podrían responsabilizar directamente a Barcina y a su delfín Esparza, desde la oposición, algo de eso debió pensar Catalán cuando ofreció su cabeza al cadalso del Consejo Político a última hora y mal aconsejado, esperando probablemente liderar esa refundación desde el propio partido y no desde fuera, evidentemente se equivocó pues no es Barcina la que se vaya a ir sin dejar abrasado el campo de batalla.
Pero el problema del sanzismo, una vez quemado el único medio activo que les quedaba; Catalán, es que no tiene un líder plausible, excepto el propio Sanz o algún ex consejero ya retirado de la vida política al que habría que recuperar, y todos los posibles candidatos están probablemente más preocupados de no salir en los papeles de la CAN que de aventuras políticas que, esta vez, no garantizan nada.
Así pues, salvo que el corellano se vuelva loco, quién se lo iba a decir a él, o Barcina decida cobrarse todas las supuestas ofensas y deslealtades en forma exclusión de todo lo que huela a sanzista de las listas, a ambos sectores de UPN no les queda otra que apretar las filas y llegar al 25 de mayo aparentando una unidad que no tienen, y francotiradores de ambos bandos habrá para mostrarlo de forma palmaria, y dejar para mejor ocasión las albaceteñas.
Eso si, si el 26 de mayo se cumplen los negros presagios que planean sobre los de la Plaza Príncipe de Viana las tortas se van a oír en Melbourne… Y entonces, a lo mejor, no hay dos sectores sino media docena…
Ander Muruzabal