Tengo que reconocer que si yo hubiera sido escocés el pasado 18 de septiembre mi voto hubiera sido un YES todo lo grande que hubiera cabido en la urna, esa que con tanta facilidad han sacado a la calle los británicos y aquí se nos niega una y otra vez, será cosa de la cultura y la tradición democrática algo que en este país que llaman España solo se ha visto con cuentagotas a lo largo de su historia, y lo hubiera sido porque creo que los trenes rara vez pasan por la misma estación con uno mismo en el anden.
Pero claro uno es nacionalista, y no tiene reparo alguno en reconocerlo, como tampoco tiene reparo en reconocer que no toda la población de un supuesto país lo es ni tan siquiera, entre los que militan en ese campo, el grado de convencimiento sobre las bondades de tener un estado propio es el mismo.
Dicho esto, la decepción que sufrí el viernes por la mañana, como casi todos los que creímos ver en la vía escocesa un modelo a seguir por nuestras propias aspiraciones nacionales, fue importante, pero la decepción no suele ser un buen compañero de viaje cuando uno trata de hacer un análisis político serio o de extraer consecuencias para si mismo de experiencias que le son ajenas, es por eso que he esperado unos días para contestar las dos preguntas que me surgieron el día 19… ¿Qué ha pasado en Escocia, por qué el NO? Y ¿Qué consecuencias o que lecciones debemos extraer de ese NO para el proceso de construcción nacional vasca?
Es evidente que el sentimiento nacional escocés y su propia historia daban para una amplia victoria del si que hubiera sido más que probable en un contexto no democrático o incluso bélico pero cuando la independencia se plantea desde una consulta pacífica y democrática hay unos cuantos factores más a contemplar, algo que también debería servir de lección a los dos, cada vez menos, hegemónicos partidos españoles en el actual caso catalán y en el más que probablemente próximo vasco-navarro pero que echaran en saco roto hasta que la cosa no tenga solución y pierdan el factor racional.
¿Y cuales son esos factores? El más claro, probablemente, es que una sociedad moderna no se divide en nacionalistas independentistas y nacionalistas unionistas como muchas veces tendemos a simplificar, sino que una parte importante de la población, a la postre la que va a decidir el sentido de la votación, aunque simpatice más o menos con unos o con otros va a tener en cuenta conceptos como la economía, la estabilidad o la seguridad, es ese mismo voto decisorio que en las sociedades modernas da la victoria a la derecha o la izquierda dependiendo de las circunstancias sociales y de cómo las adecuen a su mensaje los partidos que las representan. Es lo que algunos llaman el cauce central y que tiende por naturaleza a la estabilidad. Es lo que un curioso mix de amenazas, promesas y profecías apocalípticas ha decantado el voto escocés hacia el NO, un NO que se vendió como seguridad.
Pero ¿Podemos sacar alguna conclusión del NO escocés para el caso vasco? Yo creo que si. La primera, y más evidente, es que lograr un referéndum de autodeterminación, y esa es la única manera de lograr la independencia en un contexto democrático, no garantiza en absoluto el triunfo de la opción independentista y mucho menos en una sociedad multicultural y mestiza desde el punto de vista identitario como es la escocesa, la catalana o la vasca.
En Escocia la duda de la incertidumbre; moneda, reina, bancos, hacienda, seguridad social ha rendido un enorme servicio a la opción, a la postre ganadora, del NO, ¿Debemos pues, desde un punto de vista nacionalista, poner en nuestro punto de mira el ejercicio de la autodeterminación como objetivo prioritario? Y yo creo, una vez más, que no…
El ejercicio de la autodeterminación no es la causa sino la consecuencia de un proceso de construcción nacional dirigido no solo a la creación de esa conciencia nacional sino a la construcción de un entramado institucional de estado que llegado el momento clave de la consulta no deje espacio alguno al mar de dudas que ha condenado al proceso escocés al fracaso. De alguna manera no poner el carro antes que los bueyes. Y esa es precisamente la lección escocesa, seguir trabajando en la creación de una estructura de estado y de una conciencia nacional que llegado el momento nos garantice el YES en vez de poner todas las energías al servicio de un objetivo con resultado incierto.
Las consultas, como las finales, solo se convocan, solo se juegan, para ganarlas…
Ander Muruzabal