“Nosotros, los vascos de hoy, nos hemos reunido aquí en inmortal recuerdo de nuestros antepasados, para demostrar que queremos seguir manteniendo nuestra Ley”
Monumento a los Fueros. Paseo Sarasate. Iruña
Decía en mi anterior artículo que es hora ya de ir abriendo un nuevo proceso constituyente y eso ha suscitado cierto debate sobre si a los nacionalistas vasco navarros nos interesa participar en ese proceso o es algo que nos resulta ajeno, ya porque hay quienes opinan que lo que hay que abordar es el proceso constituyente propiamente vasco o quienes lo hacen apoyando la ponencia de autogobierno que ha puesto en marcha recientemente el Parlamento Vasco.
No voy a ser yo quien ponga en duda la utilidad de ambos procesos ni quien minusvalore los esfuerzos que conllevan, pero creo que las dos iniciativas están abocadas al fracaso, y me explico…
La iniciativa soberanista propiciada por la Izquierda autodenominada abertzale y sus socios actuales más algún despistado del nacionalismo institucional siguiendo el tirón del soberanismo catalán va a chocar indefectiblemente con el muro constitucional, lo mismo va a pasar en Catalunya, y su único elemento aprovechable va a estar en su capacidad de sentar al Gobierno español en un escenario de negociación del status actual, lo que de paso llevará al desconcierto y a la desilusión de los que apostaron por esta vía y a perpetuar el estado actual de las cosas con alguna pequeña cesión, grande en el caso catalan.
Por su parte la vía estatutaria lo más que va a poder hacer es forzar el desarrollo completo del actual estatuto puesto que los conceptos que nos pueden hacer crecer como nación se encuentran aherrojados por el texto constitucional.
Y, por si fuera poco, ambas vías lo único que van a producir es el efecto colateral de ahondar la brecha que actualmente separa las dos institucionalizaciones vascas peninsulares.
A pesar del “pil-pil” actual propiciado por el debate monarquía-república no es esto algo que nos afecte de manera especial a los vasconavarros pero si que puede ser una buena oportunidad que nos permita abrir el melón constitucional, esta vez sin chantajes ni ruido de sables, y poner encima de la mesa algunos elementos que si nos podrían hacer avanzar en el proyecto de construcción nacional, y me estoy refiriendo, como no, a los Derechos Históricos.
En unas hipotéticas Cortes Constituyentes los vascos deberíamos tener como única meta aquello tan traído y llevado de la Reintegración Foral Plena, bastaría con recortar la segunda parte de la adicional 1ª:
“La Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales. La actualización general de dicho régimen foral se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía”.
Dejando al legislador vasco navarro la potestad y el marco de actualización…
E incluir a Navarra y a la Ley Paccionada de 1841 en la derogatoria (punto 2)
“En tanto en cuanto pudiera conservar alguna vigencia, se considera definitivamente derogada la Ley de 25 de octubre de 1839 en lo que pudiera afectar a las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. En los mismos términos se considera definitivamente derogada la Ley de 21 de julio de 1876”.
Estos dos sencillos pasos tendrían, por supuesto, un pequeño, pero curioso, efecto en el artículo1, punto 2 del Título Preliminar:
“La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
Que pasaría a enunciarse en plural
Estos tres sencillos retoques darían paso a una España Confederal y con una relación bilateral con cada uno de los territorios históricos y a estos la capacidad ilimitada y preconstitucional de organizarse y autogobernarse a si mismos.
¿Qué diferencia habría entre este status y la independencia? ¿Cuál sería la brecha con Navarra? ¿Qué imposición soberanista existiría entre vascos y vascos españoles?
¿Abrimos, pues, el melón constitucional?
Ander Muruzabal