“Gu euskaldunok beste jaun eztegu jaungoikoa baizik, atzekoari ostatua ematen degu onirizkero baino eztegu nai aien uztarria jazan, aditu ezazue ondo, gure semeak”
“Nosotros los vascos, no tenemos más señor que nuestro Dios; al extraño damos la bienvenida y hospitalidad, pero jamás soportaremos su yugo. Sabedlo vosotros, nuestros hijos”.
Según bajaba hoy por el Paseo Sarasate hacia la Plaza del Castillo de la mano de mi mujer, creo que es la primera vez que ella acudía a una manifestación, y codo con codo con otros 35.000 navarros no he podido mas que leer lo que nuestros bisabuelos dejaron escrito para nosotros hace 101 años aunque tengan que pasar otros 101 más para que alguno de sus “gure semeak” tenga la dignidad de honrar a sus antepasados inaugurándolo.
Reconozco que ha sido una semana movida en esta nuestra Navarra y que la pelea política diaria nos puede hacer perder la perspectiva, cada uno tiene sus planteamientos y todos ellos son igual de legítimos y respetables, y por eso mirar a quienes nos antecedieron puede darnos alguna clave puesto que ellos sufrieron la misma imposición que hoy nos toca sufrir a nosotros.
Pero desde las diferencias que tenemos, que son muchas, los que hoy hemos ido desde los Golem a la Plaza del Castillo compartíamos una cosa que nos unía a todos y es que queremos seguir siendo navarros y dueños de nuestro destino, y ese es, probablemente, el lazo que nos unía a quienes hace 121 años se negaron a desaparecer de las páginas de la historia.
Si la manifestación de hoy ha sido un rotundo éxito a mi me ha quedado un regusto amargo, muy amargo, y es el de no haber visto a nuestro lado a esos otros navarros que hoy miraban a Madrid; unos para acatar servilmente el “yugo del extraño” y otros para mendigar en España una imposición que les permita seguir expoliando esta tierra… ni unos ni otros merecen el nombre de navarros ni el respeto de sus antepasados.
Es probable que dentro de unos meses a unos y otros se les llene la boca con el nombre de Navarra, que vean en nosotros ese enemigo que les impida saquear a este pueblo y que haya navarros que les crean, pero estos días de agitación han puesto a cada uno en su sitio; la Presidenta de Navarra lloriqueando en la Corte y Villa la navarrísima ayuda de Rajoyes y Rubalcabas, el que se pretende alternativa vendiendo Navarra a su amo por cuatro votos mesetarios y los que se pretenden renovación ética y política firmando el acta de defunción de su propio pueblo liquidando su propia identidad y su Ley…
Estos días hemos visto a esa España garante de la navarridad hablar de terrorismo cuando los navarros hablamos de decencia, a la TV de la Iglesia clamar porque la Presidenta de Andalucía, a saber quien la ha votado que sus compatriotas desde luego que no, solucione el “tema” de Navarra, hoy, a la cadena estatal dedicar sus telediarios a Kiev, a las movilizaciones ibicencas o al comercio centenario de Madrid mientras que los 35.000 navarros que exigíamos decencia nos tomábamos unos txikitos en la Plaza del Castillo, cosas del buen tiempo y la jovialidad de los navarros.
Hoy, Navarra que un día fue estado y otro referente y punta en sanidad, protección social, educación y dueña de su propia economía se desliza por la senda de la desaparición, por la senda de la asimilación… Hoy Navarra ha perdido su dignidad y esa dignidad no la podemos recuperar los 35.000 que hemos llegado hasta la Plaza del Castillo, hacemos falta todos, desde UPN a Bildu, desde Bera hasta Tudela, desde Roncal a Viana…
Pero al contrario que hace unos siglos no ha sido por prebendas, territorio y riqueza sino por cuatro dietas y un puestico para una banda de ineptos que en cualquier lugar del mundo civilizado tendrían que trabajar para llevar un mendrugo a la mesa y que aquí viven del berrido extemporáneo, del dedazo grosero y la sumisión más rastrera. Nuestros antepasados tenían patria y dignidad y pretendieron legárnosla, ¿Qué hemos hecho con ambas?
¿De verdad, como hijos de los que esculpieron hace 101 años el monumento a los Fueros, les hemos escuchado?
Ander Muruzabal